Los Comunes Urbanos y el Derecho a la Ciudad

SariSue
La Comunal
Published in
3 min readAug 26, 2020

El derecho a la ciudad es una idea que ha despertado un renovado interés en multitud de movimientos sociales a lo largo de los últimos años. Este slogan nos anima a reclamar la ciudad como un espacio co-creado, comunitario, un espacio de todos, un espacio para la vida.

Los espacios públicos de nuestras ciudades son uno de los escenarios más amenazados por los cercamientos comerciales. La férrea alianza de corporaciones, políticos, promotores inmobiliarios, arquitectos y planificadores urbanos está apropiándose de nuestras plazas, parques, playas, paseos, recintos deportivos e incluso la mismísima imagen e identidad de nuestras ciudades. Aunque pueda parecer que la venta de derechos sobre el nombre o la imposición digital de logos en estadios son hechos triviales, en realidad revelan una tendencia preocupante: la de borrar nuestra identidad social. Los espacios públicos comunes son los que con el paso del tiempo dotan de “alma” a nuestras ciudades, aunque según la lógica de mercado, no son más que otra mercancía que puede comprarse o venderse.

Es importante que comprendamos que los espacios públicos físicos desempeñan un papel crucial a la hora de ejercer la democracia. Se mire por donde se mire, el cercamiento y mercantilización de los espacios comunes es un acto esencialmente antidemocrático. Sin estos espacios, nos vemos despojados de lugares de reunión y creatividad ciudadana y obligados a interpretar el rol que nos dictan los mercados y el Estado: el de consumidores materialistas y ciudadanos dóciles. Más concretamente, las plazas han servido de escenario para numerosas protestas y levantamientos populares en pos de nuestros derechos. La desaparición de estos espacios de congregación nos aísla y nos aliena.

Una fotografía de las antiguas calles de Tarlabaşı , tomada por Ali Öz

Uno de los ejemplos que irremediablemente se me vienen a la cabeza es el caso del parque Gezi en Estambul. He pasado muchos años yendo y viniendo de esa compleja y hermosa megalópolis, llena de vida y de espacios públicos que bullen con artistas callejeros, música, gatos, fuentes y caminantes. Muchos de los espacios más emblemáticos de la antigua Constantinopla se encuentran en peligro de privatización. Las políticas urbanísticas del AKP (el partido político en el poder, liderado por Erdogan) arrasan, a pasos agigantados, con edificios y espacios que forman parte de la memoria colectiva de sus habitantes y que ningún parking ni centro comercial puede reemplazar. Estambul se ha ido convirtiendo poco a poco en una de las principales capitales de la especulación inmobiliaria. Algunos de los barrios más antiguos e históricos del corazón de la ciudad (habitados por población marginal), tales como Sulukule o Tarlabaşı han sido desalojados para construir fríos bloques de apartamentos y oficinas, restaurantes, hoteles y rascacielos. En 2013, los ciudadanos de Estambul se levantaron contra este abuso cuando el gobierno anunció su intención de demoler el parque Gezi para construir un cuartel militar y un gigantesco centro comercial. Muchas otras ciudades siguieron el ejemplo, sublevándose ante los planes urbanísticos que estaban destrozando el alma de las ciudades.

Mayo de 1968, protesta contra la detención de Jane Jacobs, acusada de incitar revueltas ciudadanas ante los planes de la Autopista del Bajo Manhattan.

Otro ejemplo muy inspirador es el de Jane Jacobs, que encabezó una revolución contra el “zar de la planificación urbana” Robert Moses para salvar un barrio neoyorquino del desalojamiento y la demolición. El proyecto de la Autopista del Bajo Manhattan prometía progreso y el barrio de Greenwich se interponía en sus planes. Cual David contra Goliat, Jacobs ganó la batalla por la ciudad, y reflexionó sobre la esterilidad de la planificación urbana, que sólo se preocupaba de procurar espacios para la actividad comercial y que consideraba a los barrios bajos como tumores urbanos que deben ser “extirpados”. Los espacios comunes han de ser inclusivos: no son sólo para los ricos. La gente es la sangre que late por las venas de la urbe.

El escalofriante poder del capitalismo ha alterado para siempre nuestras dinámicas sociales y ha dado lugar a desigualdades espaciales en ciudades de todo el mundo. El derecho a la ciudad insiste en la necesidad de “rescatar a las personas ciudadanas como protagonistas de la ciudad que ellas mismas han construido y transformar los espacios urbanos en puntos de encuentro para construir vivencias colectivas”.

¡Recuperemos nuestras ciudades!

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