Abriendo el 2021

La Jeringa
La Jeringa
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4 min readMar 1, 2021

Por: Agustín Enrique Ortiz Montalvo

Ilustra: Amanda Cortada.

Entrando el 2021, he vuelto a escribir. Mejor que eso, he vuelto a leer con voracidad: El testamento, de Jhon Grisham. Sobre todo me ha marcado profundamente el personaje de Rachel Lane: una misionera que convive con indígenas de las zonas pantanosas del Brasil intricado, ajena a su padre multimillonario, al dinero y sus demonios.

El personaje principal de la novela, el abogado con años de experiencia, cargados de vicios, crisis y aspiraciones comunes, nunca llega a entender cómo piensa esta mujer, a la altura intelectual que ella ha escalado, la pureza que transpira su alma. Es lo más conmovedor del libro. Él regresa a la selva para verla otra vez, para nutrirse de su paz, mas descubre que ha muerto de malaria. De alguna manera sus visiones del mundo se excluyen: no hay conciliación. Aunque él no puede desprenderse de lo que es, creo que la vivencia de conocerla, lo hace mejor. Si se progresa cada día, aunque sea un poquito, algo hemos logrado.

Las veces que me quité de las páginas del libro, fue para salir a la calle. A sentir la ciudad. A cogerle la temperatura a estos tiempos. Me tiré pal Vedado a comprar pan. Rien de spécial. La même monotonie de tous les jours. Caminando por Línea, un domingo, no veía a mucha gente por la avenida. Pasó una pareja con pinta de ciclistas. Tenían las licras puestas, como si estuvieran entrenando y no hubieran salido a olvidarse de que no hay pan ni un carajo. Y andaban en unas bicicletas de esas de tubos finos, altas, cómicas, de competencia. Yo no tengo ni bicicleta en La Habana.

Finalizando el 2020 y a inicios de este año, me paré frente a un cajero y saqué parte de mis ahorros para aprovechar el dinero antes de que los precios cambien. Los ahorros no pegan con el ordenamiento. Y me dio por comprarme ropa. Las ganas de hacer algo. Estoy convencido de que me interesaría salir, involucrarme en otro tipo de aventura. Por ejemplo, no puedo desprenderme de unas escenas de Agatha de la Fontaine. Ya está cuarentona; me refiero a ella cuando aparece en Train de vie (no sé a quién se le ocurrió esos desnudos). No es que sepa mucho de lo que estoy hablando, pero cada cuerpo es distinto.

Quisiera irme pa un party, donde el Dj no sea pesao y tire algunos temas de El último tour del mundo. Pa seguir en mi canal de consumidor y, con un trago en la mano, decir: “Hoy cobré y hoy mismo lo voy a explotar…el precio ni voy a preguntar”…

Lo que verdaderamente quiero es salud para mis padres, una especie de regeneración corporal que les permita distinguir nuevos colores a estas alturas de la vida. Motivos suficientes para que se echen a reír. Dar una vuelta y ver una estampida de conejos por 23. Que muchos me acompañen presenciando ese espectáculo. Últimamente las cosas no cambian. O al menos: no lo suficiente de un día para otro.

Buen tiempo para ellos. Y para mí. Con tiempo y suerte reescribes la escena del baño a la joven judía en la aldea francesa. La pasas mejor que encerrao, pelándote al cero como un monje, con el libro como hábito, y dedicado a las tareas laborales y familiares. Todo en exceso es malo. Y evitas andar por ahí…

Cuando faltan cosas, sales a comprar. Me dio por visitar Galerías Paseo y me eché un pantalón beige. Luego seguí para la Feria de La Habana (que estuvo bastante deprimida) y conseguí unos zapatos artesanales, de tela color crema, hechos con magia. Lo que se lleva ahora es el corte náutico.

“No es suficiente, tengo que vestir el torso”, me decía. Hay unas camisas Springfield en Galerías Paseo que se quedaron grabadas en mi cabeza. Lucen mejor que el pullover, cuyo diseño incluye una gaviota, que está vendiendo Clandestina. A la sede de esa marca, si voy, es a echarme una pachanga de mezclilla, como la que usa J Balvin en Yo le llego, o Jhay Cortéz en Dákiti; pero los ahorros no dan pa tanto.

Sacaron unos pantalones en El Bosque, antes de llegar al parque del Almendares, y fui pallá. Debajo del puente de 100 y Boyeros, encontré calzoncillos, medias y unos zapatos de cuero que estaban en buen precio. Fui adquiriendo algunas prendas y otras quedaron en el camino. Al cabo de un mes y pico, todavía es como que las necesito llenando mis percheros.

Cuando googleé la pachanga de mezclilla con la etiqueta de Clandestina, vi el precio y recibí una señal de que tenía que parar. Desde entonces espero el momento en que consiga reunir un poco más y pueda comprarla. Y tampoco olvido la lima de Galerías Paseo: albergo la esperanza de que cueste lo mismo.

Hoy me vestí frente a un espejo grande. Me estrené un pullover de uso (color crema) que me regaló un amigo, el pantalón beige y los zapatos hechos a mano. Todavía no tengo la pachanga, así que me puse una gorra Puma patrás (una adquisición a partir de las rebajas de fin de año). Estaba buscando una negra, pero apareció azul fuerte. Las gorras repas me cuadran más que las rápers. ¡Tremenda pintona! A lo mejor me faltaba la camisa Springfield o una de mezclilla por arriba: abierta, con las mangas recogidas…Esto es lo que hay, como dice CimaFunk.

Me vacilaba la barba, mientras pensaba en el estribillo de un tema nuevo de Bad Bunny: “Estoy en mi peak/y vo´a seguir en mi peak/Soy un rey, campeón/Booker T”.

Este año voy en camino a ser más imbécil.

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