Tinta de salfumán

Miedo me da decirle que compro su definición de cultura: aquello que queda cuando olvidas todo lo estudiado. Según este canon, en mi Espasa ocupa un volumen entero el sinpar Vázquez.

Huérfanos parece quedamos sus fanes, a los de Ibáñez les quedó el refugio de Gomaespuma, pero a nosotros…¿Acaso Eduardo Mendoza nos valga?

Se me borra el recuerdo de como entró en mi vida, acaso a través del transgresor Zipi y Zape que le compraban a Sista, mientras que mi yo de entonces se hermanaba con mi yo tras desgarro y femeninamente leía la conformista Lily (luego relevada por Gina).

Anacleto, las Hermanas Gilda, la Familia Cebolleta, la Familia Churumbel, el Tío Vázquez, …, el esperpento ilustrador de una calamitosa sociedad que hoy se empeñan en revendernos como modélica e idílica. Las reeediciones de esas joyas me sirven como nuevos tesorillos para rellenar la cesta de Amazon.

Siempre tuve tendencia inconfesable a lo bizarro, y de Ibáñez lo más parejo en mi querencia no era Mortadelo y Filemón, sino Rompetechos, es por eso que a veces se me deslizan en estas barrabasadas literarias tontunas del nivel de Bar Baridad para designar una taberna, así como otras mamarrachadas semejantes.

Recuerdos de la infancia, nostalgia de la infamia, alabanza del genio (¿y qué adjetivo coloco ahora? ¿patrio, español, pieltaurino, brugeriano?). Ufff, voy a ver si SuperLópez me inspira.