Ojalá oliera a lavanda cuando nos morimos

Epitafio — 10 de octubre de 2015

Susana Zavala
La esquina feliz
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2 min readJan 7, 2016

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El abuelo casi se muere sentado en su sillón de toda la vida, en la sala que pudo hacer sido la misma de toda la vida y, para acabarla de amolar, casi se lleva a la abuela mientras ella dormía una siesta. Por poco no despierta. Los últimos días se lo llevaron a una clínica modesta para que descansara y para que la abuela no lo viera morir en su cama.

La de cosas que uno aprende sobre ese alguien cercano que muere: que lo que importa es que era buena persona, que alguna vez quizo ser torero, que tenía una bolsita llena de medallitas de santitos que ahora nadie sabe de dónde salió cada una porque no nos contó, que ya no le sobrevivían amigos ni familiares de su generación, que si estaba sonrojado todo el tiempo era porque ya no respiraba bien y no porque estuviera sano, que se jubiló hace más de 30 años y no tenía ningún pasatiempo que lo animara, que era un pan, que tenía mucho miedo a morirse.

Luego aprendes muchas cosas sobre los cercanos que siguen vivos: que no quieren dejarlo morir y lo llevan al hospital para que lo regresen a la vida, que mejor nos repartimos lo que dejó en lugar de tirarlo o donarlo aunque sean sólo calzones, que la abuela ya no tendrá donde vivir, que hay quien ayuda mucho, que hay quien ayuda poco, que hay quien no ayuda, que la abuela envejeció más en los últimos dos años que en los pasados 20, que nadie quiere hablar de la muerte excepto mi madre, que a ella la tiran de a loca por querer hacerlo, que todos estamos cansados y que, no importa cómo lo afrontes, siempre te vas a deprimir cuando alguien cercano muere.

Y la de cosas que uno aprende sobre la vida: que no importa lo que hayas ahorrado o comprado porque cuando mueres no te llevas nada, que el apego no es bueno a la larga porque no te deja morir en paz, que hay que arreglar los asuntos personales para no dejar problemas a los que se quedan, que pedirle a otros que te cuiden durante años no es bueno para nadie, que siempre hay que pensar en la muerte para que cuando llegue no nos agarre en curva, que siempre olemos feo al final de la vida, que después de muerto te comunicas mediante los sueños con los que quieren escucharte, que yo no quiero morir sentada y aburrida en un sillón, que no quiero que me cuiden mis hijos si me enfermo tantos años, que, después de todo, lo que importa es la vida y no la muerte.

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