La ola feminista viene creciendo

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La Tizza Cuba
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10 min readMar 12, 2020

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Por Lissy Villar Muñoz

Desayunamos con unas amistades en casa. Cuando estábamos en la mesa, el padre de un amigo nuestro le pidió a la esposa que le sirviera el jugo de guayaba. El compañero podía habérselo servido. Podía haberse levantado y servido su jugo. Con esto quiero decir que mientras yo estaba intentando hacer este artículo, la vida cotidiana nos demuestra una vez más que hay pequeñitas cosas que cambiar al interior de nosotras mismas, nuestra sexualidad, de nuestra relación de pareja, de la relación y posición en la familia, con las compañeras de trabajo, del vecindario, con nuestra madre, con nuestras amigas, con aquellas otras que no son amigas ni enemigas, que son mujeres.

Tenemos que modificar la posición de las mujeres en los medios de comunicación — como trofeo de caza, como objeto sexual, como carnada, en nuestro empleo formal o informal, en los puestos de dirección y llegar a los de decisión. Tenemos que modificar los roles en nuestra organización política, cambiar al capitalismo, al Estado, teñirnos de verde, de blanco y multicolor.

Hablar de feminismo es fácil, adentrarnos y que se adentre en cada una de nosotras, eso es lo difícil. Pero, como hemos aprendido, nada es natural, ahistórico; por tanto, se puede modificar, transformar. Hay que ir por ahí, diciendo qué es el feminismo. No intentando alterar los tiempos de la evolución de cada persona, sino compartiendo y mostrando algo diferente y poco conocido.

El feminismo es acompañarnos cuando sentimos que la vida se vuelca sobre nosotras. Y eso creo que no lo hemos logrado, en su mayoría, las mujeres del mundo, ni las cubanas. Preferimos tragarnos la amargura, o sobrevivir a la existencia de la vida cotidiana, solas. No nos llamamos ni nos reunimos para hablar de nosotras — sino de otros — . No basta con una o con dos, con tres — aunque por ahí se empieza — . Necesitamos un movimiento que nos escape, que nos agrupe, que nos salve. Pero un movimiento feliz, no autovictimizándonos, no regocijándonos en el dolor. Necesitamos aire propio.

Y en la medida en que redacto este trabajo, cuestiono nuestras vidas que no escapan a los sesgos patriarcales. Mirando la individualidad y también la colectividad.

No existe la igualdad en el capitalismo. Hay que combinar prácticas concretas y cotidianas pensando en la utopía, incluso desde una realidad otra como la cubana.

Y de ahí también el propósito de repensarnos todos los espacios. Los medios de comunicación, todo lo que respecta a la agitación y propaganda del feminismo, del socialismo, son fundamentales en la creación de conciencia y en la transformación paulatina y sistemática.

En un contexto donde no solo nos matan como ratas, sino que se cuestiona si somos culpables de que nos hayan matado, la ola feminista viene creciendo cada vez más.

«Ante la pasividad, desorientación e inmovilismo de las élites políticas tradicionales, eran las Mulheres Unidas Contra Bolsonaro quienes se ponían al frente de las manifestaciones y lideraban la defensa de los derechos humanos y las conquistas sociales.

» La imagen de las mujeres en las calles apoderándose de las calles (ese espacio público) también se había hecho visibles meses antes en Argentina y Chile. Entre julio y agosto (del 2018) las redes sociales se llenaron de pañuelos verdes en apoyo a las mujeres argentinas que salieron a la calle para exigir su derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Las manifestaciones de solidaridad (sororidad), que sacudieron en distintas ciudades del mundo, y el emotivo mensaje en apoyo de las milicianas de las Unidades de Autodefensas femeninas Kurdas (YPJ) ponían de relieve, una vez más, la enorme capacidad de los feminismos del Sur (y de todos los lugares del mundo) para romper fronteras y construir alianzas internacionalistas frente al patriarcado.

» La histórica vigilia que congregó a más de un millón de personas en las puertas del Congreso Argentino, mientras se debatía la ley de interrupción voluntaria del embarazo, fue la expresión cúlmine de la fuerza de un movimiento que había ido en aumento con el paso del tiempo. Las feministas argentinas recuerdan que en 1986 cerca de 1000 mujeres acudieron al primer Encuentro Nacional de Mujeres; mientras que el realizado en Trelew-Patagonia (2018), congregó a más de 65000. Sin duda, el movimiento feminista está en auge, pero tras él hay una genealogía de mujeres y décadas de lucha. Porque en Argentina, es imposible entender el poderío actual del activismo sin regresar a las grandes movilizaciones del año 2015, que tras la consigna ‹Ni Una Menos› exigían el fin de la violencia de género y los feminicidios; o sin recordar a ese grupo de madres que en 1977, en plena dictadura militar, se ataron un pañuelo blanco en la cabeza y acudieron a la Plaza de Mayo para reclamar la aparición con vida de sus hijos/as desaparecidos/as. En el mes de mayo, la imagen de un grupo de mujeres chilenas danzando encapuchadas y con los pechos al descubierto daba la vuelta al mundo. Era la expresión más llamativa de una masiva manifestación callejera contra la violencia sexual y de decenas de acciones que mantenían paralizados centros educativos y facultades de diversas universidades del país. Las protestas habían comenzado en el mes de abril en la Universidad Austral después de una denuncia de acoso sexual, que se sumaba a decenas de casos similares, en otras universidades, que permanecían en total impunidad. Y se agudizaron tras la violación y asesinato de una niña de 2 años y la violación múltiple de una joven por parte de un grupo de hinchas de un popular equipo de fútbol, en un caso que se conoció como ‹la manada chilena›».[1]

En el Caribe las mujeres comparten el mensaje desatado por nuestras hermanas argentinas y la lucha contra el fascismo de Jair Bolsonaro. Las feministas boricuas, lideraron la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto libre, seguro y accesible en Puerto Rico — #Noal PS950; #NoalNuevoCodigoCivil — . Mientras, nosotras, las cubanas, hemos reconocido que las conquistas de la Revolución, que hoy disfrutamos, no son suficientes; que nos queda mucho por hacer en el espacio doméstico, privado; que debemos tener poder de decisión en altas instancias gubernamentales; que el acoso callejero debe enfrentarse; que debe haber una ley específica sobre la violencia de género en nuestros códigos. No hablo en nombre de las cubanas porque eso sería irrespetarnos. En Cuba hay mujeres feministas y mujeres que no lo son, como en todos los países del mundo. En Cuba tenemos conquistas que, por desgracia, en otros países todavía son una quimera. Y quimera también lo son otras regulaciones que en Cuba no existen. Sin embargo, las mujeres en Cuba estamos empoderadas y a la vez sujetas a estereotipos, constructos y estructura patriarcal.

La Federación de Mujeres Cubanas, si bien ha sido la organización femenina — no feminista declarada — que agrupó y organizó a las mujeres cubanas a principios de la década del sesenta y revolucionó el papel de la mujer a nivel nacional e internacional, hoy enfrenta disímiles desafíos.

Más allá del reconocerse como feministas — que es importante porque nombras y existe — se trata de realizar una labor feminista. No trato de desmeritarla, todo lo contrario. Estoy dispuesta a seguir perteneciendo y creando en la Federación de Mujeres Cubanas. Lo que no puede suceder es que sigamos desde la perspectiva tradicional y patriarcal haciendo trabajo de base, formación o reunión.

Mientras que en los discursos las mujeres sigamos reconociéndonos dueñas y responsables de la familia con orgullo, creyendo en el síndrome de la superwoman — sin enfrentar que eso es patriarcado y que no nos podemos enorgullecer y naturalizar el hecho de que somos responsables de cuidar — , mientras sigamos reconociendo la familia heterosexual y blanca como modo hegemónico e imperante y legítimo, cuando sigamos felicitándonos un 8 de marzo y regalándonos flores como símbolo absoluto de la mujer y «su delicadeza» y mientras pongamos canciones que hablen de lo mucho que necesitamos al hombre para vivir — en un espacio que supone empoderamiento de las mujeres y vínculos políticos de nuestro ejercicio por la plena igualdad — no vamos a creer en una organización feminista que luche de manera cotidiana desde la base por una transformación real en nosotras mismas y en la sociedad.

En Cuba, todavía el 8 de marzo de 2018 se siguió invitando a altas directivas a programas televisivos para que hablaran de «su día» y se les regaló flores. Y eso en el año 2020 continúa pasando: «invitamos» a mujeres en especial ese día. Sin embargo, algo diferente sucedió. No fue en gran escala, no participaron quienes no tuvieron acceso a las redes sociales, pero algunas mujeres cubanas dijimos #Paramos, como parte también del movimiento feminista que se llevó a cabo en el mundo el 8 de marzo de 2018.

Diríamos también que emerge hoy una nueva ola del feminismo latinoamericano y caribeño que focaliza sus luchas en el reconocimiento de las dimensiones del patriarcado y su desmontaje: la lucha por la vida y contra el feminicidio; la lucha por la despenalización del aborto; por una educación sexual integral; por la no colonización de nuestros territorios — no militarización, no extractivismo — y nuestros cuerpos; la apuesta por el socialismo, por el feminismo dentro de nuestros movimientos de izquierda y la radicalización de esos movimientos hacia el socialismo y por ende, el ejercicio del poder popular y la decisión real en la construcción de un gobierno, Estado y país.

Y ahí debemos estar las mujeres cubanas, cuestionándonos las luchas, la izquierda y el contexto latinoamericano y caribeño.

¿Cuántas mujeres en Cuba hemos oído hablar de feminismo popular? El feminismo popular tiene como esencia la realización, por parte de colectivas organizadas, de experiencias de poder popular cotidiano. Y eso necesitamos las mujeres en todas las esferas de la vida y en todos los territorios del planeta.

El feminismo visualiza un futuro en el que la dignidad humana sea fundamental y que existan oportunidades para toda la gente y que todas las personas puedan acceder a ellas. El feminismo también acoge y afirma a las mujeres y sus logros en el pasado y en el presente. El feminismo permite a las mujeres definirse a sí mismas como liberadas de las rígidas normas culturales acerca del papel que deben jugar en la sociedad. ¿No es eso lo que se ha propuesto hacer la Federación de Mujeres Cubanas? ¿No es eso lo que se propuso Vilma Espín Guillois? ¿No es eso lo que se propusieron las mujeres organizadas en la década del sesenta? Pues eso es lo que queremos las feministas, las feministas de adentro y de fuera.

El Grupo de investigación América Latina: Filosofía Social y Axiología — Galfisa — del Instituto de Filosofía, ha elaborado una propuesta en torno a los sentidos éticos y políticos de nuestras luchas y resistencias, con los cuales contamos para ejemplificar muchos elementos de la lucha feminista latinoamericana y caribeña. Y los apunto:

· «Luchar por el derecho a la vida;

· Dignificar a las mujeres en los movimientos sociales populares;

· Visibilizar las luchas de todas y todos;

· Redescubrir América Latina en la diversidad de sus comunidades y pueblos — este elemento lo podemos relacionar con la concepción de poder popular y feminismo popular y también con la memoria histórica — ;

· Superar la noción de sujetos sujetados a un sistema;

· Recuperar la toma de conciencia y el análisis crítico del accionar;

· Construir poder desde el hogar — he aquí la dimensión «Lo personal es político» y la relación ámbito público-ámbito privado — ;

· Superar el protagonismo estéril y aprovechar las capacidades que tenemos como movimiento social».

Luchamos hoy por la destrucción del patriarcado, por el derecho a la vida, contra el feminicidio, por la garantía de los derechos sexuales y reproductivos, la autonomía del cuerpo, la superación del capitalismo y sus lógicas de dominación, la no militarización, esta última convertida en el arma imperial del capital.

Y a eso debemos sumarnos las cubanas, las que fuimos protagonistas de la Revolución dentro de la Revolución, en la reforma Agraria, en el proceso de nacionalización, las que respaldamos la declaración del carácter socialista un 16 de abril de 1961, las que fuimos artilleras en Angola, las que resistimos, sobrevivimos e hicimos que sobreviviera nuestra familia en la década de los noventa con el Período especial, las que intervenimos en las reuniones de rendición de cuenta, las que formamos parte, en su mayoría, de muchos de los colegios electorales del país, las que protestamos cuando nos mandan a parir porque hay «un problema de envejecimiento poblacional».

En esta nueva época que estamos viviendo, debemos acercarnos más las mujeres, preguntarles — y preguntándonos — más a las mujeres, desmontando todas las lógicas y dimensiones donde el patriarcado está actuando. Ese es uno de nuestros principales desafíos.

En los medios de comunicación y en especial en los reportajes por la «celebración» del 8 de marzo suelen hacer las siguientes preguntas «¿Se te hace difícil dirigir?» o «¿Cómo asimila tu familia esta actividad tan compleja?». En la sección cultural de la revista En tiempo real del Canal Caribe la periodista preguntó a Eme Alfonso: «¿cómo conjugas las facetas de mujer, madre, creadora, música?». Y esto reproduce también los estereotipos; esas son interrogantes nunca hechas a los hombres y que son, en su esencia, patriarcales por la posición adjudicada a las mujeres.

También sucede en los medios de comunicación, en conferencias, talleres, donde la utilización de fuentes «especializadas», en su mayoría hombres, son las que vienen a corroborar lo que periodistas han manifestado; en una especie de reconocimiento o voz autorizada, o se simplifica el asunto cuando se conforman paneles o espacios televisivos por hombres.

Apenas conocemos de las garantías constitucionales con que contamos en Cuba y las garantías de nuestras compañeras latinoamericanas y caribeñas. Eso es un punto de desafío en la defensa del feminismo en Cuba y en el resto de Latinoamérica.

En espacios institucionales cubanos me atrevo a decir que apenas se ha hablado del feminismo popular.

Queda mucho por hacer en materia de formación, de educación sexual integral en las escuelas, de mostrarle a las mujeres su cuerpo y enseñarles que explorarlo no solo trae consigo saber qué nos gusta y qué no, sino además, construir sujetas que dicen «No», que se enfrentan al patriarcado en sus relaciones de pareja y en su familia. Es enseñar a las mujeres y a los hombres — y a quien no se reconoce en lo binario — , a las muchachas y a los muchachos una nueva forma de pensamiento y de accionar. Dialogar también con formas otras de formación. Adentrarnos más en la educación popular y en la pedagogía feminista.

Hoy el movimiento feminista en Cuba debe, en primera instancia, crearse.

Notas:

[1] Judith Muñoz Saavedra, “La nueva ola feminista que viene del Sur: irrupción, memoria y esperanza” en revista Entrepueblos, diciembre de 2018.

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