Makura-e, las estampas de cabecera

La obra de Hishikawa Moronobu

La Jeringa
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16 min readJan 4, 2022

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Por: María Victoria Pérez Rodríguez

“Debemos suprimir todos los pensamientos tristes sobre nuestra existencia terrena y disfrutar solo de los placeres y deleites que nos ofrece la vida. Y así, seguir el camino de nuestras vidas como una calabaza sigue el curso del río, siempre flotando, aunque a veces parezca que se vaya a hundir. Este es el mundo flotante.”

Ukiyo Monogatari (1665)

La cultura japonesa que disfrutamos hoy, desde nuestra postura occidentalista, está cargada de notorios contrastes. A partir de la apertura social y económica –en 1868- de Japón, la mirada occidental ha llevado a que sea clasificado como una cultura donde coexisten modernidad y tradición: dándose la mano el respeto y el puritanismo con el excentricismo y la lujuria. Tal manera de ver o definir la cultura nipona se basa en la propia imagen que exporta la isla desde el comienzo de las relaciones con el exterior; utilizada como referente en varios momentos significativos de la historia del arte occidental –principalmente en Europa-.

Scene in the Yoshiwara (1680). Imágenes de Hishikawa Moronobu. Tomadas de ukiyo-e.org

Una de las manifestaciones que más llama la atención de los artistas europeos, a finales del siglo XIX, es el llamado ukiyo-e –imágenes del mundo flotante-. Esta gigantesca producción xilográfica, que se populariza en el periodo Edo –de 1603 a 1868-, nace en dicho lapso como vía de escape ante la moral conservadora confuciana impuesta por el gobierno del Shogunato. Tales imágenes resultarían ser una suerte de espejismo de ese mundo de ensueño –o mundos flotantes-; mundos o espacios que se llegaron a concretar a manera de barrios de placer: reconociéndose como refugios en una vida hedonista, socorro de una realidad asfixiante.

En estos universos paralelos llenos de ocio, creados en el seno de las grandes ciudades, se desdibujaban las bien definidas clases. Solo marcaría la diferencia la disponibilidad económica para acceder a cada servicio. Si bien, fuera de estos muros se debían respetar las jerarquías sociales, dentro de los barrios de placer solo entraban personas que deseaban escapar de su cotidianidad y todo lo que le recordara a esta. Entre otras cosas, algo que influye en esta des-jerarquización en los mundos flotantes es que la economía de las clases no correspondía proporcionalmente con el nivel en el que se posicionaban[1]; y como se decía, en estos espacios lo único importante es disfrutar y -poder- pagar por ese disfrute.

Street Scene in the Yoshiwara

En estos barrios bohemios es donde floreció una de las expresiones culturales más innovadoras y atractivas de todos los tiempos. Surge, como diría Olga García –en su texto: El período Edo. Sociedad y cultura popular urbana- “una contra-cultura civil accesible a todas las clases sociales, con un arte patrocinado por la clase comerciante: la cultura del “mundo flotante”, un lugar de evasión en el espacio y en el tiempo” (García Jiménez, pág. 22). Así, las tres principales ciudades de Japón tuvieron sus correspondientes distritos de placer, destacándose el barrio Yoshiwara[2]: siendo el más representado y donde mayor concentración de artistas del ukiyo-e habría.

Tales barrios se van formando y cobrando popularidad rápidamente. Ya para mitad de siglo XVII la xilografía se encontraba en una etapa, llamémosla, de florecimiento. Así en la década del sesenta se instala en Edo, quien sería considerado –el o- uno de los primeros maestros del ukiyo-e, Hishikawa Moronobu (1618–1694).

Originario de la villa de Hodamura –provincia de Awa-, hijo de un –varias fuentes afirman- conocido tintorero; de quien heredará, y sabrá aprovechar, el conocimiento sobre lo textil. Moronobu, una vez establecido en la céntrica ciudad, se comienza a relacionar con el estilo de las escuelas Tosa y Kano; de ahí que aplique algunas de las técnicas aprendidas sobre la madera, descubrimiento que hace en conjunto con su maestro Kanbun[3], comenzando entonces lo que hoy reconocemos o llamamos ukiyo-e.

Lovers Beside Flowering Autumn Grasses (1673–1681)

Hishikawa Moronobu, resalta como una de las principales figuras dentro del periodo Edo no solo por ser uno de los primeros en desarrollar estas estampas del mundo flotante, sino que en su obra se encuentran las primeras ilustraciones del subgénero makura-e[4]. Realmente si ya la representación de hechos cotidianos significaba un verdadero atrevimiento en la época –es decir, en pleno siglo XVII surge un arte que no responde a la élite-, pasar a mostrar explícitamente relaciones sexuales sería algo que –obviamente- llamaría la atención y, tanto que, fue una de las temáticas que mayor éxito obtuvo.

El makura-e, o shunga[5] como se le conoce comúnmente, es un subgénero del ukiyo-e que roza ese delicado y polémico límite –que tanto se insiste en marcar–entre el erotismo y lo pornográfico. Al inicio del texto: Desentrañando “lo pornográfico”. La xilografía makura-e, su autor: García Rodríguez (2001), coloca varias definiciones de pornografía:

…la presentación de manera escrita o visual, en forma realista, de los genitales o comportamiento sexual con una deliberada violación de la moral y los tabúes sociales existentes ampliamente aceptados”, “una expresión o sugestión de temas obscenos o impúdicos” (…); “una característica distintiva de ella, es que no solo se propone la estimulación de fantasías o actitudes sexualmente determinadas, sino también la degradación, dominación y despersonalización de los sujetos representados, usualmente mujeres (…), además de carecer de artisticidad alguna”; “propaganda para el coito”. (pág.135)

Es una palabra o concepto que siempre se asocia a lo negativo, lo obsceno, lo pecaminoso. Lo triste es que al calificar algo como pornográfico se tacha e intenta ocultarse socialmente, resulta que el sexo y todo lo relacionado con él es vergonzoso e inmoral cuando intenta mostrarse. Situación que ha variado poco hasta la actualidad. En tal sentido, el shunga goza de popularidad por ser dentro de todas las imágenes del ukiyo-e –como ya se mencionaba, imágenes representativas de un mundo lleno de placeres-, las que mostraban ese deseo, digamos, más íntimo. El makura-e se basa en la ilustración de los placeres carnales, y lo hacía sin ningún tipo de pudor ante el tema. No es hasta mediados del siglo XX, donde se nota ese interés por destapar ciertas temáticas y se descubre y estudia el fenómeno de “lo pornográfico”, reconociendo al shunga[6] como uno de sus principales y más marcados inicios dentro del arte.

Tale of Romancec. (1680)

El makura-e no contiene o no ha de verse como un arte obsceno ni degradante; por el contrario, es un arte que celebra el amor, reflejado en lo sexual.

El hecho de que el sexo sea explicitado no quiere decir que las imágenes carezcan de sensibilidad o belleza, mas han de tomarse tales ilustraciones como la concreción visual de un acto de placer; un placer que no siempre se podía tener en la realidad. No perdamos de vista que en el periodo Edo no se gozaba de una libertad sexual ni nada parecido, y que por tanto estas ilustraciones no representaban la realidad de una lujuriosa sociedad; solo respondían al deseo liberador. Lo reconocible es que a pesar del conservadorismo de la época, florezcan imágenes que implique una visión del sexo, podría decirse, positiva e integradora; sin perder el centro de que eran ilustraciones creadas por y para hombres. Sin embargo, es congratulante el hecho de que no se refleje un constante dominio por parte del hombre –como tampoco de la mujer-, más bien ambos sexos disfrutan por igual del acto. Entre tanto ensueño representado se asomaba una cierta igualdad en la intimidad, igualdad, sabemos, inexistente en la realidad.

1683 — Girl dancing while a young man plays the samisen and an older woman reclines behind him.

Desterrado durante años el shunga, por su cercanía a lo pornográfico, del campo artístico; llega a nuestros días como un área poco estudiada a pesar de su amplísima producción, popularización e influencia en el arte posterior a esta. En este sentido, me gustaría aprovechar el comentario de García Rodríguez (2001) –en el texto antes citado-: “Creo que, independientemente de la intención con que sea realizada una obra, (…), la respuesta hacia ella está determinada por la propia actitud, (…) del espectador-consumidor” (pág.137).

Si bien en el momento en que se desarrolla el ukiyo-e, y por tanto el makura-e, no se manejaban conceptos como arte o cultura y la principal intención de su producción se centra en lo comercial; no ha de tomarse en cuenta los propósitos de estas producciones en la época para desvalorizarlas.

El ukiyo-e, como cualquier otra buena arte, está y estuvo en su tiempo rodeado de polémica. Esto es lo importante, no podríamos reconocer como arte algo que nos fuera indiferente. Y si el ukiyo-e no lo fue, el makura-e menos.

Por esto se le debe reconocimiento a Moronobu, por ser de los primeros en la técnica de estas estampas; pero sobre todo por ser quien introduzca la temática sexual como un subgénero, mostrando un novedoso punto de vista. A partir de la obra de Moronobu, que significó el inicio de una súper producción de estampas eróticas, los artistas tomaron sus obras como referentes y a pesar de que variara con el tiempo –hecho visualmente comprobable si por ejemplo se analiza la obra de Moronobu, Utamaro y Hokusai-; se mantienen ciertas constantes bien presentes en estas primeras ilustraciones.

Lo más característico, es lo obvio, el subgénero que propone Moronobu tendría como base la explicitación del sexo, mostrando principalmente los genitales de los practicantes como para que no quede duda de la consumación. Y justo los genitales es uno de los elementos que más llama la atención en el shunga, por lo que sería interesante aclarar que en las primeras imágenes no eran tan visibles. Cuando se analiza la obra de Moronobu[7], se nota una lógica evolución en correspondencia con el tiempo en que realiza sus obras. El artista va desde lo menos explícito –comenzando en blanco y negro- hasta lo puramente y reconocido como makura-e –incorporando color paulatinamente-.

Primeramente encontramos su producción correspondiente al decenio de 1670, donde, se afirma, realiza sus primeros trabajos oficiales. Década en la que llegó a convertirse en el ilustrador de ukiyo-e más conocido del país. Es una época donde haría notorios esos conocimientos textiles heredados de la familia. Donde sus ilustraciones eróticas resaltarían muchísimo el uso de los ropajes tradicionales. Característica que se convirtió en constante del subgénero los siglos posteriores. En la cultura nipona no existía una idolatría sobre la desnudez del cuerpo, por el contrario el erotismo radicaba justamente en la vestimenta de los personajes. Carácter cultural que Moronobu supo explotar gracias a sus habilidades familiares y a pesar de –como se decía- ser obras, en este primer momento, en blanco y negro; tuvo la suficiente genialidad para, mediante líneas, mostrar la belleza que la cultura nipona encuentra en dichos vestidos.

A Young Man Dallying with a Courtesan, from an untitled series of twelve erotic prints (1673–1681)
Flirting Lovers (1673–1681)

La no desnudez de los personajes representados, aporta mucha información en cuanto a quien se intenta representar, así resultaría más sencillo identificar la clase social, el nivel económico e incluso la profesión. Por ejemplo, en la obra: “A young man dallying with a courtesan, from an untitled series of twelve erotic prints” (1670s); se puede asumir que dicho joven es un guerrero, pues a su lado descansa un arma, como también puede asumirse –más allá del título otorgado posteriormente- que la muchacha es una Oiran o Tayu[8]: lo descubre sus finas ropas y el shamisen –instrumento de tres cuerdas que habitualmente tocaban las meretrices de lujo como muestra de la cultura y buena educación que poseían- que descansa tras ella. También el hecho de que no se les muestre en pleno acto sexual recalca la idea de que es un encuentro con una prostituta de alto nivel, pues era muy común que durante la época se pagara por relacionarse con estas mujeres más que para tener sexo, para mantener una especie de coqueteo sensual y/o romántico.

Así, la mayor parte de sus obras en esta década las trabaja sobre una idea similar, donde no se expone tanto lo sexual y cuando lo hace no deja ver o al menos no hace que los genitales sean los protagonistas –como sucede posteriormente-. Ya para esta década, Hishikawa Moronobu, jugaba con los escenarios en los que colocaba a los amantes: interiores –de viviendas o prostíbulos- o exteriores -paisajes floridos o bucólicos-. Haciendo que las ambientaciones para este tipo de imágenes se tratara como fundamental en todo el trabajo posterior. Hace que prevalezcan los motivos vegetales, dándole esa importancia que la cultura nipona le otorga a la naturaleza y jugando con ciertos recursos o elementos del diario para intentar hacer más verídicas las escenas amatorias.

De aquí la acostumbrada forma y ansias de decorar las escenas: al ser exteriores cuidando el uso de cada elemento natural según su simbolización, y cuando son espacios interiores, decorando los biombos, los ropajes y todo elemento que sea colocado en la escena con motivos referentes a la naturaleza –hasta llegar a la idea de representar una ventana y jugar con esa dualidad interior-exterior-.

A Courtesan with Her Client (1673–1681)

Ya para finales de la década, Moronobu haría sus representaciones un poco más atrevidas. Se irían incorporando a las escenas más personajes, y no solo quedara en ese furtivo encuentro entre hombre y mujer, pues comenzaría a aparecer en las habitaciones los criados –esto es un elemento que también denota cierta posición social elevada-. Con la inclusión de este tercer personaje –que no sería el último- se comienza a tantear con el voyeurismo y la masturbación a costa de ese placer de observar la intimidad de los otros. En la mayoría de la ocasiones estas terceras personas aparecían ocultas tras un biombo auto-complaciéndose, o no explícitamente, pero si se representaban con expresiones de disfrute. También estaban esos otros participantes que contemplaba el acto sexual de la pareja sin pudor alguno, generalmente representados sentados en una esquina de la escena y en pocas ocasiones tocando a alguno de los protagonistas mientras se masturbaban.

Hasta que llega la década de 1680, en este siglo XVII, donde se echa a ver mucho más el carácter shunga heredado y desarrollado por los futuros maestros del ukiyo-e. Moronobu crea justo en el primer año del decenio una serie de ilustraciones eróticas –de las cual no se ha encontrado título- donde se evidencian dos aspectos, notablemente, nuevos: los cuerpos de los amantes están casi completamente desnudos, y a estas ilustraciones les incorpora textos y a estas ilustraciones les incorpora textos, los cuales resultaron ser algo que se sostendría en el tiempo –no en todas las piezas, pero sí resultaba común encontrarlos-; esto se debía al vínculo temprano con la literatura popular, donde se emplearon varios escritos o incluso poemas para acompañar las imágenes. Se incluyen estos cuadros de texto o de diálogo en los que puede describirse la escena o introducirse elementos humorísticos. ¡Ojo! Los textos acompañaban a las imágenes y no al inverso, las ilustraciones continúan siendo protagonistas independientemente del formato[9] en que se presentaran. Lo que aporta el texto en estos casos es más bien un factor narrativo que contribuya en la creación de un clímax erótico.

Love with Compassion (1680)

Por otra parte, el hecho de encontrarnos ahora cuerpos casi completamente desnudos haría que el discurso antes sostenido, sobre la sensualidad atribuida a los ropajes, temblara un poco.

Pero no, la erótica de la vestimenta se mantiene, incluso es lo que perdura: no solo en su obra, sino en las de sus sucesores. En este caso, se ve en las obras de Moronobu la completa intención por mostrar las posiciones en las que practican el sexo las figuras representadas, para este momento la solución encontrada era desvestirlos casi por completo, dejando sus ropas a medio quitar o tiradas cerca de los amantes en el suelo. Es decir, la ropa estaba, pero para mostrar la posición exacta le estorba a Moronobu. Más adelante se nota cómo lo resuelve de otras formas, incluso con la incorporación del color se hace más sencillo definir los vestidos de la piel. Eso sí, como los cuerpos estaban desvestidos y no se trabajaban mucho los detalles de los cuerpos –porque no es la intención- los escenarios estarían repletos de detalles decorativos, no quedarían zonas vacías en la imagen.

También, con el paso de la década de 1680, se veía como evolucionaba la obra de Moronobu. Realmente la incorporación del color, en un primer momento solo rojo con mayor o menor intensidad, favoreció mucho las ilustraciones eróticas del maestro. Con este color ya se podían hacer notar mejor los genitales, eso que cada vez se hacían más grandes y detallados. No es que se vea el desproporcional tamaño de los atributos sexuales como símbolo de dominio masculino en la relación –aunque pudiera ser-, la realidad es que se denota un marcadísimo interés porque sean los genitales los protagonistas. En pos de lograr esto, se agrandan –logrando un mayor nivel de detalle-, pero no son solos los genitales masculinos, los de las mujeres también se agranda haciendo que sean más visibles y llegando a mostrar detalles como la humidad o el esperma para representar el clímax sexual.

Para este periodo, Moronobu amplía su producción, ya no habrá coqueteos discretos, y en pocas ocasiones se encontrará representado el disfrute de la pareja en solitario. Se hace más recurrente la práctica de sexo en grupo, sin dejar de lado el voyeurismo, pero ya no de una sola persona a escondidas.

Ahora podría encontrarse en sus obras, una escena principal de sexo grupal –de 4 personas- y tras un biombo una pareja que disfruta de su intimidad espiado a los otros. Sin dudas, esta última etapa de la obra de Hishikawa Moronobu, sería la que presentara todas las bases posteriormente desarrolladas, sobre un único aspecto invariable: la exposición sin pudor del acto sexual, donde podían interactuar hombres, mujeres, animales y hasta objetos –como es el caso de las representaciones lésbicas donde las mujeres utilizan los harikata[10]-.

Erotic prints (1680s)

Acotaciones finales

Es importante recalcar la idea de que estas imágenes no respondían a una realidad, que si las mismas fueron permitidas –dentro de lo que cabe- se debe a la creación de esos barrios de placer –controlados de algún modo por el gobierno-, y por la relajación moral que permitía el confucionismo dentro del espacio privado. Si bien en la cultura oriental el placer y el sexo, no son catalogados como pecados –sino como algo natural-, ya su exhibición no era como lo mejor visto. De esta forma, la difusión de las ilustraciones makura-e están en deuda con las bibliotecas ambulantes, las cuales ayudaron a que dicho subgénero floreciera facilitando su consumo a un mayor radio de la población.

Eran dibujos que circulaban entre todo tipo de clases sociales, como si se llevara un pedacito de ese mundo flotante a cada residencia. Fueron utilizados en muchos casos a modo de kamasutra por parejas de recién casados, como también podía funcionar como decoración o -lógicamente- para el consumo privado o grupal buscando una estimulación sexual.

Erotic prints (1680s)

Es en medio de este periodo conservador que Hishikawa Moronobu, propone con su característica delicadeza un nuevo enfoque. Contar sus obras como el inicio del subgénero makura-e, le da más fuerza a este para ser catalogado como arte muchos siglos después. La exquisitez de sus figuras, formadas básicamente por líneas, crea hermosas imágenes que exponían de manera cálida el acto sexual. Imitado por muchos, ninguno llegó a su nivel técnico, ni de reconocimiento; pasarían años para que su obra encontrara nuevos referentes dentro del ukiyo-e con los cuales compararse: Utamaro y Hokusai.

En tan solo dos décadas de producción –o al menos eso es lo que se conserva en la actualidad-, Hishikawa Moronobu logra mostrar su capacidad para transmitir sensibilidades a través de sus xilografías. Concentrándose en las líneas curvas de los vestuarios y en los entornos, sabe representar escenas de amantes de una manera elegante, sin perder el objetivo primario: el placer sexual.

[1] Ejemplo: los samuráis considerados entre lo de más alto rango dentro de la jerarquía feudal, perdían su estatus en cuanto a funcionalidad; por otro lado los comerciantes, ocupando el último lugar del escalafón, multiplicaban sus riquezas justo por responder a la sociedad como un sector útil.

[2] Los tres principales barrios de placer: Yoshiwara (Edo), Shimabara (Kioto) y Shinmachi (Osaka).

[3] Se hace referencia como el mentor de Moronobu y se le reconoce como el creador de la técnica del ukiyo-e, aunque no se conserve ninguna obra firmada por él.

[4] Makura-e: estampas de cabecera o estampas de almohada.

[5] Shunga: imágenes de primavera.

[6] Entiéndase, hasta el momento y lo adelante, la utilización de ambos términos como homólogos para referir aquella producción visual del periodo Edo, donde se representan tanto genitales como actos sexualmente explícitos, con una deliberada intención por parte de los productores de provocar una estimulación sexual.

[7] Cuando se hace referencia a “la obra de Moronobu”, se alude a las obras conservadas de dicho artista que corresponden con la temática erótica. Alrededor de veinte piezas distribuidas entre la década del 70 y el 80 del siglo XVII.

[8] Oiran o Tayu: eran las meretrices de lujo, mujeres que no solo sobresalían por su belleza física, sino también por su talento en las artes y en la cultura. Eran mujeres inteligentes y dinámicas, versadas en toda tipo de actividades: la danza, el canto, la música, la ceremonia del té, juegos… pero también en temas mucho más sofisticados como la poesía o la caligrafía.

[9] Formatos del makura-e: Emaki (rollos en formato horizontal, solo asequibles para las clases más adineradas) Kumimono (álbumes ilustrados con técnicas xilográficas, de generalmente 12 imágenes) Enpon o Shupon (libros eróticos, al ser más económicos fue el formato más popular, solían venir acompañados de relatos eróticos de algún escritor popular. La mayoría eran impresos en blanco y negro, aunque también había copias a color).

[10] Una suerte de dildos.

Referencias

El arte erótico japonés shunga . (28 de noviembre de 2014). Recuperado el 14 de junio de 2021, de Arqueología e historia del Sexo. La sexualidad y el erotismo a lo largo de la historia: http://historsex.blogspot.com/2014/11/shunga.html?m=1

García Jiménez, O. (s.f.). El período Edo. Sociedad y cultura popular urbana. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

García Rodríguez, A. (2001). Desentrañando “lo pornográfico”. La xilografía makura-e. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas(79), 135–152.

Hishikawa Moronobu. (s.f.). Recuperado el 20 de junio de 2021, de ukiyo-e.org: https://ukiyo-e.org/artist/hishikawa-moronobu

Hishikawa Moronobu / Biography, Art, & Facts. (s.f.). Recuperado el 20 de junio de 2021, de Britannica: https://www.britannica.com/biography/Hishikawa-Moronobu

Hishikawa Moronobu / The Metropolitan Museum of Art. (s.f.). Recuperado el 20 de junio de 2021, de https://www.metmuseum.org/art/collection/search/37123

Japón en Europa: el peso de la pintura japonesa en el Impresionismo. (s.f.). Recuperado el 3 de mayo de 2021, de Masdearte: https://masdearte.com/especiales/japon-en-europa-el-peso-de-la-pintura-japonesa-en-el-impresionismo/

Los Mundos Flotantes: Placer y hedonismo en el período Edo. (6 de agosto de 2016). Recuperado el 1 de junio de 2020, de Arqueología e historia del sexo: http://historsex.blogspot.com

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