La Carta de México: sus dos encuentros

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10 min readApr 30, 2020

Por Juan Nuiry

“Kraken”, Ibrahim Miranda

De la serie: «La unidad no es hija única»

Intervención en el cincuentenario de la Carta de México, en el Museo Casa Natal de José Antonio Echeverría, el 29 de agosto de 2006 (Tomado de Nuiry Sánchez, Juan. Tradición y combate. Una década en la memoria, Ediciones IMAGEN CONTEMPORÁNEA / Editorial Félix Varela, La Habana, 2007).

Entre las principales efemérides del año 2006, el periódico Granma destaca en su edición del 6 de enero, como un documento raigal de la Revolución Cubana, a la Carta de México, firmada hace cincuenta años por Fidel Castro y José Antonio Echeverría, en la Ciudad de los Palacios, donde es permanente el recuerdo de José Martí y Julio Antonio Mella.

Además de constituir un hito de nuestra historia, la Carta de México rompe las barreras del tiempo, con la fuerza de un Baraguá y llega a nuestros días como un legado para la juventud, tanto en su concepción unitaria, como por constituir un compromiso permanente de la FEU con la Revolución.

En esto radica su importancia, aunque hay que estudiar sus antecedentes para conocer por qué surgió. Debemos buscar la respuesta en el proceso que se extendió por más de cuatro años, a partir del 10 de marzo de 1952 y observar cómo los acontecimientos van radicalizando la lucha.

La juventud consolida valores y deja en el camino a los indecisos, y esta juventud constituye un verdadero frente generacional, en que prima una plena identificación de propósitos.

El año 1956 –cinco décadas atrás– fue fecundo en acontecimientos y en definiciones. Fidel Castro había salido de Cuba para México el 7 de julio de 1955 y llevaba meses preparando la nueva «guerra necesaria». A fines de ese año, desde el exilio, había manifestado que en el año 1956 seríamos libres o mártires.

Ya José Antonio tenía ganado un reconocido prestigio no obstante su juventud. Al comenzar 1956, aún le estaban cicatrizando las heridas recibidas en los enfrentamientos sin precedentes que había dirigido en diciembre del año anterior. Entre el 27 de noviembre de 1955 y principios de 1956, la lucha contra la dictadura ganó una fuerza inusual.

No estaría completo este panorama si no se tomaran en cuenta otras posiciones, que buscaban fórmulas mediatizadas a la problemática nacional, las que no cejaban en su empeño de lograr una salida política. Los ecos del mitin del muelle de Luz, el 19 de noviembre de 1955, habían quedado ahogados en sus objetivos, ante los gritos de la masa, que gritaba: «¡Revolución!»

Para contrarrestar este auge revolucionario, el presidente de la Sociedad de Amigos de la República (SAR), Cosme de la Torriente, fue recibido el 10 de enero de 1956 por Fulgencio Batista, con el objetivo de activar el llamado «diálogo cívico». Los partidos políticos, sin visión histórica, no captaron la magnitud del momento. No comprendieron que comenzaba otro ciclo.

Entre Fidel y José Antonio existía una plena identificación. Cuando Fidel Castro salió de la prisión el 15 de mayo de 1955, en esos históricos 53 días que permaneció en La Habana, mantuvo constantes encuentros con José Antonio y el ejecutivo de la FEU.

En diciembre de 1955, cuando me encontraba ingresado en el Hospital de Emergencias, a consecuencia de los golpes recibidos durante los sucesos del Estadio del Cerro el día 4 de ese mes, me visitó la compañera María Laborde, que estaba recién llegada de México y traía un mensaje de Fidel, en el que sugería un encuentro con José Antonio, asunto que inmediatamente le trasladé a este, a mi salida con libertad provisional.

En 1956 José Antonio recibió dos importantes invitaciones. Una era para participar en la Segunda Conferencia Latinoamericana de Estudiantes, que se efectuaría en Santiago de Chile, y la otra, para asistir al Congreso Internacional de Estudiantes en Ceilán, hoy Sri Lanka. Resulta interesante observar, a la distancia del tiempo, cómo se fueron produciendo los acontecimientos en la agenda de José Antonio:

· Al comenzar el año, el joven dirigente de la FEU declaró a la revista Bohemia: «El próximo 1956 será el de la total liberación de Cuba. Al decir esto ni imito ni declamo, tal vez coincida». Estas declaraciones constituyen un antecedente público de idénticas proyecciones a las de Fidel.

· El 24 de febrero dio a conocer públicamente en el Aula Magna de la Universidad de La Habana la creación del Directorio Revolucionario.

· El 13 de julio fue reelegido, por amplia mayoría, como presidente de la FEU. Estas elecciones serían las últimas que tendrían lugar en la Universidad de La Habana, hasta el triunfo de la Revolución.

· Había hecho público en diversos periódicos, revistas y en el órgano oficial de la FEU, Alma Mater, tanto su posición insurreccional, como su repudio a los dictadores de América. De esa forma dejaba bien definido su pensamiento antimperialista.

Con este aval, salió hacia Chile el 28 de julio de 1956. El día 16 de ese mes había llegado a los 24 años. No cumpliría los 25.

En el mes de agosto de 2005, el Secretariado Nacional de la FEU organizó un acto en la Casa-Museo José Antonio Echeverría, en la ciudad de Cárdenas, en ocasión del Aniversario 49 de la Carta de México. Asistieron antiguos combatientes del movimiento estudiantil, junto al pueblo y los estudiantes de ese territorio. En esa ocasión usamos de la palabra René Anillo, que asistió al primer encuentro en México, y yo, que estuve en el segundo.

Durante el viaje hacia la ciudad matancera, precisamos algunos asuntos, relacionados con ambas reuniones. Luego de la dolorosa desaparición física de Anillo, solicité a su esposa Aimée las notas dejadas por René, con el fin de precisar y aclarar puntos de ese primer contacto, brindados por ese excepcional protagonista, que además se caracterizaba por su seriedad.

Cuando José Antonio salió de Chile, hizo escala en algunos países centroamericanos y, de acuerdo con lo que indica su pasaporte, llegó a Costa Rica el 23 de agosto de 1956. Desde ese país solo pudo conseguir dos días para estar en México de tránsito.

Pero, detengámonos en las notas de René Anillo, donde señala:

«Lunes 27 de agosto: Llego a México.

Martes 28 de agosto: Llega José Antonio.

Reunión con Fidel 9 p.m.

Fidel Castro y José Antonio se encuentran a las nueve de la noche del 28 de agosto de 1956 en el apartamento en que habitan Jesús Montané y Melba Hernández, en los bajos del edificio ubicado en la calle Pachuca, esquina a Márquez, en Ciudad de México. Se trabaja toda la noche y alrededor de las diez de la mañana del día 29, nos trasladamos a una casa situada en Sierra Nevada donde, luego de una lectura del documento se requirió de añadidos y de una última versión. Luego de mecanografiado y firmado nos fuimos a almorzar. (…) Conseguí, no sin esfuerzo, pasaje en un vuelo del 29 de agosto, llegando a La Habana el 30 de agosto de madrugada y trasladando inmediatamente la declaración, la que fue ampliamente discutida en el seno de la FEU.»[1]

Estas notas de René Anillo no dejan lugar a dudas de que la Carta de México fue firmada el 29 de agosto de 1956. Anillo trajo dentro de los zapatos el histórico documento que se publicó el lunes 2 de septiembre en la prensa cubana, con el efecto de un detonador.

Un importante diario de la época señalaba en grandes titulares: «Alianza de Fidel Castro y la FEU en México». La prensa no podía silenciar la trascendencia de tales declaraciones, reflejo de la unidad de las dos grandes organizaciones, y que resumían el empuje de la fuerza de vanguardia del pensamiento y la acción revolucionaria de la juventud cubana.

Aunque no aparece plasmado en el texto, se tomó el acuerdo de titular Carta y no Pacto a este documento, pues este término había perdido prestigio por haberse utilizado antes por agrupaciones y partidos políticos con fines efectistas y publicitarios. En la primera reunión se decidió realizar la segunda, que debía ser más amplia y tendría como propósito precisar las acciones. Para explicar estos dos encuentros encontré tiempo después una frase de José Martí que los califica con precisión: «los métodos son secretos y los planes públicos.»

Después de la reunión donde participara José Antonio en Ceilán, este hizo una última escala en Miami y desde ahí nos comunicaron a Fructuoso y a mí que debíamos partir a su encuentro y ambos salimos de Cuba el 5 de octubre de 1956. En esa ciudad floridana pasamos unos días intercambiando informaciones. José Antonio habló sobre el desarrollo de los eventos en los que participó, el apoyo obtenido para nuestra causa y los contactos establecidos con los dirigentes estudiantiles, tanto en las reuniones, como en los países visitados.

Nosotros lo pusimos al día de la situación nacional y los momentos vividos luego de la publicación de la Carta de México, cuando tuvimos que enfrentar la reacción de la dictadura y la seudo oposición, así como salir al paso a posiciones oportunistas y divisionistas.

Días después, los tres partimos desde Miami hacia México, para sostener el segundo encuentro con Fidel, mientras otros compañeros saldrían, con ese mismo fin, directamente desde Cuba. Esa reunión se efectuó 40 días después de la primera. El historiador Mario Mencía lo narra de esta manera: «Para esa segunda ronda, viajaron a México, junto a José Antonio, Fructuoso Rodríguez, Faure Chomón y Joe Westbrook, del Ejecutivo del Directorio Revolucionario, así como sus cuadros de acción Juan Pedro Carbó y José Machado y el secretario general de la FEU, Juan Nuiry.»[2]

Al arribar al aeropuerto de México D.F., nos esperaba con su contagiosa alegría Jesús Reyes, para llevarnos directamente al encuentro con Fidel, en la llamada Casa Bonita. Ahí estaban reunidos Raúl Castro, Juan Manuel Márquez, Ñico López, Pedro Miret, Cándido González, Faustino Pérez y Jesús Montané, amigos y compañeros muy queridos, de amplios expedientes revolucionarios.

Después de aquel emocionante encuentro, José Antonio, Fructuoso y yo fuimos para un apartamento en los bajos del edificio de la calle Pachuca, que no solo sirvió para alojarnos nosotros a nosotros tres, sino también para efectuar las más importantes reuniones, casa que ya era conocida por José Antonio desde el primer encuentro. En nuestra actividad revolucionaria no se nos escapa la importancia histórica de haber participado en aquel encuentro, en el cual se analizaba la estrategia de lucha. Aún resuenan los ecos de aquellos diálogos, cargados de fervor patriótico, bajo el principio de la unidad y el desinterés, donde solo se solicitaba ocupar el sitio de más alto riesgo.

En un ambiente de amplitud y sinceridad se analizaba y coordinaba la lucha con el optimismo permanente de la victoria final. Si surgía alguna diferencia, de inmediato era aclarada. Era necesario propiciar acciones armadas, con el fin de que los medios de la tiranía batistiana tuvieran que dislocarse hacia distintas zonas. Se precisaban los campos de acción y las claves para la información requerida.

Solo faltaban dos meses y medio para que terminara el año y era inminente el desembarco en Cuba de Fidel y sus compañeros, para iniciar la guerra revolucionaria que desarrollaría simultáneamente la insurrección armada en todo el país. Existía más fe en la lucha que recursos.

Al término de la reunión, José Antonio, Fructuoso y yo salimos de nuevo hacia Miami, luego de despedirnos de Fidel en el aeropuerto de México el 16 de octubre. Esa fue la última vez que Fidel vería con vida a José Antonio y Fructuoso y conmigo se encontraría en la Sierra Maestra, precisamente para ratificar la Carta de México, en el mismo escenario de la guerra.

Recuerdo que José Antonio no podía ocultar su alegría y durante todo el viaje ratificó su satisfacción y confianza en Fidel, su honestidad y la enorme trascendencia de lo acordado y los compromisos contraídos. Hablaba con entusiasmo sobre las prácticas de tiro efectuadas con rifles de mirilla telescópica en Los Gamitos; el encuentro con su amigo José Smith Comas, los históricos días pasados en la capital mexicana, así como el deseo de regresar para cumplir con los compromisos contraídos. No conocíamos que, al llegar, los acontecimientos marcharían a una extraordinaria velocidad.

A cincuenta años de este hecho histórico, se destaca que aquel acuerdo no constituyó uno más, sino que cada palabra fue rubricada con heroísmo y sangre, como un verdadero legado de irreductible compromiso de unidad y un mensaje a la nueva generación, tal como fue expresado en su texto, como evidencia de su continuidad histórica, en el «que la FEU y el 26 de Julio, hacen suyas las consignas de unir las fuerzas revolucionarias, morales y cívicas del país, a los estudiantes, los obreros y las organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba, para que nos secunden en esta lucha, que está firmada con la decisión de morir o triunfar.»

Notas:

[1] Archivo del autor.

Este libro fue publicado en 2007. Juan Nuiry Sánchez falleció en La Habana, el 19 de octubre de 2013. Nota de La Tizza.

[2] Mario Mencía. Tiempos precursores. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, p. 306.

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