Lilith, Adan, Eva y el complejo de Electra

Gaiawyn
La ecuación de la consciencia
6 min readSep 26, 2016

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Hace un tiempo atrás escribí en una red social que se venía el artículo del complejo de Electra y desde entonces he estado procesando toda la información que he recolectado desde la reflexión, la observación y la investigación.

Mis artículos siempre tienen un ciclo de vida: primero surge la idea original; luego dejó que esa intención temática haga viajes entre mi consciente, mi inconsciente y el plano colectivo para que se cargue de información (en este estado pueden estar varios artículos a la vez); luego observó reflexivamente esa información y lleno los huecos con investigación en mis tiempos libres; hasta que finalmente algo hace que la carga sea tal que se vuelque; como esas pequeñas fuentes eléctricas de agua que poseen un recipiente que se encuentra en equilibrio y que cuando empieza a cargarse de agua comienza a descompensarse y de golpe gira y deja caer su contenido sólo para volver a su estado original una vez que se vacía; es en ese vuelco que mi deseo de escribirlo se desata y lo plasmo en palabras como queriendo arrojarlo fuera de mí de una buena vez y volver a mi equilibrio al publicarlo, omitiendo incluso a veces las revisiones necesarias. De hecho (aunque sea difícil de explicar y más de creer) las correcciones aparecen cuando después de publicarlo me conecto con el plano colectivo y presto especial atención a sentir desde allí si hay cosas que conceptualmente resuenan muy raro.

Volviendo al tema de Electra, el fin de semana pasado tuve ese momento en el cual supe que el vuelco estaba por llegar. Sin estar abocada específicamente a mi tarea de investigación presente, apareció un concepto, un giro, una idea que no había relacionado antes y que encontré crucial para repensar el tema principal, apareció Lilith.

Para quienes no estén familiarizados con Lilith haré una breve y meritoria introducción ya que su historia no es tan conocía después de todo. Según la tradición hebreo-mesopotámica (valiéndose de una interpretación amplia de ciertas líneas del Genesis), Lilith fue la primera mujer de Adán, esta fue creada con el mismo proceso que él y era desde toda perspectiva su igual. La historia cuenta que Adán y Lilith nunca pudieron ponerse de acuerdo porque mientras Adán insistía en que en el sexo ella se acostase debajo de él, ella lo cuestionaba argumentando que él no debía mandarla ya que eran iguales; finalmente Lilith deja el Edén por cuenta propia y termina uniéndose y procreando con demonios.

¿Por qué encuentro relevante la historia de Lilith en relación con el complejo de Electra? Porque si Lilith era la igual de Adán por ser creada del mismo modo, entonces por ser sacada de su costilla Eva podría interpretarse como… adivinaron, como la hija de Adán.

Este artículo no va a centrarse en el proceso de desarrollo psico-sexual de una mujer en sus primeros años, aunque por el título que he elegido darle a este texto es más que obvio que es un concepto que debe estar presente, pero se va a enfocar principalmente en como la relación de poder entre la mujer y el hombre a nivel social atraviesa perpendicularmente el desarrollo sexual de una mujer (lo cual incluye el complejo de Electra sin que este monopolice el tema).

Para poder pasar al jugo filosófico de esta reflexión escrita voy a cubrir rápidamente el complejo de Electra. Este complejo obtiene su nombre del psicólogo Carl Gustav Jung, ya que anteriormente se propone un postulado similar por Sigmund Freud pero éste no le da un nombre propio sino que lo llama complejo femenino de Edipo. Ambos psicoanalistas coinciden en que si bien el enfoque erótico de una mujer comienza en la madre, este enfoque se mueve al padre, pasando de la envidia al deseo del pene, etc.: teóricamente la niña resuelve su complejo de castración que la hace fijarse en el clítoris como zona erógena y (hablando mal y pronto) genera el deseo de tener ese falo que le falta dentro de ella desarrollando la vagina como zona erógena predominante y aceptando su pasividad en el encuentro sexual (retengamos el concepto de pasividad para más tarde, que vamos a retomarlo). La niña posiblemente rivalice con la madre en esta etapa y luego de reconocer que en su rol como hombre el padre elige a la madre, la nena hace las paces con esa realidad y libera su atención a encontrar otros hombres que la elijan.

Al igual que cuando escribí sobre el complejo de Edipo, debo aclarar que tanto la idea de una fijación verdaderamente sexual con un progenitor como la idea de que el tabú y la represión son procesos sanos del desarrollo humano me parecen conceptos sumamente errados en ambas teorías. Un niño o niña no tienen la madures psíquica para desarrollar deseo sexual, por lo tanto ver el desarrollo erógeno como deseo sexual es una interpretación adulta que carece de la empatía necesaria para entender el proceso que la niña/o está pasando. Además agregó que desde mi perspectiva encuentro que es por esa represión que desde el psicoanálisis se naturalicen la mayoría de las fijaciones y frustraciones sexuales que existen en los tiempos modernos.

Hace un tiempo atrás también escribí otro artículo que habla de la imposibilidad de hacer ciencia objetivamente dado que no podemos salirnos de nuestra condición de humanos para hacerla y en el mismo también aliento a considerar lógicas que conjuguen subjetividades en lugar de buscar una verdad excluyente (se llama «En búsqueda de la teoría del todo» si lo quieren leer); lo mismo sucede con las explicaciones que hallamos y las historias que contamos sobre la humanidad misma. Sin ánimos de subestimar el proceso intelectual de nadie y mucho menos de generar más divisiones entre los seres humanos, hay una realidad de la cual debemos empezar a responsabilizarnos y es que la mayoría de las personas (especialmente antes del siglo XXI) no éramos capaces de comprender algo más allá de nuestra propia experiencia; tomando esto en cuenta y sumándole el hecho de que la mayoría de las culturas desde la antigüedad hasta ahora han hecho una construcción social hegemonicamente masculina, no es de sorprenderse que historias como la de Lilith se usen cual fábulas para ilustrar desde un refuerzo negativo lo que una mujer no debe ser para estar integrada en la sociedad a la cual pertenece, y que también la explicación del desarrollo psico-sexual de la mujer se encuentre centrada en la importancia de la genialidad masculina. Si la lógica de que una mujer tiene que superar su «envidia al pene» para dejar el complejo de castración y así desearlo en otro es correcta, nada explica qué lleva al hombre a desear la genialidad femenina ya que teóricamente ninguna envidia tiene que superar para desarrollar deseo ¿qué le impediría entonces tener un completo narcisistas que desee todo lo que anatómicamente le producía placer independientemente de a qué o quién pertenezca?

Lo que intento explicar es que ya en la etapa adulta hay un principio de deseo activo tanto masculina como femeninamente hacia el sexo opuesto que no puede explicarse desde la perspectiva unitaria de la teoría psicoanalítica.

Esta observación que voy a hacer habla mucho más del contexto social de la cultura occidental que de una observación universal de los seres humanos pero, es cierto que en general en el desarrollo erótico las mujeres se centran mucho más en los aspectos psíquicos y los hombres en los físicos, lo cual significa que los hombres suelen tener más resistencias para pensarse amorosamente y las mujeres para pensarse sexualmente (desde mi perspectiva personal creo que el error radica en generar esta dicotomía entre el placer psíquico y físico creyendo que para que uno esté presente el otro debe anularse y darle más implicaciones a ambos placeres de los que realmente tienen). Retomando la línea de pensamiento, reconociendo esa tendencia del hombre a tener más libertad para encontrarse y disfrutarse en el deseo sexual, no es de sorprenderse que aquellas mujeres con igual libertad fueran consideradas socialmente una amenaza, un mal ejemplo, la mujer que debe auto-exiliarse porque no tiene espacio en la historia, ergo la forma en que se relata y desvirtúa la figura de Lilith para la posteridad.

Eva, la costilla de Adán, por el contrario, es el claro ejemplo de esta interpretación masculina del desarrollo femenino que no puede pensarse más allá de la importancia de la presencia del hombre y espero que después de este artículo su paralelismo con la teoría freudiana resulte evidente.

Lilith no es más que el estigma con el que toda mujeres que asume su sexualidad sin excusas tiene que cargar, pero si la unidimensionalidad demoníaca de femme fatale con la que la narrativa historia la connota, nos hace temer un aspecto de nosotras mismas, es hora de tomar la narrativa por las astas y empezar a contar nuestra propia historia.

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