La puñalada trapera
Es un dolor agudo e inmisericorde, que ahoga unos segundos y vierte un par de lágrimas.
Viene por lo que él no verá, no sabrá, no sentirá. Sorprende de forma entrenada, siempre igual, siempre en el mismo envoltorio. Cuando la mirada se pierde al infinito de la carretera, casi siempre con el compañero de vida detrás, reflejado en los dos retrovisores.
Escribí esto para mi primordial Él y ahora se me apelotona el pozo del otro Él.
A la puñalada trapera le gusta surgir al enfilar una larga recta, como metáfora de una vida ideal, pero las vidas reales tienen curvas y no siempre son largas.