“Los Intocables” de Eliot Ness

ELIOT NESS Y LOS SEIS MISTERIOSOS CONTRA AL CAPONE

El combate del siglo

J. Lluch
La Bayoneta
Published in
5 min readApr 18, 2016

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1920. La Constitución de los Estados Unidos ha sido transformada para prohibir la venta, producción y distribución de alcohol. Las organizaciones religiosas clamaban por un cambio moral en América a base de medidas así, a lo que se sumó el hecho de que Alemania, su enemiga durante la Primera Guerra Mundial, era la mayor exportadora de cerveza. Es la época de la conocida como “Ley Seca”, y a pesar de que el Senador Andrew Volstead, padre de la idea, la recibió con estas palabras: “Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación […]. El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno…”, el tiempo demostró que, en realidad, supuso el comienzo de los años dorados del crimen organizado.

La enorme demanda de alcohol –puesto que beberlo era legal, lo ilegal era el conseguirlo– provocó que contrabandistas y mafiosos se enriquecieran muy rápido: las dificultades para ofrecérselo al gran público eran la excusa perfecta para poner un precio desorbitado y hacer un negocio muy rentable. Así, en ciudades como Chicago los criminales fueron capaces de sobornar a policías y jueces, logrando blindarse ante la Ley. Este es el escenario en que se enfrentaron nuestros protagonistas: el mafioso italoamericano Al Capone, Eliot Ness y sus “Intocables”, y los llamados “Seis Misteriosos”.

“Capone nunca se resignó al anonimato […]; con las fuerzas del orden en el bolsillo […] resultaba imposible de cazar.”

Alphonse Gabriel Capone

Capone nunca se resignó al anonimato, ni le preocupó la expansión de su fama por todo el país por asesinar a su competencia; con las fuerzas del orden en el bolsillo y un grupo de colaboradores dedicados a mantener sus trapicheos alejados de la justicia –legalmente era “vendedor de antigüedades”–, resultaba imposible de cazar. Nada podía relacionarlo con sus crímenes. Pero había un sector de la población que no estaba muy contento con el hecho de que Capone controlase Chicago: los empresarios. La terrible reputación de la ciudad prometía arruinar sus negocios, así que planearon cómo deshacerse del mafioso de una vez por todas. Crearon la llamada “Comisión Contra el Crimen en Chicago”, organización secreta compuesta por seis de ellos, con la que pretendían cumplir su misión haciendo uso de sus enormes fortunas y de métodos parapoliciales. La prensa los bautizaría como “los Seis Misteriosos”.

Paralelamente, unos agentes del Tesoros fueron enviados a la ciudad con la intención de parar a Capone y sus negocios clandestinos de alcohol. A la cabeza estaba Eliot Ness, nativo de Chicago. Ante la enorme corrupción que encontró tanto en la policía como en la clase política, Ness fue contactado por los Seis Misteriosos, junto a los cuales trazó un plan en dos direcciones: él se encargaría de enfrentar al mafioso de cara al público, atacando sus negocios directamente para mantener tanto a los criminales como a la opinión pública distraídos, mientras que unos agentes especiales reclutados por los empresarios realizarían una investigación en profundidad de las actividades económicas de Al Capone y su banda, con la intención de pillarlos por ahí, en los delitos tributarios, algo que nadie salvo ellos creía que sería suficiente.

“[…] el cerco se fue cerrando sin que Capone fuera consciente. Ness había revelado las enormes cifras que anualmente facturaba, y los agentes infiltrados tenían constancia de que ese dinero era blanqueado”

Bien sincronizadas, ambas partes supieron cumplir su misión. Eliot Ness realizó entrevistas a todo el cuerpo policial de la ciudad con la intención de reclutar un grupo de incorruptibles, para poder rodearse de gente de confianza que mantuviera la misión a salvo. De los más de trescientos agentes, Ness escogió sólo a nueve quienes, previsiblemente, pronto fueron tentados con sobornos, que siempre rechazaron, por lo que la prensa no tardaría en apodar al grupo “Los Intocables”. Día sí, día también, sus desmantelamientos de bares llenaban los periódicos, convirtiéndose en una molestia para Capone y sus negocios, a pesar de que creía que era imposible que lo relacionaran con ellos. Aun así, los Intocables pronto se volvieron su obsesión y el blanco de sus iras. Gracias a esto, pasó por alto cómo sus teléfonos eran pinchados y cómo agentes encubiertos se infiltraban en sus filas, recopilando ininterrumpidamente información para poco a poco tenderle una trampa.

Durante tres años, el cerco se fue cerrando sin que Capone fuera consciente. Ness había revelado las enormes cifras que anualmente facturaba, y los agentes infiltrados tenían constancia de que ese dinero era blanqueado. Pero aún necesitaban un nexo que relacionara a Capone con esas actividades. Sin embargo, los Seis Misteriosos acabaron llegando a la conclusión de que si obtenían sus cuentas sería solo cuestión de tiempo que se produjera un descuido que hiciera caer sobre la banda todo el peso de la ley. Por primera vez los contables de Capone y no sus matones eran el objetivo de Los Intocables. La oportuna muerte de uno de estos contables hizo peligrar el plan, pero después de un intenso tira y afloja en el que dos de los hombres de Ness perdieron la vida, la policía detuvo a otro, y tal como se había previsto, encontraron un nombre que permitió relacionar a Capone con sus delitos. El mafioso al principio no dio mucha importancia al asunto, confiado en su habilidad para desligarse de sus fechorías (seguía siendo imposible culparlo de sus numerosos asesinatos), y acudió a los juzgados esperando cumplir penas leves. Pero cuál fue su sorpresa al descubrir cómo los agentes habían conseguido relacionarlo con casi todos los negocios fraudulentos que había perpetuado, logrando que la acusación por evasión de impuestos e ingresos ilegales fuese realmente grave.

“Scarface” Capone, como se le conocía, fue encerrado en la cárcel de Alcatraz, de la que fue liberado unos años después a causa de una terrible demencia provocada probablemente por la sífilis que padecía desde joven. En 1947 murió en la bañera por un derrame cerebral. Eliot Ness, por su parte, se acabó trasladando a Cleveland, donde se vio las caras con el “asesino de los torsos”, el primer asesino en serie de los Estados Unidos, antes de fracasar en su intento de entrar en política. De los “Seis Misteriosos”, poco se sabe. Se cree que estaban integrados por Frank J. Loesch, del Colegio de Abogados de Chicago, Samuel Insull, Julius Rosenwald, Robert Isham Randolph, presidente de la Cámara de Comercio, Edward E. Gore y George A. Paddock, un agente de bolsa. Su gran logro fue tomar las riendas de la ciudad en su hora más baja, en un momento en que las leyes se ponían en su contra sirviendo como escudo a los delincuentes. Junto a Ness y su equipo supieron hacer acopio de coraje y tenacidad, usando todos los recursos a su alcance para lograr finalmente derrotar al rival en su propio campo, sin rebajarse a usar sus métodos.

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