Entre lo urgente y lo importante (o hacia el ojo del huracán)

Por Josué Benavides Esteva

La Tizza
La Tizza Cuba
9 min readOct 24, 2023

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Fotografía: Juan Sanz Ferre / España

La Tizza publica este texto de Josué Benavides Esteva, secretario Ideológico del Comité UJC de la Universidad de La Habana, aparecido originalmente en Alma Mater y retirado luego de sus plataformas, por decisión de las instancias a las que pertenece la publicación.

El texto sistematiza las discusiones al interior del Comité UJC-UH y entre los secretarios generales de la Universidad de La Habana sobre los problemas de nuestras organizaciones políticas, desde dentro de ellas. Asimismo, es consecuente y dialoga con otros trabajos publicados en nuestra revista sobre estos temas y lo hace recordando que, para un revolucionario, militancia y libertad deben caminar juntas, lo que nos coloca frente al imperativo de «pensar por ser militantes y no a pesar de serlo».

Cuando una persona contrae gripe, acude a remedios de la medicina natural (infusiones, jarabes caseros) o toma pastillas para pasar la enfermedad con el menor de los agravios posible. Estas alternativas se practican en momentos de urgencia, ya cuando el «mal» está hecho. Conseguir el medicamento se hace una tarea urgente.

Sin embargo, la sistematización del ejercicio físico, la comida saludable y el cuidado frecuente disminuyen la probabilidad de enfermar y aumentan la de manifestar, solamente, síntomas leves. Casi toda persona sabe, aunque no lo practique, que es preferible hacer hasta lo imposible para no verse en apuros.

Es fácil encontrar tales contradicciones en la vida cotidiana de individuos y grupos de personas. Las siguientes líneas se refieren a la experiencia de trabajo dentro de una organización política numerosa: la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

Muchas veces al año nos topamos con actividades de improviso, carentes de importancia para una gran parte de los militantes (la idea de qué cosa es importante y para quién, requeriría de por sí debate): algunos les llaman rayos, tiñosas o candelas. Resultan acciones con las que hay que cumplir, parques y plazas que se deben llenar, militantes que «hay que poner» (lenguaje muy usado en el discurso burocrático).

Los directivos, en la mayoría de las ocasiones, no prestan atención a las caras de las personas que asisten a esas convocatorias. El fin de la tarea es cumplir la cuota, llenar el parque, «poner gente». Hacerlo es cuestión de urgencia. Esta es una realidad de naturaleza burocrática que enfrenta la UJC.

Sin embargo, la propia organización, a partir de sus principales voceros anuncia, con frecuencia, la intención de «ponerle cabeza» a esas actividades: «no llenar el parque por llenarlo» o «movilizar con conocimiento de causa», dicen.

Con el número de actividades existentes y la ausencia de reflexión acerca de su efectividad e implicaciones para la militancia, es lógico que se distorsione su sentido. La formación de los militantes, la capacidad de diálogo para pensar la UJC, los métodos de movilización, la centralidad del debate y el cambio, se encuentran en un segundo plano, supeditadas al tiempo y energías que «sobren» luego de cumplir cronogramas complejos y procesos atropellados.

Los «cuadros» (militantes en puestos de dirección) y militantes de base tienen conciencia, en múltiples ocasiones, de la necesidad de salirse de este ecosistema de inmovilismo, mas otras tantas terminan reproduciéndolo. Algo es cierto, es un problema que vas más allá de la voluntad personal. El miembro de la UJC que decide militar (tomar partido, posicionarse y actuar) se encuentra, constantemente, en esta tensión y, en esa rueda, trata de cambiar el curso de las cosas.

UJC UH: una mirada a su experiencia y proyección

En junio pasado tuvo lugar el Balance de la UJC en la Universidad de La Habana. En este se discutió y decidió a grandes rasgos la proyección política de la organización para los próximos cuatro años. Fueron definidas las líneas de trabajo y los principales procesos que la militancia de la UH va a desarrollar.

Lejos del típico «estaremos para lo que haga falta», que indica un papel de apoyo desde fuera antes que un rol de creación, los delegados al balance proyectaron que lo primero era recomponer las fuerzas a lo interno de la universidad, para luchar por una organización que «enamore», movilice y comprometa. Podría traducirse de la manera siguiente: mayor liderazgo intelectual, moral y político.

Podemos resumir, a partir de lo consensuado en el balance y en los posteriores intercambios entre militantes, los siguientes puntos generales que engloban las líneas de trabajo:

1) La transformación de las dinámicas internas de la organización (revisión de las estructuras de base, agrupación de militantes dispersos, proyección internacional, automatización de los procesos más elementales de la militancia, socialización de la información de manera oportuna y transparente).

2) Formación política (escuelas políticas, comisión político-ideológica, espacios de debate, intercambios y vínculos políticos entre universidades y centros del municipio y la provincia).

3) Relatar la vida militante (crear mecanismos de difusión de información, producir análisis políticos, diversificar el formato de los mensajes y los contenidos de la organización).

El grupo de rutas trazadas no alcanza a ser un programa político, sino más bien una proyección de trabajo para construir el programa que necesita la UJC, con el propósito de organizar las acciones para el convencimiento y mayor movilización en favor del proyecto cubano. Pero a ese punto no se llega con aventurerismo; un mínimo de orden es necesario. El objetivo es prepararnos hoy, para avanzar mañana.

Un reproche común que se hace contra la UJC es su incapacidad para comprometerse, a fondo, con los problemas que son estructurales a la vida universitaria: planes de estudio, políticas académicas, mecanismos de socialización del conocimiento, condiciones de vida de los estudiantes y profesores, relación con el personal no docente, tipo de profesional que forma la universidad, arte, recreación y deporte sano, entre otros.

Aclaro, no es que la UJC esté desvinculada de estos procesos, el cuestionamiento va más bien por el hecho de que no tiene incorporada, entre sus propósitos fundamentales, la intención de influir en estas esencias de la comunidad universitaria. Es decir, no atiende (si la palabra atender es correcta en esta circunstancia) el desarrollo de estas actividades como algo importante, sino que se involucra en ellas en condiciones puntuales, o sea, en situaciones de emergencia.

Lo que pudiera identificarse como un problema de la organización, no es fácilmente resoluble. Solo se puede salir de este círculo a partir de un continuo debate con respecto a los conflictos universitarios, un ejercicio sistemático de preparación de los militantes y un involucramiento creciente y responsable en sus asuntos esenciales. De ese manera, la identificación de lo «importante» y su distinción de lo «urgente» serán viables. A eso van dirigidas las líneas trazadas en el balance.

La típica frase «La UJC no da nada» puede interpretarse a veces como el deseo de pertenecer a un grupo de personas privilegiadas. Esta interpretación es errada, puesto que la inmensa mayoría de la membresía de la Organización no participa de prebenda alguna, ni goza de prerrogativas políticas o de tipo material.

En ese sentido, la Organización no «da» nada, ni tiene por qué darlo. Otra interpretación sería la de pensar que quienes dicen tal cosa sienten la necesidad de involucrarse de manera directa o indirecta en la transformación de la vida universitaria, y no encuentran ese lugar en la UJC.

Esta última conclusión no es alarmante, puesto que reconoce implícitamente el deseo de la comunidad universitaria de mejorar su entorno.

Ese deseo no se satisface con voluntad personal solamente. La posibilidad de renovar la organización está condicionada por cómo se relaciona con las circunstancias reales.

¿Qué respuesta tiene para los males en la Universidad? ¿Cómo se posiciona en el discurso y en la práctica ante los movimientos (grandes o pequeños) que emergen del estudiantado? ¿Cómo comunica su política a la comunidad universitaria? ¿Cómo contribuye a hacer de la Universidad un dispositivo social que beneficie al pueblo de este país y no a un reducido sector?

A eso van dirigidas las líneas trazadas en el balance.

Algunos consideran que los problemas de la universidad se resuelven solo con buena gestión, pero es una conclusión insuficiente. En un país con profundas carencias materiales se hace muy difícil gestionar de manera eficiente los recursos, por lo que la formación política y la participación se vuelven más necesarias.

La situación de las becas, la falta de profesores, el sobrecargo docente en varias facultades, el deterioro de la vida cultural o los decrecientes resultados en ámbitos académicos, requieren entonces ser atendidos por una comunidad que constantemente esté pensando, diseñando y ejecutando soluciones cada vez más integrales y perecederas. A ese punto se llega con formación política e involucramiento. Sensibilizarse, tomar partido y actuar requiere de políticas generales pensadas para lograr estos efectos. A eso también van dirigidas las líneas trazadas en el balance.

Al interior de la Organización, ¿cómo la UJC va a dirimir sus conflictos internos sin perder la ternura, el compañerismo (como diría Fernando Martínez Heredia)? ¿Cómo va la militancia a explicarse a sí misma, a pensarse? ¿Cómo podrá marcar la agenda del universo juvenil y no estar a la riposta ideológica? ¿Cómo miramos a los ojos a la comunidad universitaria sin caer en el cinismo? ¿Cómo no decir medias verdades ni evadir cuestiones incómodas? ¿Cómo enfrentar situaciones de tensión o desprestigio de la Organización? ¿Cómo exigir?

Esto se resuelve en gran parte con liderazgo intelectual y moral. Con una práctica de transparencia, de atención a las bases, de explicación continua del desarrollo de los procesos, con autocrítica sincera y sin autocomplacencias innecesarias. Desterrar de una vez por todas la conservadora frase «no hay que pensar tanto, hay que hacer» y cambiarla por «qué hacer», que tiene implícita ya el necesario ejercicio del pensar.

De la periferia política al ojo del huracán

Hace varias semanas circularon en redes sociales unos «reportajes» en Youtube (bastante virales) sobre las condiciones de una beca de la Universidad y la percepción que tienen los estudiantes sobre sus carreras.[1]

¿Por qué estos trabajos son interesantes, aun cuando no compartimos sus visiones políticas? Pues porque indagan sobre cuestiones fundamentales: el día a día de un alumno becado y la utilidad y felicidad que le reporta una carrera a un estudiante. Eso es estar en la centralidad política, en el ojo del huracán.

Por otro lado, el canal Nexos produjo un audiovisual sobre los universitarios que participan del trabajo asalariado (su mayoría en el sector privado y cooperativo).[2] Si una parte importante de los estudiantes de la Universidad vive en estas condiciones, ¿por qué relegar el seguimiento de ese fenómeno a lo administrativo, a lo meramente «institucional»?

Más recientemente, también Nexos realizó una entrevista a un representante de la Asociación de Antiguos Atletas, en la que salieron a relucir las dinámicas excesivamente competitivas y poco deportivas en las que se involucra una parte importante de la comunidad universitaria.[3]

Estos últimos trabajos no fueron virales, pero sí indagaban sobre temas medulares. Esto significa que se pueden hacer productos de calidad y estar en el ojo del huracán. Es decir, tenemos la posibilidad de extraer información con las herramientas que poseemos, procesar y trabajar para la transformación.

Las opiniones expresadas en uno u otro video no son motivo de menosprecio ni de rechazo, sino llamados de atención. Si bien muchos universitarios quieren abandonar la realización de su proyecto de vida en Cuba, la mayoría prevé el deseo de retornar ¿Eso no nos dice algo?

Como mismo muchos argumentan de los bajos salarios o las pocas posibilidades de ejercer para lo que fueron formados, la generalidad siente orgullo de haberse graduado en la Universidad ¿Eso no nos dice algo?

Siempre es bueno regresar al pasado por unos instantes para volver al presente con un poco de esperanza e ímpetu. Hace más de 100 años se preguntaron ¿Qué hacer?, en medio de un contexto de confusión y dispersión.

Nuestro momento de dispersión pasa precisamente por estar en muchas ocasiones en la periferia del debate social (y universitario), lejos de donde se espera que estemos.

Si nos preguntan ¿qué hacer? creo que valdría la pena decir, sin complejos de ningún tipo: pasar de la periferia al centro, meternos en el ojo del huracán.

Notas:

[1] «¿Cómo viven los universitarios cubanos? Residencia estudiantil de la Universidad de la Habana», disponible en https://youtu.be/m34lpYew2Go y «¿Qué opinan los estudiantes cubanos? Lo que nadie cuenta», disponible en https://www.youtube.com/watch?v=PmE1rYIV8OA.

[2] «La nota: estudiantes universitarios que trabajan», disponible en https://www.youtube.com/watch?v=zKbGAAXUPXE.

[3] «A la hora buena. AAAC y su compromiso con el deporte universitario», disponible en https://t.me/NexosMultimedia.

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