La tecnología es lenta (y los millennials mucho más)

Miguel Calzada
La Recámara de Miguel Calzada
4 min readJan 27, 2016

La oda es un género lírico indigesto por definición. Esto no tiene por qué ser un defecto, también le pasa al guacamole. La poesía pesada tiene hueco en la mesa siempre que el aguacate esté en su punto. De lo contrario, uno se traga las paridas de cualquier bardo.

Con los llamados millennials hace tiempo que la alabanza se nos fue de las manos. De ellos se dice que son nativos digitales, proactivos, idealistas, disruptores, creativos, apasionados, críticos, exigentes… Que prefieren compartir a poseer. Que están muy comprometidos socialmente. Que valoran por encima de todo la ética y la transparencia. En suma, mala gente.

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Día tras día, los medios se llenan de presuntos reportajes que describen a los millennials como una generación mesiánica destinada a dominar el mundo. En realidad es de cajón: los nacidos entre 1977 y 2000 (ahora entre los 16 y 39 años) van a ir acaparando el poder adquisitivo. Será más por incomparecencia del resto de cohortes (pensionistas o estudiantes) que por méritos propios. No hace falta un estudio de Deloitte para saber que el grueso de los consumidores serán millennials, que todos los países serán gobernados por millennials y que casi todo lo bueno que ocurra en las próximas décadas será gracias a los millennials.

Lo que nunca se dice es que el ISIS también es muy millennial. Nativos digitales, proactivos, idealistas, disruptores, apasionados, críticos, exigentes, con gran afición a los móviles y los vídeos virales.

¿Cuál es el sentido de esta insistencia en recordarnos que los más jóvenes irán sustituyendo a los más viejos? ¿Por qué repetir tantas veces que no entienden el mundo igual que sus padres? ¿De verdad es necesario desayunarse cada mañana con tres artículos sobre los superpoderes de esta generación de generaciones?

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La sustancia de esta espuma insípida es la siguiente: nos ha tocado vivir la Cuarta Revolución Industrial con todos sus dramas. Es de cajón que el mundo no volverá a ser lo que era antes de Internet. Eso es lo que nos ha cambiado a todos, sin importar la edad, pero como nuestros estómagos son de digestión lenta aún estamos asimilándolo.

Los medios de comunicación son rápidos y lógicamente no pueden tirarse veinte años publicando que la gran novedad es Internet. Pero el ingrediente clave de la receta sigue siendo ese, por más que con el paso de los años se haya aderezado con smartphones, redes sociales… y lo que está por venir (robótica e inteligencia artificial, pero esta vez en serio).

Nuestras ganas de fabular nuevas revoluciones y nuevas generaciones superan con mucho la velocidad real a la que avanza la tecnología. Por eso existe la ciencia-ficción. Si una cosa ha quedado demostrada en los últimos veinte años es que cuando la tecnología pisa el acelerador, nuestra imaginación se pone en modo turbo. Esas son las buenas noticias.

Las malas se esconden detrás de la trampa del mundo nuevo. Hay que valorar la siguiente teoría: pese a que no lo parece, las noticias/reportajes/editoriales sobre las fabulosas cualidades de los millennials no van dirigidas hacia los mayores sino hacia los millennials mismos. A todo el mundo le gusta leer que forma parte de algo estupendo y si les repetimos cien veces por semana que no recuerdan cómo era el mundo antes de los móviles… acabará siendo cierto.

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El peligro de toda esta intoxicación estético-informativa es que la mayoría de la poblacion mundial llegue a considerar que la ignorancia es buena y deseable. Hay mucho de esnobismo en el desprecio indisimulado hacia lo que era una cinta VHS o a cómo se citaba la gente cuando no existían los teléfonos. Yo nunca he vivido en un mundo sin penicilina, pero me lo han contado y no lo olvido.

Así se explica la simpatía inmediata que despiertan todos los movimientos nostálgicos, por patéticos que sean. Volver a escuchar vinilos, cámaras con un carrete que hay que revelar, el regreso del Super 8… A este paso, cualquier día empezaremos a interesarnos por cómo funciona la realidad.

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Miguel Calzada
La Recámara de Miguel Calzada

Comunicación Digital y otros pleonasmos. Náufrago social al que pescan las redes de los furtivos.