Estaré aquí mismo

Hair Scarlett
La ostra resiliente
3 min readMar 6, 2018

Vivo sin vivir en mi y confío en la providencia para poder encajar una de las quinientas sesenta y cuatro mil novecientas veinte cosas en las que me he metido vaya usted a saber por qué.

Esta vez toca fingir que una sabe más de cine que lo que da de el haber visto sin aprovechamiento pleno en la tele los ciclos de Conchita Montes, muchos programas de La clave, y muchos ¡Qué grande es el cine!

Hoy procede recordar aquel Bilbao que se solazaba con los estrenos de Spielberg en el Astoria, cuando te dejabas atrapar por el miedo infantil de la oscuridad de aquellas enormes salas con su enorme hall parejo, es olor característico a moqueta un poco mohosa y el miedo a llegar tarde y que te pusiera en evidencia el acomodador con su linterna.

En aquel Bilbao las niñas soñábamos con poder llegar a tener una vida tan modernuqui como la de aquellos niños de las películas de Spielberg, que siempre vivían en barrios en los que los jardines no tenían verjas, los chavales llevaban unas zapatillas de deporte que avergonzaban a nuestras wambas, e intuías que en aquellos frigoríficos de dos puertas siempre tenían helado, incluso cuando nevaba. Si bien una relectura desde el cinismo presente me haría pensar que el contrapunto lo pondría un rifle de asalto en el sótano de la ejemplar familia.

En aquellos tiempos (acaso tiernos) me llamaba mucho la atención el hecho de que muchos adultos echaran el lagrimón con la peli. Probablemente, como cuenta la leyenda, Spielberg vertió en ella mucho de su sufrimiento infantil por el divorcio de sus padres, y solo un corazón adulto es capaz de sentir en perspectiva lo que eso puede representar.

Probablemente también emocionaba a los adultos el aspecto importante en la película de la curiosidad infantil, conjugado con la gran dosis de inocencia que muchos niños mantienen en gran medida hasta la edad adulta. El percibir en uno mismo que ya no se es así (sospecho que) produce un impacto conmovedor.

E.T., el amigo extraterrestre de Elliot, ha perdido mucho en “su aventura”, ha perdido su arraigo, ha perdido el contacto con lo que conoce, y (afirmo que) nadie llega a la edad adulta sin acumular experiencias más o menos dolorosas en ese ámbito. Elliot, por su parte, aprende a las malas cuanto daño pueden ser capaces de hacer los adultos. Leído en estas claves, E.T. en un auténtico melodrama.

Pero su virtud en lo sentimental también en un pilar fundamental, el del valor de la amistad.

Y así, sin decir nada del aporte científico de la peli he llegado casi hasta el final, e intuyo que debo hacer un pequeño esfuerzo para ganarme la indulgencia.

Yo que me dedico a esto de la cosmología en los ratos libres que me deja la burocracia universitaria y las extraescolares de mi hijo debo de decir algo de valor científico, ¿no es cierto? De acuerdo, lo haré, pero solo desde una perspectiva absolutamente personal.

E.T. es una peli que pivota sobre el deseo de casi cualquier niño de viajar al espacio y conocer seres de otras civilizaciones. Y algunos de esos niños se hacen grandes con ese deseo intacto, quizá porque se lo alimentó esa peli, y resulta que necesitan telescopios para ver si existe algún planeta que pueda tener sus E.T.citos, pero al ministerio del ramo no le parece esto suficientemente justificación, y entonces el soñador se inventa que con ese telescopio podrá también estudiar la teoría de la relatividad, y la energía oscura, etc. Y entonces la Unión Europea se lo financia, y el investigador se sonríe por dentro porque sueña con que al mirar por el telescopio verá un bichejo con un dedo largo con luz roja en la punta diciendo:

-E.T. , teléééfono, mi casaaaaaa …..

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Hair Scarlett
La ostra resiliente

Collecting wtf ingredients in everyday life to cook sassy dishes. Recolectando momentos “peroquécoño” de la vida diaria para cocinar platos descarados.