La contradictoria situación de la mujer más gloriosa de Latinoamérica
A lo largo de los tres días de la visita del Papa Francisco y en sus numerosas apariciones públicas, varias frases fueron el eje de un discurso más humanista y político que religioso, pero la más repetida ha sido «La mujer paraguaya es la más gloriosa».
Diferentes han sido los ángulos que se han tomado respecto a sus declaraciones sobre la mujer paraguaya. Desde la exaltación llevada a la hipérbole:
Consideraciones sobre una reivindicación necesaria:
Hasta el análisis sobre si esta perspectiva no perpetúa la visión misógina de la Iglesia:
Mientras los medios se llenan la boca con los titulares, la situación real dista mucho de la gloria atribuida. Rampante discriminación en todos los estratos, actos de violencia de todo tipo, todos los días, y el machismo como institución social son la norma.
Las mujeres estudian más pero ganan menos
Una realidad indiscutible es la discriminación a nivel laboral. Según datos del Ministerio de Trabajo, una mujer profesional gana en promedio solo el 71% de lo que gana un varón con la misma formación. La diferencia se agrava cuando se tiene en cuenta que, en promedio, las mujeres estudian más años que los varones (el 49% de las mujeres ocupadas tienen más de 10 años de estudio, contra el 43% de los varones).
Los niveles de subocupación femenina también son más altos: el 23% de las mujeres trabajadoras frente al 16% de los hombres trabajadores. Y los números se vuelven aún más crueles cuando separamos las estadísticas entre el campo y la ciudad. Casi siete de cada diez mujeres guaraniparlantes en el campo (69%) no realizan ninguna actividad remunerada.
Esto va de la mano con la situación de marginación extrema que sufre dicho grupo poblacional. Más de un cuarto de las mujeres que hablan guaraní no accede a la educación primaria (29%), solamente 2 de cada 28 terminan la educación secundaria (7%) y un 22% tiene la primaria incompleta.
Todos estos datos se traducen, muchas veces, en la incapacidad de obtener independencia económica. Lo cual nos lleva a otro punto, la violencia.
Seis denuncias diarias por violencia
En Paraguay, seis niñas, adolescentes o mujeres adultas fueron víctimas de violencia por día. Y esos son los casos denunciados. Al menos una de ellas sufrió de abuso sexual o violación. El entorno donde se desarrolla todo esto es, generalmente, la familia: 36% de las mujeres declararon haber sufrido violencia, aunque sea verbal, con alguna pareja en su vida, casi el 18% violencia física y un 5% violencia sexual.
Si las mujeres en conjunto son un grupo de riesgo frente a la violencia, esto empeora en los niveles socioeconómicos más bajos. La falta de ingresos y educación acentúa la dependencia económica respecto al cónyuge, factor perpetuador de violencia y discriminación, ya desde la adolescencia.
Dos de los partos que se producen en el país cada día corresponden a niñas entre 10 y 14 años. Esta cifra es escalofriante, si consideramos que estos partos son producto del abuso de menores, de un tipo de violencia que roba a estas niñas de su infancia.
El humanismo es para todos y todas
Las estadísticas antes citadas nos invitan a pensar de qué manera los católicos podrían conciliar el mensaje papal, fuertemente humanista, con la equiparación de derechos y la verdadera dignificación de la mujer.
Reemplazar la idolatría del sacrificio femenino por la generación de condiciones para la igualdad de género, empezando por empoderar desde la educación, es importante y urgente para que la situación de la mujer «más gloriosa de Latinoamérica» sea digna de ese adjetivo.
Mientras tanto, la frase se siente vacía al cotejarse con la realidad hostil que aqueja a miles de mujeres cada día en este país; el mismo que ellas se encargaron de levantar alguna vez.
