Le pasaban cosas, algunas buenas

Hair Scarlett
La ostra resiliente
2 min readFeb 27, 2019

Salió de aquel aula con el pecho henchido de orgullo y satisfacción, cual monarca. Portaba, aparte de su ridículo bolso (ridículo por tamaño, no por estilo), un regalo de sus alumnos mayores de 55 años, habiendo gestionado su adquisición el tímido a quien había contagiado su afecto por el electromagnetismo.

Todos la despidieron mostrando de alguna manera su afecto, también la guapa del pelo lacio pero hermoso. Aquellos preciosos cuatro ojos azules le mostraron mucho cálido reconocimiento también, inmensos los femeninos, de bolsillo los del caballero. Desde el alumno aventajado de la primera fila hasta el solitario ponente de la última, todos estaban allí porque les apetecía. Y fueron suficientemente respetuosos para no contestar con un exabrupto parejo al que ella soltó contra la política ultramontana.

Photo by Melinda Gimpel on Unsplash

Ella echaba de menos no haberse encontrado un vicio dulce como el día anterior para contentar a su estómago tan maltratado en el último mes con suministros frecuentes, grasos y poco abundantes.

Seguramente guardarían en el recuerdo a aquella mujer casi cincuentona que se rasgaba la camisa metafóricamente hablando para dejar brotar episodios mortadelofilemónicos de su vida pasada, presente y futura.

El inconcebible calor de aquel febrero iba cediendo al caer la tarde, y ella aprovechó el paseo hasta el coche para ir modelando este post en su cabeza. Esta vez no tendría que parar de urgencia en la gasolinera de Altube a punto de consumir la últimísima gota de combustible. El peligro más grave que pesaba sobre su integridad era que sonara en la radio alguna canción que la emocionara y saltara el radar por pasarlo a 135 km/h.

Aún le sorprendía haber intuído que aquella amabilísima señora era uruguaya. Aunque en realidad era la consecuencia natural del poso que dejaban en ella las conversaciones ligadas a pertinaces admiradoraciones.

Cuando llegó a casa comprobó con alivio que quedaba idiazabal en la nevera y chocolate y pale ale en la alacena. Dedicó unos segundos a sopesar si el cansancio le permitiría ejercitar su entrecejo con yoga facial, llegando a la conclusión de que mal no le iba a hacer. Y ya, acabando el día, trató de adiestrar a su cerebro para soñar con arroz tres delicias ensopado, aunque sospechaba que una noche más iba a tener más bien pesadillas repletas de curvatura espacio-temporal codificada en el tensor de Riemann.

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Hair Scarlett
La ostra resiliente

Collecting wtf ingredients in everyday life to cook sassy dishes. Recolectando momentos “peroquécoño” de la vida diaria para cocinar platos descarados.