Larga noche de viernes

La Jeringa
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4 min readMay 21, 2022

Por: Anders A. Santana

Fotos: Abraham Echavarría Díaz

La condición de la nostalgia casi siempre se entrecruza al pasado, sobre todo, a ese pasado incapaz de repetirse y que ha de guardar bondadosos recuerdos. Una “larga noche de viernes” hace casi una década tuve la posibilidad de toparme con un concierto de rocanrol en medio del parque de Bauta. Anacronismo bello y totalmente inequívoco; un pueblo a las afueras de la ciudad, un pueblo de campo, con costumbres del nuevo milenio poco musicales o artísticas, me sorprendió de grata manera. Era el concierto a propósito del segundo aniversario de una banda llamada AKDA1. El nombre siempre fue un problema, hasta que entendí que con deletrear solamente las dos primeras letras y leer el resto bastaba.

Aquella noche se versionaron grandes himnos del rocanrol, le mostraron temas propios e inéditos durante casi tres horas. Varios grupos de la capital fungieron como teloneros (Backspace, Rockablues trío, Raw), pero el plato fuerte, sin dudas, fue la banda local. Aquellos muchachos de veinte y poco de años, quienes podrían haber coincidido conmigo por las calles, en algún Café o en los lugares más comunes, estaban sobre una tarima media improvisada, con un carácter tan audaz y profesional como estrellas del rock. La gente coreaba, aplaudía, danzaba leve y constantemente.

Además de componer en español, algo extraño aún hoy día para cualquier grupo de rocanrol, tenían dos aspectos muy llamativos; primero, el virtuosismo del guitarrista líder que, además de embocar la banda hacia una mezcla de rock setentero, vinculó cada canción con un toque de blues; y segundo la percusión, ¡un puñetero cajón peruano manufacturado por ellos mismos! El drum es sin dudas lo más caro de obtener para cualquier banda de Cuba y más si son jóvenes que tocan por placer y pasión; por ende, como se sabe y estila decir en el mundo musical de estos géneros, quien tenga un drum tiene una banda a donde pertenecer sea cual sea la calidad del baterista. En este caso, el cajonero fue precisamente la única pieza que fue cambiada a lo largo de la vida de la banda, sin embargo, amén de que ellos hubiesen preferido un drum, el cajón les dio un toque muy distintivo desde la estética, por supuesto, el sonido de la agrupación.

Durante varios años tuve la posibilidad de coincidir e ir a muchos de sus conciertos, tanto en el espacio del Submarino Amarillo en el Vedado como en la casa de la cultura más inhóspita de un municipio perdido en el mapa. Y sí, eran distintos, con estilo, con luz propia, con un dinamismo y una bomba diferentes; y sí, eran novedosos. Pero la bonanza llegó a su fin; como todo que lo que brota en tiempos y espacios anacrónicos; y el rocanrol y el blues en medio de un Caribe hispanohablante e insular, si de algo tienen es de anacrónico.

Me duele afirmar que AKDA1 haya muerto antes de siquiera nacer para el mundo. Es que Cuba no es fértil si de rocanrol se trata. Pudiésemos plantar al mismísimo Jimmi Hendrix y posiblemente sería el telonero de una orquesta de salsa si la organización del evento cayese en manos de la burocracia o de la capacidad de degustación del público promedio. Cuba debe abrirse a la posibilidad de lo nuevo, de lo diferente, y evitar, asimismo, aquellos grandes nombres de vez en vez; o mejor dicho, los nombres de siempre que acaparan luces y escenarios, porque son quienes reciben la mayor promoción. AKDA1 ganó dos premios Cuerda Viva, tocaban en varios sitios de La Habana con frecuencia y con un público fiel en la mayoría de sus presentaciones. Sorprendieron a muchos, encantaron a otros tantos y deleitaron a la mayoría que les dio la oportunidad de escucharlos. El grupo se desintegró por disímiles motivos, con dos discos independientes (claro está) en su haber, varios avales provinciales, varias nominaciones en festivales y premios nacionales. Se desintegró y nadie supo, como casi nadie supo que habían nacido en algún momento.

Toda esta épica narrativa, no es directamente para sacar de la tumba o desempolvar recuerdos en el alma de un par de nostálgicos; es para entender que Cuba tiene talento y ha tenido siempre en demasía, pero a su vez no deja conseguir a muchos la primerísima oportunidad de mostrarse sin lastres. ¿Culpables? La culpa cae en los hombros de los mismos: las trabas, las mentes y oídos cuadrados y los limitantes. Quien desee apoyar o digamos liderar el otorgamiento de oportunidades, debiera ser justo. Si algún grupo de cualquier género o especie tiene talento y desea tocar, ¿por qué una empresa debe decir si están capacitados o son suficientemente buenos para ser profesionales? Y más irónico aún, ¿por qué debe asignar una empresa los trabajos en los centros y horarios que decida, asimismo y muchas veces sin coordinación previa con el grupo los salarios? Si parece relativamente descabellado, sepan que los cobros, muchas veces, llegan con varios meses de atraso.

AKDA1 murió antes de nacer, y la nostalgia los ha traído de vuelta a mi mente; la certeza me ha puesto en mi lugar. Las instituciones podrán ahogar, por simple mala praxis o desinterés, los sueños de muchas bandas, pero son incapaces de robarme mi nostalgia y mis recuerdos, y cada vez que paso por la esquina del parque recuerdo y extraño aquella imagen y aquel sonido que limó las esquinas de un oído adolescente. ¿Quién sabe ahora cuántos AKDA1 han existido? Ojalá y al menos hayan tenido una “larga noche de viernes” todos ellos y tengan también, al menos, un nostálgico que los recuerde y tararee alguna que otra de sus canciones.

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