Fracción beethoveniana: 3 sonatas sobre 1 pianista

La Jeringa
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4 min readDec 23, 2021

Por: Amanda Espinosa Ramos

El festival Beethoven inició sus actividades el pasado jueves, 16 de diciembre, para celebrar el 251 aniversario del natalicio del genial compositor. Su apertura, a cargo de la consagrada pianista Lianne Vega, tuvo cita en una de sus principales sedes, el Oratorio San Felipe Neri, que se halla en la calle Aguiar y la esquina Obrapía, Habana Vieja. La intérprete de la noche obsequió al público con la actuación de tres sonatas beethovenianas que pusieron de relieve el tan conocido estilo del compositor alemán.

Para el lector que no sea muy versado en temas musicales, en las investigaciones del arte sonoro se determinó que Beethoven, tantas veces calificado como genio, es en varios sentidos una influencia principal para los compositores que le sucedieron: fue paradigma para el creador romántico y aún en nuestros días es escuchado con placer y tomado como referente en la enseñanza de varias disciplinas teórico-musicales.

La sonata, asimismo, es un género que revela rasgos imprescindibles de la época y el “modo de hacer” del compositor. Luego de realizadas estas breves explicaciones, es manifiesto que un programa de tan poca variedad formal -teniendo en cuenta que se conformó solamente con tres obras del género sonata- puede aportar gran claridad cuando se tiene la pretensión de familiarizarse con Beethoven.

Aunque el programa de concierto señala en primer lugar la Sonata №8 Op. 13 en do menor, el concierto inició con las variaciones del primer movimiento de la Sonata №12 Op. 26 en La bemol mayor. Antes de esta sonata, el tema con variaciones como primer movimiento era una estructura poco común en este género. El uso del pedal en el piano se convirtió en una dificultad agregada por el hecho -ya tantas veces discutido por el público asiduo al Oratorio San Felipe Neri- de que la sala cuenta con unas condiciones acústicas desfavorables para la interpretación de este instrumento como solista, pues se produce una reverberación que entremezcla los sonidos musicales.

El segundo movimiento es un “scherzo”, término que significa “broma” y, como forma musical, fue Beethoven uno de sus establecedores. Por otro lado, el tercer movimiento, titulado Marcha funebre sulla morte d´un eroe tuvo un carácter trágico e hizo patente en el ritmo su cualidad de marcha. Este movimiento fue interpretado en el funeral de Beethoven, un evento multitudinario. La sonata concluyó con su cuarto movimiento, Allegro, dando paso a la segunda obra.

La Sonata №18 Op.31 en Mi bemol Mayor muestra una sonoridad sobre lo habitual en Beethoven. Por eso es ampliamente sorprendente que, exceptuando su tercer movimiento, Menuetto. Moderato e grazioso, todos los demás movimientos tienen una estructura de Allegro de Sonata, y no existen contrastes en cuanto al tempo de cada uno de ellos. En otras palabras, Beethoven dispuso que no se intercalaran “aires” lentos con los rápidos, sino que todas sus partes son en modo mayor y moderadas o rápidas. La interpretación de esta sonata demandó la destreza interpretativa de la pianista, que, aunque no puede decirse que su interpretación fue impecable, siempre ha tenido una entusiasta acogida por el público.

Patética, en su acepción de “adjetivo que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con peculiaridad dolor, tristeza o melancolía”, es el epíteto otorgado a la última de las obras interpretadas en el concierto. Se trata de la Sonata №8 Op. 13 en do menor, muy popular entre los amantes de la música del compositor alemán, puesto que refleja el auténtico espíritu beethoveniano temperamental. Ciertamente la interpretación de la Patética por Lianne Vega fue acertada y pudieron escucharse los tan necesarios contrastes de intensidad y carácter que la obra demanda. El público disfrutó mucho el segundo movimiento, Adagio Cantabile (adagio cantable), pues la protagonista del recital fue en especial artísticamente madura al definir ese toque.

La inauguración del festival Beethoven, el 16 de diciembre pasado, fue una muestra de la aun “dormida” difusión de las carteleras culturales. Tras la pandemia de la COVID-19, el regreso a los escenarios y festivales continúa siendo un extrañísimo evento social. La constatación de ese criterio se justifica en la escasa asistencia al concierto, puesto que el número de los espectadores no podría haber cubierto las primeras siete filas, lo cual no inhibió que el público estuviera concentrado y dispuesto a escuchar a la pianista. Las obras de Beethoven, siempre tan intrigantes y llenas de intensos desarrollos y deslumbrantes contrastes, fue capaz de agradar al oyente a pesar de su colocación únicamente en el género sonata. El homenaje a Beethoven necesita mucha más disposición, un programa variopinto, una mayor asistencia, todo ello si se pretende celebrar el 251 aniversario de tan cercano creador. Aún así, Beethoven permanece constantemente en el ambiente sonoro habanero, como una música que no necesita una tarjeta de presentación.

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