¿De Murcia?
-Sí, y conducía excavadoras.
-Pero, Meister, no me vaciles que una no está para excesos.
-Te vacilo lo que quiero porque me has pisado el tatami con los pies sucios, y a la próxima no te dejo entrenar.
-Pido mil disculpas, y de nuevo te doy las gracias por haberme acogido tan amablemente en tu tatami, los suizos de este cantón tenéis fama de gente muy reservada, así como somos los vascos, y entiendo que a cualquiera no le dejáis entrar en la cuadrilla.
-Bueno, a lo tuyo, que no te pongo a entrenar con un cinturón marrón de Murcia para que te pases la mitad del combate charlando.
-En alegre biribilketa decimos nosotros.
-No sé lo que has dicho, pero espero que no me hayas amenazado con un ataque yihadista de los vuestros.
El cronómetro parece estar sufriendo los efectos descritos por Einstein cuando un objeto va a velocidad muy elevada, corre tan lento que noto hasta el cambio de la intensidad de luz al pasar por la ventana, y de repente me doy cuenta de que me está saliendo poesía barata, así tipo a la de Luis Alberto de Cuenca, solo que sin connotaciones púbicas.
-Meister, me estoy mareando …. que me has atado el cinturón muy fuerte.
-Pues menos mal que no te he dejado entrenar con esa mascarilla tuya que parece un tanga.
-Pues está homologada.
-Pues como no sea para una sesión de BDSM … Calla y sigue.
Suena el pitido del cronómetro como si fueran las trompetas del fin del mundo y entonces el Meister mira a un tipo con un cuello más musculado que Fernando Alonso, y como les has dicho que eres de Bilbao sabes que no puedes rebajar las expectativas dobles, dobles porque saben que lo vas a intentar estrangular y sabes que se van a descojonar porque sin que te de tiempo a pestañear te va a responder con una llave de brazo. Ni Sandor Clegane te podría infundir más respeto.
-Ahora una foto.
-¡Hostia no!, que no sé posar, ¿por qué crees que no tengo Tinder?
Y entonces te das cuenta de que echas de menos a tu gym un 1% de lo que echas de menos otras cosas en la vida, pero eso ya es mucho, y de vuelta a casa te acaricias el moratón y lloras pensando en cómo vas a conjurar tu miedo al coronavirus y retomar la salud que te daba rodar con esa panda de “campeones” y que tu sensei te hiciera crecer multidimensionalmente.
[Nota: Algunos nombres y lugares han sido alterados para preservar la privacidad de los retratados.]
