El poder popular y su «acumulación vegetativa»

Reseña del libro Poder popular y nación. Notas sobre el Bicentenario de la Revolución de Mayo

La Tizza
La Tizza Cuba
13 min readJul 27, 2024

--

Por Josué Veloz Serrade

La Tizza acompaña la publicación de un fragmento del libro Poder popular y nación. Notas sobre el Bicentenario de la Revolución de Mayo, del pensador y militante popular Miguel Mazzeo, con esta reseña introductoria al volumen realizada por Josué Veloz Serrade, miembro de nuestro equipo editorial.

Un ejercicio de memoria sobre los progresismos

La primera ola de gobiernos progresistas no puso en crisis al modo de producción capitalista, cabalgó sobre él, pero dio una disputa conceptual y práctica sobre el modo de distribución de la riqueza. Apeló al discurso nacional, relacionándolo con una estrategia desde el gobierno para producir un sentido de justicia social redistributiva. Distribuir mejor puede parecer poco si no se toma en cuenta que las formas dominantes del capitalismo en nuestros pueblos quieren repartir cada vez menos. De aquel primer ciclo, el socialismo bolivariano chavista quizás fue el que más se planteó una posición de confrontación con los capitalismos nacionales y con el imperialismo. De ahí se deriva el costo que han tenido que pagar hasta hoy. Dicho sea de paso, casi ningún capitalismo nacional en nuestros países puede ser comprendido sin sus relaciones directas o indirectas con el proyecto de dominación imperial de los Estados Unidos. Esta disputa sobre la distribución de la riqueza no fue sólo económica, fue también política. Sabemos, además, que no son dimensiones separadas, sobre todo cuando se pretende presentarlas como independientes.

Esta confrontación tuvo varios avances. Mencionaré sólo algunos que me parecen fundamentales:

1- Proyectos de poder de construcción de mayorías, con más o menos incorporación de los sectores populares y las clases medias, con capacidad de disputar el control del Estado. Capacidad de disputa alrededor del control del aparato productivo, con mayor o menor grado de eficacia en cada país. El regreso de gobiernos de derecha, o las traiciones y abandonos, golpearon el corazón de ese proyecto al desmantelar las estructuras y el sistema de instituciones y políticas públicas implementadas en esos períodos. Estos desmontajes son diferentes en función de cada país y cada realidad. Están relacionados con cuánto cada uno de esos poderes disputó la correlación de fuerzas al interior y al exterior del Estado. En Uruguay la derecha ha podido «convivir» mejor con lo hecho por el Frente Amplio, porque la capacidad de disputa y transformaciones de este fue menor. En la Honduras de Zelaya, el golpe de Estado impidió su proyecto constituyente, no pudo siquiera empezar. En Brasil, Argentina y Ecuador los poderes judiciales pudieron hacer el «trabajo sucio» del desmontaje. En el caso de Venezuela, el chavismo, o una parte de él, conservó el poder político. Allí se decide si la salida de la crisis se realiza volviendo a las fuentes del proyecto revolucionario chavista o se instala un retroceso sin retorno, con todas las posibilidades y singularidades que pudieran producirse en el medio de esas dos antinomias. El MAS con la conducción de Evo Morales recibió un golpe de Estado en el 2019, con la injerencia de la OEA y la participación directa e histórica de los Estados Unidos.[1]

2- La recuperación de recursos naturales y estratégicos, que están hoy nuevamente en el centro de la disputa regional y global por las fronteras del proceso de acumulación. Se avecinan fuertes confrontaciones en todos los planos posibles alrededor del manejo del litio, el petróleo, el gas y el agua. Lo que no pueda ser resuelto por la «diplomacia», las «elecciones libres», los «poderes judiciales», será resuelto por la «diplomacia de los cañones».

3- Los procesos constitucionales plurales y plurinacionales, con ampliación derechos. Digámoslo todo también. Bellas en las formas, profundas en los contenidos, pero, como siempre, letras fenecidas cuando un proyecto político emancipador no conduce los destinos de un país.

4- El intento de configurar una nueva arquitectura regional de integración, de unión política y económica con capacidad de disputar como bloque histórico regional las coordenadas geopolíticas de la época y también sus correlaciones de fuerzas. No es casual que el intento de unidad económica regional ―léase una moneda común, o un banco regional― solo haya quedado en leves balbuceos.

La convivencia temporal de los gobiernos de Alberto Fernández en Argentina, Gabriel Boric en Chile, Andrés Manuel López Obrador en México, Gustavo Petro en Colombia y el retorno del MAS al gobierno con Luis Arce, en Bolivia, y de Lula en Brasil, hizo pensar a algunos que estábamos en un nuevo ciclo de gobiernos progresistas. Si tomamos como base lo que definimos inicialmente como aportes de ese período, indudablemente no estamos en «ese nuevo ciclo», más allá de cualquier articulación puntual como el Grupo de Puebla o determinados aspectos bilaterales que se han producido. Han carecido hasta hoy de una visión de conjunto, actuaron ―y actúan los que aún permanecen― relativamente desconectados, sin estrategia común y, sobre todo, sin capacidad para disputar regionalmente la correlación de poderes establecidos.

Vistos los retrocesos que hoy experimentamos, aquel primer ciclo de gobiernos «progresistas» parece un vector político difícil de alcanzar otra vez. En una síntesis inicial de lo que abordamos antes, tales gobiernos se propusieron un proyecto de Estado nacional con rasgos de políticas redistributivas y con horizontes de integración regional.

Hay múltiples dimensiones que se pueden tomar para realizar un análisis crítico de estas experiencias. Hay una que a mi juicio fue y es decisiva: sus dificultades, incapacidades y hasta ausencia, en algunos casos, de un proyecto que transformara a los sectores populares en sujetos protagónicos, sujetos activos del proceso, con capacidad de respuestas hegemónicas en períodos de crisis. Dentro de esta dimensión, Chávez sigue siendo el conductor político que más se planteó esta cuestión decisiva relacionada con la creación y constitución de un poder nuevo. ¿Por qué alguien encargaría a las Comunas, como si se tratase de su propia vida? Todavía resuena aquella frase: «¡Nicolás, te encomiendo esto, como te encomendaría mi vida!»

En esa escena inolvidable, Chávez afirmó que ha pensado en eliminar el Ministerio de las Comunas, porque muchos piensan que al estar en un ministerio serían solo una tarea de ese organismo. Para Chávez, la comuna es el nombre de lo absolutamente nuevo en términos de poder, es el embrión de la singularidad anticapitalista, expresada en una experiencia real de construcción de poder y de creación de la vida nueva en común postcapitalista. Lo absolutamente nuevo no puede ser un actor secundario en un poder de mayorías. La comuna es un modo de nominar al poder popular, una de las múltiples formas. Antes de recuperar lo que me parecen aspectos fundamentales de este libro de Miguel Mazzeo, quería empezar por ahí: en la creación de poderes populares prácticos actuantes, vinculantes y expresivos de una nueva aritmética de poder social, se decide y se juega todo.

Nación y Poder Popular en la mirada de Miguel Mazzeo

Creo no forzar los hechos si considero que Miguel Mazzeo, en todos estos años de militante popular y de intelectual orgánico de los movimientos populares y combativos, ha construido una obra de pensamiento que tiene como horizonte hallar la salida de este laberinto en que están extraviadas nuestras luchas y propósitos.

En este texto en particular, Miguel se propone una reflexión pluridimensional sobre los aciertos y desaciertos de las singulares y abigarradas maneras en las que la Nación y el Poder Popular pueden estar imbricados e interpenetrados. Aunque siempre habla desde las angustias del destino nacional de Argentina, es consecuente con una tradición intelectual y de luchas que no piensa su propio país desconectado de la lucha mayor de la América Latina y el Caribe. Este libro, en una hora tan crucial y espantosa para este pueblo, debiera leerse y estudiarse en todos los movimientos populares y por los partidarios que intentan desandar esta circunstancia histórica por la que se atraviesa.

Hay un pensamiento de Mazzeo que me parece extraordinario para dilucidar cómo la memoria histórica puede servir a nuestros propósitos: «La memoria de las antiguas luchas sirve si colabora con la apertura de un nuevo ciclo de formación de la conciencia nacional, popular y revolucionaria; si ilumina la praxis de los que se proponen rediseñar la nación, el Estado y la sociedad». Es en la capacidad de articulación de lo histórico con lo actual que la memoria se convierte en un instrumento de combate.

Plantea que el concepto Nación tiende a ser congelado en una cierta sustancialidad ahistórica, «enajenada» y «fetichizada». Lo primero que hay que restablecer, podríamos decir, es que la nación como categoría o concepto tiene una historia.

Describe una diferenciación y oposición con los dogmas provenientes de la izquierda tradicional y también con los dogmas que pueden originarse en los nuevos movimientos y formas de resistencia. Un movimiento político transformador debe tomar en cuenta que los «proyectos de autoemancipación» tienen «componentes nacional-populares». Y, por otro lado, estas «dimensiones nacional-populares» participan de las luchas de las clases populares y «subalternizadas» en el proceso de su liberación y en el intento de volverse «hegemónicas».

La lucha entre los «viejos» conceptos

La primera posibilidad que ofrece esta lectura es la de tomar en cuenta la potencia identitaria y de autoestima que ofrece lo nacional. La segunda es la necesidad de pensar las vías por las cuales podemos hacer uso de lo nacional-popular como un instrumento de lucha. No solo para confrontar, también para ser «hegemónicos» y obtener victorias en el campo social, político y económico. El sujeto colectivo que lucha necesita reconocerse como parte de un proyecto nacional trascendente, que aumente el amor por sí mismo, la autoestima de la condición del Ser que se realiza en lo nacional. Para ello tiene que descubrir lo que le ha sido negado, reprimido, robado, obviado, lo falso y la dimensión ilusoria de Nación. Descubrir, pero sobre todo construir su propia visión de lo nacional.

Después, hay que incorporar en la lucha y la movilización esos «componentes» o «dimensiones nacional-populares». Es fundamental apropiarse de aprendizajes de luchas anteriores. ¿Cómo esos procesos de dominación fueron construidos? ¿Cómo sobreviven y permanecen elementos de resistencia nacional-populares, que pueden estar fragmentados o dispersos, pero que la política y la organización colectivas están obligadas a despertar, articular y reproducir? Si definimos lo nacional-popular como un instrumento de lucha, esto, a nuestro juicio, configura un triángulo de fuerzas: Identidad, Confrontación y Transformación hegemónica, que convergen y se apoyan mutuamente dentro de un proyecto político emancipador.

Miguel Mazzeo nos advierte además que, si se toma como eje central al «principio hegemónico», no puede ser desconectado o no relacionado con lo nacional. La articulación de un principio hegemónico, la desarticulación de una determinada correlación de fuerzas y el establecimiento y consolidación de otra, no opera en «un vacío histórico».

Propone una dialéctica de interrelación no dogmática entre la concepción doctrinaria, la praxis y «la cultura nacional, popular y democrática». Los principios doctrinarios no pueden negar la praxis viva, como en aquella época en la cual la razón de Estado soviética delimitaba y definía el comportamiento de los partidos comunistas, ciegos ante los procesos de liberación nacional y continental.

También critica a la heterodoxia, a esa que propone «el reino de la diferencia», por su falta de comprensión doctrinaria acerca de la lucha de clases como principio central y regulador. La praxis no sólo se nutre de procesos de carácter permanente, ella produce otros que pueden ser articulados alrededor de un nuevo principio hegemónico.

Cuando se toma a la lucha de clases como principio doctrinario, Mazzeo señala que es posible una «productividad antisistémica», derivada de las «combinaciones entre unidad y diferencia, y conciencia de clase y deseo», para contrarrestar las dificultades que provocan las viejas nociones de Socialismo y Nacionalismo, que muchas veces inscriben la imposibilidad de relacionar ambos. Esas viejas nociones siguen operando hoy e impiden en su lectura la creación de «sujetos nacional-populares, autónomos y críticos».

Las tensiones entre lo populista y lo plebeyo-popular

En este análisis de lo «nacional-popular», Mazzeo introduce una distinción que es clave: las diferencias entre lo «plebeyo-popular» y lo «populista». Lo primero para él es un «campo contradictorio». Lo populista, para Mazzeo, es «la resolución no popular» de aquel campo contradictorio en disputa. Es la eterna dificultad de dilucidar a tiempo las falsas soluciones a los problemas del pueblo, contra el pueblo y en su nombre.

Denuncia el peligro de enarbolar una concepción del «antimperialismo como principio articulador» sin que se acompañe con un develamiento, crítica y confrontación con las lógicas de subordinación y sometimiento de la estructura del capitalismo actual. El antimperialismo sin anticapitalismo ignora, encubre y sostiene las formas visibles y no tan visibles de la dominación imperial. Este es el gran reto: que las consignas no se conviertan en la cornisa ciega por la que fingimos transitar con pasos firmes.

Así retorna a la necesidad de entender la estrecha articulación entre lucha de clases y proyecto nacional. Para ello hay que confrontar la tendencia a subsumir la lucha de clases en la disputa nacional/antinacional. Cuando esto ocurre, el peligro que denuncia Mazzeo consiste en encubrir relaciones estructurales que sobredeterminan la dominación. Lo que se relaciona con algo muy importante: la disputa nación-antinación se convierte en una cuestión «moral» o «cultural».

Advierte sobre el establecimiento de relaciones simbióticas entre la Nación y el Estado, que lo nacional sea subsumido por lo estadocrático, por la «estadolatría». Esto nos pone frente a una cuestión de gran trascendencia para la política revolucionaria. La lógica estatal no debe subsumir lo plebeyo-popular, pero, a su vez, la sustitución progresiva de las lógicas estatales debe conducir a formas políticas y económicas que recreen lo plebeyo-popular. Se trata de generar distintas formas de democracia popular y de masas, no sea que, renunciando al Estado, por no ir este en la orientación transformadora que deseamos, sea sustituido por las lógicas de relación de tipo capitalistas «conducidas estatalmente» y que a la larga se proveerán del Estado, que les será, ahora sí, leal en su necesaria reproducción y ampliación.

Es muy gratificante leer y compartir el antidogmatismo ácido de Miguel. Él recupera una vieja discusión de las izquierdas en torno a la concepción etapista de los procesos históricos de cambio. Lo hace articulando una terminología que debiera hacer época: «la estrategia de la acumulación vegetativa». Esto significa que para los países periféricos quedaría sólo la posibilidad de ir cumpliendo tareas por etapas dentro de una «revolución nacional-burguesa», «conducida por la propia burguesía», por «las fuerzas armadas», por «una pequeña burguesía progresista», un «caudillo carismático de masas», con el muy oportuno «asesoramiento de una élite político-intelectual» o «un gobierno de funcionarios». Esto tiene múltiples lecturas, pero me gustaría señalar dos niveles de esta crítica. Primero, la estrategia de las etapas persigue y contribuye, muchas veces, a que no concluyan nunca. Segundo, hay dueños, propietarios de las etapas, que hacen de su etapa un período eterno. Pueden llegar incluso a decir: «en esta etapa, nos toca retroceder y replegarnos». Entonces se pasan toda la vida retrocediendo y replegándose hasta que, como en algunas experiencias históricas, pierden «el camino de regreso».

La «in-consciencia nacional»

Otro aspecto notable del trabajo de Mazzeo es su análisis acerca de la categoría de conciencia nacional. Primero considera que no es autónoma, «es una forma de alienación ideológica», una «inconsciencia» o «una falsa conciencia nacional popular». Quiere decir que ella muchas veces se puede presentar como autónoma, sustancial y con vida propia, pero es el resultado de una práctica concreta. En su forma de presentación es una totalidad que invisibiliza aspectos esenciales que la constituyen.

Los proyectos políticos separan de esa conciencia nacional unos aspectos en desmedro de otros, y ese corte que realizan sobre la conciencia nacional tiene una función específica e histórico-concreta en los marcos de ese proyecto. En ella conviven y subyacen proyectos antagónicos, contradictorios, dominantes y subalternos. Miguel Mazzeo nos deja entrever este costado instrumental de la conciencia nacional. Ella puede ser funcional a un proyecto burgués de conciliación de clases, a un proyecto conservador extremo o a un proyecto revolucionario de las clases subalternas. Eso determinará recortes en los contenidos que se esgrimen, omisiones, olvidos intencionales o directamente la represión de otros. Varios proyectos políticos en disputa en los cuales el discurso sobre la nación está presente y adquiere cualidades y funciones muy específicas dentro de cada uno, y frente a los otros.

Un fuerte obstáculo, que han debido sortear los proyectos emancipatorios, guarda relación con las tensiones y transacciones entre la Nación, el Socialismo, las tareas de la liberación nacional y las distintas formas de la lucha de clases. Muchas veces negar la nación burguesa implicó y se convirtió en negar de plano contenidos nacional populares indispensables para un proyecto de justicia social. Miguel convoca a pensar la dimensión práctica de lo nacional. De ahí que confronta críticamente con aquellas asunciones «discursivas» de lo nacional plebeyo que no se acompañan de una práctica consecuente con lo postulado.

Consecuencias de una ausencia

Un peligro que acecha a los proyectos revolucionarios se origina por la no construcción de una visión y una práctica de lo nacional que sea muy propia, lo que conduce a la reproducción del discurso dominante sobre lo nacional. Hay que construir una visión y una práctica de lo nacional que se oponga y que proponga tareas históricas y concretas del proyecto político ligadas a un horizonte de nación.

Concita mucho mi atención el valor que Miguel atribuye a la dimensión teórica del estudio de lo nacional y del concepto de nación. Ayuda a visibilizar cómo, desde las organizaciones políticas, tendemos a identificarnos con los vacíos de la teoría en cuestión. Esto es decisivo no sólo para pensar a la nación, también para todos aquellos escenarios teóricos donde se discute la pedagogía de las luchas. Hay que recuperar los legados de la teoría, hay que estudiar y a la vez inventar y crear en esas zonas vacías no exploradas.

Hace un llamado a pensar la nación no burguesa y no capitalista, a practicar e inventar la nación no burguesa. Asistimos a una época de aceptación dogmática de los límites de lo posible. Como muchos intentos de sociedades alternativas han tenido fracasos, retrocesos y dificultades, eso se termina asumiendo como una derrota en el campo del pensamiento y de la práctica.

Una organización, incluso en aquellas circunstancias donde asume por obligación la «obscena» tarea de realizar tareas históricas del capitalismo, tiene que pensar y practicar mecanismos y experiencias de una nación-otra. Tiene que darse a sí misma el permiso para desobedecer la lógica y el metabolismo dominantes, y hacer que el poder del pueblo sea el vector central de esa nueva nación plebeya.

Nota:

[1] La OEA y el Imperialismo norteamericano son dos constantes que atraviesan en mayor o menor medida los desmontajes antes señalados. Para los propósitos de este texto nos centraremos en los factores internos a los proyectos, pero sin dejar de señalar que estos dos actores son siempre centrales en las disputas, y muchas veces también en el curso de los acontecimientos.

¡Muchas gracias por tu lectura! Puedes encontrar nuestros contenidos en nuestro sitio en Medium: https://medium.com/@latizzadecuba.

También, en nuestras cuentas de Facebook (@latizzadecuba) y nuestro canal de Telegram (@latizadecuba).

Siéntete libre de compartir nuestras publicaciones. ¡Reenvíalas a tus conocid@s!

Para suscribirte al boletín electrónico, pincha aquí en este link: https://boletindelatizza.substack.com/p/coming-soon?r=qrotg&utm_campaign=post&utm_medium=email&utm_source=copy

Para dejar de recibir el boletín, envía un correo con el asunto “Abandonar Suscripción” al correo: latizzadecubaboletin@gmail.com

Si te interesa colaborar, contáctanos por cualquiera de estas vías o escríbenos al correo latizadecuba@gmail.com

--

--

La Tizza
La Tizza Cuba

Revista digital y plataforma de pensamiento para debatir el proyecto de la Revolución Cubana, su relación con prácticas políticas de hoy, sus futuros necesarios