La pregunta de todos los días… ¿Qué verg*s comer?

Problemas cotidianos de ayer y hoy: ¿Qué verg*s comer?

Dan Cortés
Laŭ mi

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Lo que más extraño de vivir con mi mamá es no tener que preocuparme por qué chingad*s comer todos y cada uno de los días de la vida. Son esos problemas cotidianos de los que nadie habla, y por lo mismo nadie te advierte que son inherentes a la adultez, esa triste etapa de la vida en que todos tus sueños se arruinan.

En años anteriores me importaba muy poco y simplemente dejaba que la señora de la fonda resolviera por mí tan compleja cuestión, hacía yo solo tenía que elegir entre dos o tres opciones diferentes cada día. Sin embargo esto no siempre es viable por diversos motivos: en ocasiones tu dieta debe ser muy específica, otras veces la economía no te lo permite, a veces tus horarios y ocupaciones… En fin.

Yo aún no he logrado definir un método eficaz que me ayude a saber desde antes qué debo comer tal o cual día, pero no pierdo la esperanza de un día no muy lejano poder solucionar esta cuestión.

Aprendizajes cotidianos: compartir un mismo espacio y contar tus propias historias

Hace ya un rato que emprendí la aventura nunca antes vista de vivir con un vato que es muy parecido a mí en diversos aspectos. No voy a entrar en detalles porque pues #QuéOso, pero sí puedo asegurar que ha sido una experiencia nueva y muy gratificante, aunque sí con sus retos y eventualidades, de diversos tipos e índoles.

Primero, el hecho de que dos personas que aprecian mucho su individualidad y su espacio vital (por más que se quieran y se amen y se den… cariño) decidan compartir un hogar común, implica una serie de retos y complejidades que no se perciben a simple vista. Cosas que parecieran tan simples como la hora de dormir o levantarse, la hora del baño, la comida (que ya mencioné un poco), las tareas y proyectos domésticos… Hace falta mucha buena voluntad, confianza y disposición para poder resolver de manera adecuada todas estas cuestiones, insisto, sin importar lo mucho que puedan amarse esas personas.

Segundo, y no menos importante, el asunto de que, a pesar de escribir una historia compartida, se debe pensar, aceptar y asimilar que los personajes son dos diferentes, cada uno con sus propias manías, obsesiones, deseos, gustos y maneras de resolver y percibir la vida. En varias ocasiones en los últimos meses me he descubierto molesto porque Orsnulfo no actúa como yo quisiera, no hace algo del modo en que yo lo hago o no reacciona como yo reaccionaría. Y pues, qué pedo conmigo.

Es que es bien fácil saberse, en teoría, todas estas cosas, pero ahora sí que como puse en mi tuit:

La cuestión es que hay que estar siempre atentos y vigilantes a estos asuntos, y aceptar que es algo que no se resuelve y ya, sino que se trabaja todos los días, día a día, mientras exista la voluntad de contar una historia común entre dos o más personajes. Así es la narrativa del cosmos…

Fino.

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