El petricor del insilio

La Jeringa
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11 min readOct 9, 2021

Por: Camila Zorrilla

Fotos: Cortesía del entrevistado

Cuba está repleta de personas con una creatividad e ingenio que asombra incluso a los mismos nativos. Desde la más céntrica de las ciudades en Occidente hasta un pueblito que nace hacia los alrededores del río Contramaestre en Santiago de Cuba, la gente, sin darse cuenta, va creando, haciendo arte y viviendo de ello. Y es precisamente ese pequeño pueblo el que vio crecer al protagonista de esta entrevista, a quien la fotografía le sirvió de válvula de escape para vivir sus sueños.

Ruber Esmil Osoria González se llama este joven fotógrafo. Su trabajo es ajeno a las modas o escuelas, comenzó como algo íntimo, brotó de sí para sí mismo, aspecto que le brinda cierta singularidad. El amor por la fotografía le hizo abandonar su país en busca de un nuevo futuro tanto profesional como personal; sin dejar atrás sus tradiciones, con la añoranza de un día volver para cumplir metas. Y fue Chile quien abrió sus puertas y su corazón para acogerlo como a un hijo más; pero él le ha agradecido eso a Chile, saliendo cada día con su cámara colgada al cuello para capturar cada instante, cada paisaje, cada color. Lo hace de manera espontánea, a veces premeditada, conforma la foto en su mente.

Mediante proyectos, concursos, exposiciones, colaboraciones, se ha ganado el reconocimiento de fotógrafo profesional tanto en Cuba como en Chile. Le concede a la fotografía un espacio selecto en su día a día y es a través de ella que se comunica con el mundo. En ocasiones desafía con su obra la tradición fotográfica mediante una mirada muy personal, donde lo metafórico se mezcla con lo real, observando lo que se hace invisible para otros. Por eso, cuando aprecias una fotografía de Ruber no solo la visualizas sino que la sientes, te atrapa. Todo está en su trabajo, muestra un conjunto de cosas aparentemente insignificantes que juntas cuentan una historia; la naturaleza de la imperfección, de lo bello y lo no tan bello. Y todo se resume en la captación de un momento presente, cuya importancia podría ser tanto histórica como íntima; se trata de encontrar la verdad con la cámara.

He tenido el placer de conocerlo, aunque no personalmente, y conversar con él mediante una grata entrevista, que Ruber concedió con la bondad y carisma que le caracterizan.

¿Cómo surge tu afición por la fotografía?

Viene de manera terapéutica y accidental. Desde muy chiquito, estaba en la escuela primaria, fui un niño que participaba en todas las actividades de la escuela, todas las dramatizaciones, de hecho me iban a buscar de otros grupos para que yo participara. Siempre tuve esa aptitud y así desarrollé mis habilidades blandas, por así decirlo. Ya en la secundaria decido optar por la carrera de teatro, de instructores de arte, que era a lo único que teníamos acceso nosotros los orientales en cuanto carrera artística; parece que el arte en Cuba está dominado por Occidente y para poder salir a flote hay que irse para La Habana. Ese año llegó una sola carrera para mi municipio (con más de cien mil habitantes), llegó una plaza para instructor de arte, tú te puedes imaginar aquello…, la cogió una amiga mía súper buena, Rulie, que está en La Habana ahora. Bueno, entonces Fidel había hecho un llamado que hacían falta profesores y yo dije: bueno voy a dar el paso al frente porque al final a mi me gusta actuar y la pedagogía no es más que una eterna actuación (…). Luego entro en el pedagógico y un día cuando salgo de pase, con Arnaldo Sariol (escritor, realizador y dramaturgo de mi pueblo) y muchos otros amigos y amigas fundamos un grupo de teatro. Fundamos “Reflejos Teatro” e íbamos haciendo obras de teatro de calle, hacíamos performance para todas las actividades. Nuestro sueño en ese momento era entrar en la AHS (Asociación Hermanos Saíz); en esa época el estándar más alto era llegar a la AHS, formar parte de ella. Y trabajamos siempre con pura autogestión.

Luego veo que el teatro como que no me llenaba, y por ahí me empiezo a regar, me comienza a gustar el rock. Al fundar el grupo de teatro me reuní con toda le élite de artistas de mi pueblo: trovadores, raperos, roqueros, poetas, el novelista Eduardo Encina (…). Y entonces hago un grupo de punk que se llamó Scars Game’s, yo era el cantante y con el grupo tocamos dos o tres veces, luego nos desintegramos. De ahí paso a ser el utilero de Metástasis que es una banda de rock, allí un día me pasan una cámara para que hiciera fotos, y ese fue mi primer choque con la fotografía. En ese entonces no sabía lo que era un encuadre, lo que era una composición, solo obturaba y ni sabía lo que era obturar pero era algo que salía natural (…).

¿Ahí empezaste a hacer fotos que te atraparan?

Sí, yo pasé a ser un miembro más de la banda y empecé a buscar, dije: esto es lo que me gusta hacer. Entonces hacía fotos solo cuando ellos me pasaban la cámara porque era de Gonzalo el guitarrista (…). Hubo un momento que comencé a hacer fotografías solo en la mente, y a estudiar. El poco dinero que me pagaban del sueldo de la pedagogía, que eran como cuatrocientos pesos, yo cogía siempre cincuenta y me conectaba en internet a estudiar. Descargaba los PDF de fotografía en un iPhone que me regaló un tío cuando vino de Estados Unidos. Y este se convirtió en mi primera cámara, estudiaba y hacía fotos con él. Pero antes de tener el iPhone tenía un cuadrado de cartón, yo no se lo enseñaba a nadie porque iban a pensar que estaba loco. Siempre lo tenía en el bolsillito y cada vez que veía una composición que me gustara ahí encuadraba, con el cartón.

Entonces empecé a hacer fotografías en mi mente, ya me consideraba fotógrafo. Las primeras fotos fueron de mi familia, una fotografía intimista. Por el hecho de que sabía que me iría del país y no iba a regresar hago esa serie de fotografías que se tituló “Ignoto. Rostros del Contramaestre” con los rostros de mi familia, mi sobrina, mi abuela, e hice una exposición en mi pueblo antes de irme.

Cuéntame de esa primera exposición.

Fue esa, aun están en la casa algunas fotografías. Fue todo autogestión, todo reciclable, imprimimos, y el montaje fue muy ecológico porque fue en cartón pegado con pegolín de yuca, todo muy artesanal. Aquí fue, conocer a mi familia, y hasta más allá de mi familia porque cuando fotografiaba a mi abuela me di cuenta que en el momento que editaba esa foto, la publicaba y mostraba, dejaba de ser mi abuela para convertirse en un personaje de mi historia y la historia del espectador.

¿Cómo se desarrollaron tus intereses estéticos en un inicio?

Sabes, nunca tuve eso. Mira, siempre fui muy amigo de Arnaldo Sariol, conversábamos mucho de arte y dimos el salto, él al cortometraje y yo a la fotografía; no buscábamos componente estético ninguno, no nos interesaban esas cosas. Hacíamos algo para nosotros mismos, estábamos viviendo un insilio constante y lo que más nos podía mantener vivos era el arte. Como no éramos de academia no nos importaba nada de eso.

¿De dónde viene tu gusto por las cosas y escenas cotidianas?

Viene de la necesidad de que…, uno no es millonario, uno no tiene la posibilidad de viajar. Hay fotógrafos que viajan a muchos países. Como yo no puedo, pero sí puedo traer mi cámara todos los días, salgo a fotografiar mi cotidianidad como si fuera un país diferente. Salgo a la calle y ya, buscando cosas, colores nuevos, viendo la calle cada día diferente, hasta a mi propia familia. Pero sabes por qué retrato mi cotidianidad; porque es lo que más se extraña, cuando uno sale de su patria, de su lugar de origen. Extraño el pito del panadero en la mañana, los niños silbando a las palomas. Eso es lo que uno extraña, su pedacito. Entonces yo fotografío esas cosas acá, sé que las voy a extrañar cuando me vaya.

¿En qué año partes a Chile? ¿Cómo fue tu introducción en la cultura chilena?

Parto en 2018. Yo considero que no hubo una introducción mía en la fotografía chilena porque yo soy un producto de la cultura chilena. Soy cubano pero mi fotografía toda está acá, mi influencia es de Chile, de fotógrafos chilenos como Sergio Larraín, Álvaro Hoppe, Sel Sagama y otros. Luego fue la creación de AFOCONCE que es la asociación de fotógrafos de acá de la región, fundada por cuatro fotógrafos chilenos y yo. Y es como un aporte mío acá a la ciudad. Los estudiantes de la universidad vienen y dan su pasantía de periodismo, ayudamos con las entrevistas y se publica mucho de cultura fotográfica, para promover dicha cultura.

¿Actualmente vives de la fotografía?

No, y nunca me lo he planteado. Recién me escribieron para que fotografiara un concierto de C-funk, un cantante de acá, pero no sé si se va a concretar del todo. Pero nunca me he dedicado a vivir de la fotografía, siempre lo he hecho por amor y me he considerado profesional. Hago fotos de los grupos de teatro (…) y algunas publicaciones que he hecho en Rialta y El Estornudo; que las publicaciones que he hecho en Francia, en España, en Nueva York, ninguna me las han pagado, sin embargo en las cubanas en todas me han pagado, para que veas como son las cosas. Pero por ahora no lo pienso. Recién he hecho trueque con una amiga que hace poleras y polerones, y le hice las fotos de esta temporada de invierno-primavera. Hice algunas aplicando un desaturado selectivo, una onda muy mía que me gusta.

Tu manera de fotografiar se distingue por la espontaneidad. ¿Qué piensas que es lo más importante a la hora de hacer una fotografía?

No sé si tanto por la espontaneidad, pero bueno sí. Yo creo que lo primero que hay que tener claro antes de hacer una foto es tener algo que decir, y saber cuál es nuestro conflicto como fotógrafo, con esto me refiero al por qué. En la fotografía no importa tanto el cómo pero sí el por qué.

¿Tiene tu obra una vertiente de crítica social?

Sabes que sí, y aunque no la tenga la tiene. Mi fotografía tiene una crítica social y a la vez no, porque puedo hacer una foto que para mi no significa criticar al sistema pero que para el espectador sí lo es. Entonces uno como fotógrafo se hace responsable de sus fotos, pero no nos podemos hacer responsables de lo que interpreta otra persona. Y sí, en algunos casos hay crítica social de mi parte y en otras del espectador.

¿Es el ambiente teatral que hay en las calles lo que te invita a salir y hacer tus fotos?

No es el ambiente teatral, pero siempre busco que la composición de mi fotografía sea como la del teatro, casi perfecta. Pero yo soy una persona que la escasez en Cuba le hizo enamorarse de la literatura. En mi casa nunca hubo televisor, crecí sin él y me refugié en los libros. Cuando salgo a la calle voy en busca de esos personajes que leo, entonces salgo a reconstruirlos, les doy un rostro, un cuerpo, una ropa y lo dibujo mediante la fotografía.

Además, cuando conocí el ensayo fotográfico pude expresarme como fotógrafo. Siempre tuve el trauma de querer ser poeta y no poder escribir, entonces escribo con sombras (…).

Durante cuánto tiempo y con qué frecuencia haces fotos.

Todo el tiempo, hasta para mi trabajo me llevo la cámara y en los tiempos libres hago fotos. Tengo buenas fotografías de mis compañeros y de mi entorno de trabajo. En la casa también hago fotos, siempre traigo la cámara en el cuello. Hasta cargando a mi hija hago fotos. La cámara es como mi teléfono, ya la gente me ve con ella y me ve normal, incluso posan y todo. Es una extensión mía.

De algún modo, la fotografía de calle posee una construcción estética que la hace parecer tomada en el momento perfecto, de una forma directa y muy bien enfocada. ¿Cómo definirías los momentos en tus fotografías?

La gente siempre dice eso de las fotos tomadas en el momento preciso, momento perfecto, y yo creo que uno como fotógrafo ya sabe cómo capturar. La foto se va creando, a veces tengo cosas premeditadas, pero puedo encontrar composiciones hechas. La fotografía de calle para mi es ver cómo la calle abre sus piernas para ser penetrada por mi lente y así ir convirtiendo esos momentos banales en fotografías únicas e irrepetibles.

¿Algún proyecto que te gustase destacar?

Bueno sí, recién salí en un libro, en el estallido social se lanzó un libro acá en la región donde vivo y salí en el catálogo. También he hecho unas seis exposiciones colectivas acá, y exposiciones online por la AHS, por las Romerías de Mayo. Además dentro de poco voy a exponer en Miami vía online.

¿Qué opinas de la labor que están haciendo los jóvenes fotógrafos en Cuba, en medio de una compleja situación sociocultural?

Total admiración para los jóvenes cubanos, y los no tan jóvenes que hacen fotografía; por seguir resistiendo, por ir creando una comunidad. Están haciendo hoy cosas muy buenas pero yo creo que falta más por decir, Cuba es más que un Almendrón y una negra con un tabaco en la boca, Cuba es más que eso. Mi consejo es que miren a su alrededor, que creen un discurso y lo defiendan. Y que se unan al trabajo en equipo, como lo está haciendo Cervantes enseñando fotografía, pura autogestión de él, eso es hermoso; lo que hace David también en Matanzas, lo que está haciendo Eloi, mi gran admiración para él y muchos otros que con los problemas que tiene Cuba siguen creando, siguen con la motivación a pesar de todo y eso es digno de admirar.

Cuéntanos de tus metas como artista.

Yo me veo como dos tipos de fotógrafo, uno soy yo, el Ruber que hace sus fotos; y el otro Ruber, que hace por las fotos. Y mis proyectos son regresar a Cuba e investigar, buscar a los fotógrafos de mi pueblo y tratar de recuperar esas imágenes, ir reconstruyendo un árbol genealógico de la fotografía en mi pueblo, rescatar esas memorias. Poder también, en un futuro no muy lejano, lanzar un concurso para promover la fotografía cubana, para motivar porque la mayoría de fotógrafos cubanos que se dedican a hacer fotografía documental y de calle no cobran, ninguno cobra. Entonces un concurso para motivar, porque mis motivaciones también vienen así. Publicar un libro de fotografía, estoy reuniendo cosas para ello. Exponer en Cuba, en la Fábrica de Arte Cubano por qué no, un oriental exponiendo en FAC ¡oh!.

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