Carta abierta: “No soy ESO porque tengo amigos AQUELLO”

Esfera
La Gran Bola
Published in
7 min readNov 2, 2023

La excusa preferida contra una acusación racista “¿Cómo voy a ser racista, si tengo amigas y amigos negros?”. LA excusa para escurrir el bulto.

En el universo de Taro Yoko, los replicantes son unos cuerpos sin aparente vida que empiezan a desarrollarla 700 años tras su creación (más o menos). De la misma forma, crecemos influides por el entorno. Por ejemplo mis padres, igual que Elon Musk sobre su hija, creen que Twitter (y la gente que sigo allí) me han convertido en alguien más rojo que la cara de Gorbach- no espera… Más rojo que Monkey D. Luffy. He de pensar en referencias más modernas, por el algoritmo, redes sociales, etc.

Hace unas semanas, ojeando la red anteriormente conocida como Twitter, di con un podcast o más bien sus clips. No hay negros en el Tibet es un programa de radio dirigido por tres personas: Lamine Thior, Asaari Bibang y Frank T. En algunos de los clips de sus programas hacen humor tratando temas diarios vistos desde otro punto de vista. Pero tienen clips para enmarcar como este:

Como tio cishetero blanco genérico friki, algunas de las conclusiones me chocan por desconocimiento. Imagina un pavo en la perfecta y genérica simulación para la crianza de un crío blanco cis hetero. Sales de ese cole religioso, donde los extranjeros eran más la mascota de la clase que personas… Siempre, para definirme he considerado que soy un niño probeta desarrollado para empezar cualquier novela pocha preadolescente (con su dosis otaku). Creo que la cosa más característica mía es mi afición por la piratería, por haber nacida en el seno de una familia solitaria y sobreviviendo a fin de mes sin excesos.

Peligrosamente estoy entrando en el territorio de “justificación” con estos primeros párrafos, así que si me permitís viraré este barco sin rumbo a aguas menos tormentosas.
Mi jefe, un (reconocido por él) kinki, criado en un barrio marginal de Barcelona (La Mina); al mes de conocerme dijo lo mismo que cualquiera de vosotres al verme: Te falta calle. De hecho, es gracias a este individuo poco fan del género femenino, por el que me pagan 3,5€/hora(aprox.) por hacerle compañía que escribo este texto.

Si igual que a los replicantes de Nier, los seres humanos nos vemos influidos por nuestro entorno, me alegra haber encontrado internet. Las pocas veces que en alguna institución me han exigido escribir una historia, la temática siempre ha sido esa necesidad de romper alguna “simulación” rollo SAO (Sword Art Online) en aburrido. Supongo que de ahí mi interés por esos experimentos transmedia el año pasado.

Internet desde mis 17–18 años me ha ayudado a ganar algo de esa “calle” (y los Simpsons). Ello se extiende también al tema de hoy. Mi entrada a los 20 fue descubrir de donde bajar Naruto, y por extensión, a más gente con mis aficiones. Después de esa ruptura de mi barrio, el centro de la ciudad y poco más gracias a los foros… llegó Twitter. Explotación, ideologías, conciencia de clase, lenguaje inclusivo, gente trans, que LGTBI era algo más que una bandera de colorines, la izquierda y derecha como algo más que esos dos señores de Futurama idénticos…

Recuerdo como en el colegio tuvimos un debate sobre inmigración (2007–2008 sería). Con rol-play poniéndonos en la piel de determinados colectivos. En mi caso, la postura de las niñas y niños refugiados. Ante esos casos, mi postura era la ignorancia absoluta, pasar la patata caliente a otro hasta que sonase el timbre; total “los niños y niñas no suelen tener opinión” argumentaba. Pero Twitter me lo vendía de otra manera, gané interés. Me volví “rojo”. O al menos así se ve desde fuera.
Si parezco medio decente por interesarme por esos temas, por intentar aprender a hacer las cosas bien; es por fijarme en la gente que sigo. Os aseguro que soy un idiota que lo puede disimular por la gente a la que sigue.

Todo esto suena bien, hasta que te pasa aquello que me pasó un día con estos menesteres. Igual que al aprender un idioma, que entiendas aquello que te dicen no implica que sepas aplicarlo.

No sé si Juan Salas estará leyendo estas líneas pero es una de las personas que más he aprendido. Tanto es así que quise traerlo al podcast aprovechando cualquier tontería. Imaginad el ridículo cuando no sé como salir por dudar si usar la palabra “negro” o “de color”… Es como cuando vas a referirte a una persona ciega “¿Es mejor llamar a alguien ciego o invidente?”. El pobre tuvo que salvarme de esa parálisis cerebral, ayudándome a reconducir la conversación. Pese a ello; la memoria no olvida. Tanto aprender no me valió de mucho. Estaba apenas en la línea de salida de una senda MUY larga. Daba las mismas vibras ese ex obsesionado en demostrar cuanto ha cambiado, cuando en lo más profundo de su ser aún quedan resquicios de esa toxicidad que le llevó a la ruptura. Ahora entenderéis el por qué decía antes “entrando peligrosamente en en el territorio de “justificación””.

En este tipo de conversaciones en relación a otras personas, siento que alguien como yo es la última persona que debería hablar. Por ello, veo necesario un prólogo a modo de cartel con letras roja; un aviso que mi voz no debe ser predominante. Yo o cualquier otro cis hetero blanco con la chapa sobre problemas de otros es el equivalente de un editor “pagando con exposición”.
¿No debería ser más apropiado que hablasen mujeres, gente trans, o negros de sus problemas (entiéndase cualquier colectivo, sólo he puesto unos de ejemplo)? Si soy yo quien habla por elles, ellas o ellos, privo a estas personas de hablar. Recientemente Enrique de Eurogamer hizo un maratón solidario por Palestina, con grandes personalidades, pero también gente más familiarizada con el problema palestino. No fue un blanquito hijo de millonarios volviéndose hippie por haber abierto ojos a los problemas de la contaminación como en tantas películas. Fue un stream solidario con la concienciación en mente, sabiendo cuando dejar hablar a quién sabía más.

Ahora llega mi jefe a la ecuación. Ya hablaba de como él no es muy fan de las mujeres que digamos (ni a los moros de mierda, vagos de los negros, etc. pese a ser “abierto de mente”). Hemos empezado hablando de mi caso por un entorno ignorante a muchas cuestiones como las que No hay negros en el Tibet plantea en sus programas, o cualquier otro elemento de ocio plantee. Puede gustarte más o menos pero la sociedad en general está pasando por un ejercicio de reforma en el pensamiento. Puedes hacer el esfuerzo por formar parte de ese avance, o quedarte atrás con tus valores/ideas. A más años, el proceso cuesta más (para muestra mi batacazo en el podcast mencionado).

El problema son quienes reaccionan negativamente a esta nueva mentalidad, como si este cambio les arrebatase su lugar en el mundo. Su mundo desecho como un azucarillo en una taza de café, privados de su lugar, privilegios, libertad verbalizando impunemente cualquier soplapollez. ESE tipo de persona es por quién escribo este texto con idea de organizar mis ideas tras meses atrapado en su trabajo (odio la cotización y el capitalismo).

Por supuesto, fuera de el teclado claro que me resultaría extraño tratar con alguien trans, probablemente tuviese otra parálisis cerebral como con Juan. Hasta me cuesta tratar con gente de mi edad porque la mayoría de mi entorno está a nada de jubilarse.
Aún así, he decidido hacer el esfuerzo por normalizar algo positivo, en lugar de dejarme llevar por la ignorancia como antaño. Una actitud que, sin saberlo, pasaba por algo demasiadas actitudes negativas normalizadas por la sociedad. Al caer ahora, siento haber estado en el bando equivocado, quiero cambiar, como ese ejemplo del ex empeñado en decirle a su antigua pareja “vuelve conmigo ahora que te he demostrado lo estupendo que soy ahora”. Hablo en primera persona pues probablemente yo este en ese punto, e igual por ello todo me suene a justificación.

Resulta triste en pleno 2023, con la red de redes dominada, estando más conectados que nunca; aún titubear hablando a gente distinta a una o uno mismo. Sin pretensiones de ser el producto de una campaña de marketing pochonera “hemos perdido el factor humano si como sociedad seguimos sin saber conectar con gente diferente”. E igual con estas palabras ya esté ofendiendo de forma no intencionada a miles de personas con una palabra: Diferente. Un juicio de valor por el que creemos los demás nos tienen, ya que “si lo hacemos nosotros seguro que los demás también”. Ahí yace la diferencia entre estar en la línea de salida o haberla pasado (al menos eso pienso). Quizá sea el entorno que nos condiciona esa mentalidad, ignorantes de que esto va de empatía, no “bandos”. Por no entrar en el erróneo nos esforzamos tanto con esa frase “No puedo ser ESTO cuando tengo amigos AQUELLO”.
Quizá esa presión entre “bandos” sea aquello que origine ese efecto rechazo en personas como mi jefe, incapaces de esforzarse en reformar su forma de ver a los demás. Bueno eso y, como decía el Capitán Zapp Brannigan:

Vale, esta sí es la última referencia a Futurama. Ha costado un poco sacar adelante este texto, e igual por ello se ha quedado un poco largo. Hasta el próximo desvario de este imbécil fan del arte marcial del rebote.

--

--

Esfera
La Gran Bola

Un tipo que se dedica a escribir sobre su hobby porque no hay humano capaz de aguantar su turra en la vida real.