Al hombre de Sultanahmet, Estambul II

Georgina Mexía-Amador
La coleccionista de turcos
2 min readJul 16, 2014

Te encontré en el mismo sitio, como si todo este tiempo me hubieras estado esperando en el restaurante de aquella esquina de Sultanahmet. Me regodeé en tu belleza (o en mi lujuria), y recordé con cada palpitación de las venas bajo mi carne por qué había estado pensando en ti desde que te conocí. Sultanahmet se abrasaba en el calor del verano, y tú regabas los adoquines del asfalto como si fueran un jardín de plantas sedientas. Te reconocí después de no haberte visto durante un año. Uno que otro trazo de tu rostro se había conservado intacto en mi memoria, pero cuando volví a verte supe sin duda que se trataba de ti: mi deseo, mi fantasía, mi recuerdo en esas calles serpenteantes habitadas por gatos y graznidos de gaviotas. Tu cara barbada, tus ojos negros, grandes, tu cuerpo macizo, alto, tu nariz aguileña. Qué no habría dado por anidar en tus brazos. Pero al volver a verte supe que mi sentimiento en realidad era una ardiente lujuria, y no el fantaseo inocente y platónico que me había consumido desde que te conocí. Te diste cuenta, y sin duda te regodeaste en el hecho de que lograste atraer mi atención. Estúpido macho alfa. Me repeliste. Decidí ignorarte. Lo que no podías saber es que en realidad ya me le había entregado a alguien más, alguien que se atravesó entre ti y mis deseos enfermos de volver a verte. Al conocerlo a él, al saberme en sus brazos en medio de todas aquellas antigüedades hacinadas en repisas polvorientas, al experimentar el placer de sentir sus labios acariciando mis senos mientras el muecín cantaba de noche desde su alminar, supe que te había olvidado: ya no me importaba haber vuelto a Estambul por ti. Lo único que había cobrado significado para mí era haberlo conocido a él en aquella tienda de antigüedades, en aquel pueblo rocoso de Capadocia. Te desprecié. Y me dio asco mi propia lujuria.

--

--

Georgina Mexía-Amador
La coleccionista de turcos

Bailarina exótica, cantante de bañera con manos de pianista frustrada. Amo los automóviles y el olor de las tintorerías. Escribo por nece(si)dad.