El último bastión del colectivero
Maduro odia al Imperio pero aprende del Emperador.
Nicolás Maduro, el colectivero devenido a Presidente que legítima políticas públicas basándose en mensajes revelados por los pájaros, continúa fielmente con una tradición de su mentor y antecesor, el otrora Comandante degradado a pajarito Hugo Chávez. Ambos construyeron un discurso ardorosamente crítico del imperialismo mientras, merced a una economía cada vez más ruinosa y equitativamente empobrecedora, consolidaban al imperio como el principal socio comercial venezolano.
En sus comienzos, Chávez decía estar más cerca del entonces Prime Minister británico Tony Blair que del mal llamado dictador Fidel Castro. Al respecto, Fidel Castro podrá ser mentiroso, puerco, idiota, dictador; pero nunca una estrella de porno. Ni, para el caso, un demócrata. (Que en Paz descanse). Pasarían algunos años hasta que el bolivariano empezara a rendir pleitesía al Presidente cubano no electo y sin partido opositor. Nobleza obliga, no es fácil seguir apoyando a un líder laborista escocés que, de la noche a la mañana, traiciona su ‘tercera vía’ para alinearse con un Washington dominado por los republicanos conservadores.
La cuestión es que, en la medida que el proyecto venezolano se radicalizó, las armas y consecuencias perennes del socialismo (la censura para proteger un discurso inverosímil; la persecución para eliminar amenazas al sistema; la estatización para desviar riqueza y evitar el progreso) se hicieron sentir cada vez más. Sin bienes de consumo básicos y nadando en billetes sin valor, Nicolás Maduro ya no goza de los recursos que le permitían a Hugo Chávez salir por las calles al grito de ‘¡Exprópiese!’, e incluso debe confrontar con un Poder Legislativo en manos de la oposición que se desespera por encontrar una forma de convocar al referendum revocatorio, el cual, creen, expurgará a Venezuela de esa enfermedad que es el chavismo.
Es en este punto donde entra el flamante Vicepresidente que reemplazará a partir de ahora a Aristóbulo Istúriz. El elegido es Tareck El Aissami, un dirigente universitario demasiado joven y desconocido en los primeros años de la presidencia de Chávez, que en las casi dos décadas de desventura bolivariana se abrió paso en el oficialismo a fuerza de su lealtad a quien ocupara la cúpula y su servicio como fuerza de choque, mayormente verbal y mediática. En esencia, su rol y sus contactos con el mundo árabe lo convierten en la versión venezolana, y bastante más exitosa, del traidor a la Patria, racista, y eventual oferente de ¡amor, amor, amor!, Luis D’Elía.
Más que por cualquier vinculación con la tierra de sus ancestros, El Aissami empezó a ser conocido por su ascenso acelerado en el funcionariado público, y sospechado como un eslabón en la cadena del narcochavismo, el negocio de la circulación de droga a los Estados Unidos y Europa a través del territorio venezolano, y con la connivencia de una parte de su clase política.
Cercano a Hugo Chávez, se ganó su confianza (y un buen cargo) cuando el entonces Presidente buscaba renovar su gabinete y su imagen, tras conseguir la reelección en 2006. El Aissami siguió acumulando poder hasta quedarse con el Ministerio de Interior y Justicia. Precisamente, durante esos años comenzó a sonar su nombre en torno a los vínculos con el narcotráfico. Como levanta Infobae:
El escándalo que marcó su gestión fue la captura del narcotraficante venezolano Walid Makled, atrapado en Colombia y extraditado después de varios meses a Venezuela. En el intervalo ofreció entrevistas a funcionarios de la DEA […] Makled confesó que él le pagaba al ministro El Aissami para enviar cargamentos a través de Venezuela.
Desde entonces, la investigación de la DEA involucra a El Aissami con quien es considerado el verdadero hombre fuerte de Venezuela tras la muerte de Hugo Chávez: Diosdado Cabello. Al menos hasta ahora.
Muchos de los que desean sinceramente que Donald Trump no termine su mandato se ven obligados a retractarse cuando recuerdan que su eventual sucesor, Mike Pence, es de una línea conservadora y cristiana mucho más dura que el próximo Presidente de los Estados Unidos. De igual modo, la elección de El Aissami puede entenderse leyendo el título que hace unas horas se lee en el portal de El País: Tareck El Aissami, el chavista más rechazado por la oposición.
El objetivo de Maduro es resistir con aguante hasta las elecciones presidenciales de 2018. Si consigue persuadir a la oposición de no insistir con el referendum revocatorio, sólo deberá preocuparse de que el país no vuele por los aires. Como ya es tarde para eso, quizás no tenga de qué preocuparse.