La revolución en Rojava
Entrevista a Julen Satrustegi
Por La Tizza
Julen Satrustegi, compañero vasco, vivió durante más de un año en Rojava, donde se desarrolla un intenso y complejo proceso de transformación social. Sobre su experiencia y criterios con respecto a esta revolución en Medio Oriente nos cuenta en esta entrevista exclusiva.
Vamos a partir de tu experiencia. ¿Cómo llegaste a Rojava? ¿Qué hiciste en todo ese tiempo? Del proceso de transformación social que se vive allí, ¿qué aspectos cautivaron tu atención?
A Rojava llegué por la inquietud de conocer un proceso que, por lo que tenía entendido, estaba en pleno desarrollo revolucionario, en un contexto de sequía de propuestas y acción en Europa occidental. Los primeros vínculos los tuve gracias a que los kurdos tienen una gran diáspora por Europa, y contactan con compañeros y compañeras de diferentes partes de nuestro continente [Europa]. Así, al ponerme en contacto con ellos, llegué a Rojava por el Kurdistán iraquí, cruzando el río Tigris, que es la frontera impuesta entre los Estados de Irak y Siria. De esa forma inició mi experiencia en la autodenominada Administración Autónoma del Noreste de Siria, también conocida como Rojava.
Cabe puntualizar que Rojava es la parte siria del Kurdistán, pero el proyecto en que hoy día se está desarrollando este proceso va más allá del territorio de Rojava, de esta parte kurda de Siria, que abarca hoy día alrededor de un tercio del territorio sirio, el mismo tamaño que tiene un estado como Suiza. Además de los kurdos, participan otras etnias como árabes o minorías cristianas de diferente tipo, etcétera. Allí estuve al inicio en la conocida como Comuna Internacionalista, un espacio en el que se da la bienvenida y se acoge a los internacionalistas llegados de todo el mundo. Ese es un poco el comienzo del periplo de toda persona extranjera que quiera participar y conocer el proceso que se está viviendo allí.
Hay que pasar una temporada en este ambiente, rodeado de kurdos y gente de todo el mundo, porque es un espacio necesario de aterrizaje en el que puedes empezar a entender qué es lo que está ocurriendo allí, y puedes empezar a aprender tanto el idioma como las claves culturales necesarias para desenvolverte allí.
Estamos hablando de Oriente Medio, de un territorio mayoritariamente musulmán, donde los choques culturales con quienes provenimos de occidente son muy grandes. Por lo tanto, casi todo el mundo suele pasar una temporada en un espacio de esas características.
Después, por alrededor de medio año, estuve implicado en el sistema de ambulancias, en el sistema sanitario de emergencias. Gracias a él conviví veinticuatro horas únicamente con kurdos y algunos árabes, y fue ahí donde aprendí el idioma y empecé a conocer más la sociedad civil del lugar. Trabajé ―como lo que sería aquí un auxiliar de enfermería o técnico en emergencias sanitarias― en este sistema de emergencias de ambulancias civil, no militar.
Y luego pasé otra temporada en una región dentro de Rojava que se llama Shehba, que es la región más occidental del territorio: una pequeña isla rodeada por fuerzas turcas y yihadistas por el norte, y por el sur por las fuerzas del gobierno sirio. Allí están refugiadas decenas de miles de personas de Afrin, uno de los territorios que invadió Turquía en el 2018, por lo que es un lugar lleno de campos de refugiados. En ese lugar estuve dedicándome a la promoción del deporte en los campos de refugiados, en una estructura conocida como Unidad del Deporte, dependiente de las estructuras juveniles del sistema de allí.
Los aspectos que cautivaron mi curiosidad fueron múltiples. Para empezar, como he dicho antes, estamos hablando de Oriente Medio, un contexto cultural muy diferente al de Occidente, por lo cual ―con independencia del proceso político de la última década―, de por sí tiene otra historia, otros códigos, otra manera de entender el mundo, otro desarrollo histórico, etcétera. Entonces, eso ya captaba mucho mi atención.
Y luego, pues todo el proceso revolucionario nacido a raíz de las «primaveras árabes» de 2011 y 2012, cuando se dieron cambios de poder clarísimos con un gran dinamismo. Digo que tiene un gran dinamismo porque
estando allí ves cómo una sociedad, de alrededor de cinco millones de habitantes, va reinventándose contra todas las trabas y contradicciones del mundo, va adaptándose a la situación, creando nuevas estructuras con organización popular y respondiendo a los retos que plantea el intento de fundar una sociedad de otro tipo, en un contexto tan hostil como el de Oriente Medio.
Es un contexto de guerra, podríamos decir de baja intensidad, en el que hace años que no se mueven los frentes, pero en el cual los ataques, sobre todo por parte del Estado turco, son constantes. Esa situación de resistencia y de cambio de paradigma, y, sobre todo, de cambio de poder y de la forma del poder, pues capta mucho la atención. En definitiva, Rojava o el noreste de Siria no deja de ser hoy día un pueblo en armas, un pueblo en el que, más allá del ejército que han creado con alrededor de 120 mil soldados, se aboga por la autodefensa popular, por lo que todo el mundo tiene capacitación militar y medios para defenderse debido al hostigamiento que sufren principalmente por parte del Estado turco.
Para entender un poco mejor qué ha sucedido en Rojava es importante situarse históricamente. Sería bueno conocer las causas que impulsan su lucha: ¿por qué han hecho los kurdos un proyecto autónomo en el noreste de Siria?
Para situar el contexto actual del noreste de Siria debemos entender que Rojava, el Kurdistán sirio, es la parte más pequeña de todo el Kurdistán. Los kurdos son actualmente alrededor de cuarenta millones de personas, se considera como la nación sin Estado más grande en el mundo. La parte siria siempre ha sido la más «insignificante»: ha sido donde menos población kurda ha residido, comparada con las otras regiones del Kurdistán, y una de las zonas que ha sufrido mayor represión durante décadas. Y es que el sirio es un gobierno árabe muy nacionalista, que nunca he respetado las aspiraciones nacionales kurdas. Siempre ha prohibido el idioma e impedido que el desarrollo kurdo se llevara a cabo dentro de sus fronteras.
Hacia fines de la década de 1970 nace el movimiento de liberación nacional kurdo, con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) a la cabeza. El líder, encarcelado por Turquía hace casi 26 años en una isla del mar Mármora llamada Imrali, escapó en 1980 de un golpe de Estado que hubo en Turquía por parte de los fascistas para hacer frente a la ola ―principalmente comunista y socialista― que había en el país. El líder Abdullah Öcalan cruza la frontera de la parte turca a la parte siria y pasa largos años con la población kurda de Siria, en la que no había en aquel momento tanto movimiento político, pero en la que empiezan poco a poco a cuajar sus ideas y a conectar con sus aspiraciones nacionales. Él se dedica a ir de casa en casa durante años, a explicar qué es ser kurdo y a explicarles a ellos que son kurdos, aunque casi no lo sepan, porque la población kurda en Siria siempre ha sido muy pobre, muchos de ellos campesinos sin tierras ni propiedades.
Todo este trabajo de ideologización paciente que se lleva a cabo durante años no da sus frutos más tangibles hasta el 2012, cuando en plena «primavera árabe» y con la consiguiente guerra civil en Siria y la intervención de fuerzas imperialistas, una red creada en torno al PKK y al movimiento nacional kurdo, una red creada a lo largo de los años, se levanta en armas y anima a la población a defenderse a sí misma. En esos primeros años, entre el 2012 y el 2015, hay muchísimas facciones, muchas de ellas yihadistas, que intentan tomar el control del territorio.
Es en este contexto en el que la población kurda principalmente, aunque más tarde se sumarían árabes y cristianos de la zona, reivindica su autonomía, de alguna manera proclama de facto su independencia, y aún sin declarar un nuevo Estado, defiende su autonomía total respecto al gobierno sirio. Y es aquí cuando ya empiezan a ocurrir los mayores cambios. La fecha reconocida como el inicio de la Revolución de Rojava es el 19 de julio de 2012.
Al levantamiento popular armado que se lleva a cabo en Rojava el gobierno sirio no le opone mucha resistencia, ya que tiene otros frentes, principalmente contra el Estado Islámico en otras partes de Siria y, más o menos, se retira de la mayoría de las zonas kurdas. Entonces se empieza a desarrollar el proyecto de Abdullah Öcalan, también conocido como confederalismo democrático, un sistema basado en la igualdad de género, en la democracia directa y en la defensa de la ecología.
Rusia y los Estados Unidos tienen una notable presencia político-militar en Siria, y Turquía ejerce una política intransigente hacia el pueblo kurdo. Es un panorama muy complejo y agresivo hacia este tipo de proyectos democráticos. ¿Cómo influyen estos grandes poderes en la vida cotidiana en Rojava y en sus proyecciones de futuro?
En la parte más oriental del noreste de Siria se encuentran bases militares estadounidenses y en la parte occidental mayoritariamente bases militares rusas. Ambas fuerzas tienen, obviamente, sus propios intereses en la región. Por un lado, los estadounidenses no quieren perder la hegemonía que tuvieron en Oriente Medio y que ahora están perdiendo, entonces mantienen algunas bases y les prometen a los kurdos aspiraciones con las que en realidad no los van a ayudar. A la vez, funcionan como un tapón para que Turquía no siga invadiendo Rojava. Por otro lado, los rusos hacen principalmente función de puente entre Rojava y el gobierno sirio, pues uno de los posibles escenarios que se pueden desarrollar en el futuro es que el noreste de Siria llegue a algún tipo de acuerdo con el gobierno de Damasco para adaptar el modelo que han desarrollado con el del gobierno sirio.
En la cotidianidad de la población, la presencia de estas fuerzas militares no tiene gran efecto, pues más allá de buscar comida y bebida fuera de sus bases militares no suelen hacer ningún tipo de acción. Lo que sí afecta la vida cotidiana es, en cambio, la acción de las fuerzas militares turcas, que casi cada semana realizan ataques selectivos con drones contra objetivos en Rojava, en coordinación con espías e infiltrados. También realizan ataques contra infraestructuras, que afectan a la población civil, como ha pasado este año con el bombardeo de grandes instalaciones, subestaciones eléctricas y dejando sin electricidad a mucha gente, o, directamente, bombardeando campos de trigo para hacer que la cosecha no se lleve a cabo.
Muchos, desde la izquierda más cercana al anarquismo y a teóricos como Murray Bookchin, afirman que los kurdos en Rojava viven ya en una sociedad sin Estado. Al margen de esta polémica, nos gustaría saber ¿cómo se organiza la vida social en Rojava? ¿Cuáles instituciones y organizaciones son indispensables para el funcionamiento de esta sociedad?
La cuestión del Estado es muy compleja, y es uno de los grandes debates y temas que están encima de la mesa en Rojava, ya que dentro del paradigma de Abdullah Öcalan, que es el que intentan desplegar en este territorio, hay que acabar con el Estado lo antes posible y esa es la retórica que más se aprecia en el discurso público. Obviamente,
el actual noreste de Siria no es un Estado nación moderno, por el tipo de estructuras que tiene y porque no está afincado en torno a una única nación, aunque cabe destacar que el pueblo kurdo es el que lidera el proceso por encima de las otras etnias, nacionalidades o denominaciones religiosas; de eso no hay duda.
Pero digamos que el proceso de empoderamiento de las masas en el que la participación popular desarrolle una democracia directa y una descentralización del poder es un proceso muy largo y complejo, que no se lleva a cabo en doce años. Por lo tanto, tampoco se puede decir que en Rojava hoy día hay una total descentralización del poder, aunque sí que hay una participación muy activa de la población, por ejemplo, en temas de autodefensa o de abastecimiento y logística. Creo que sería un poco descabellado decir que hay una democracia directa y radical en que el poder está totalmente descentralizado. Sigue habiendo mandos políticos y militares, pero hay un intento y una voluntad clara de desarrollar el confederalismo democrático que no deja de ser una autonomía completa de cada parte de la sociedad, ya sea por gremios, ya sea por género, ya sea por edades. En este sentido, el mayor protagonismo lo llevan las mujeres y los jóvenes porque, en palabras de Abdullah Öcalan, son las mujeres y los jóvenes quienes van a llevar a cabo el proceso revolucionario.
Por último, a veces nos resulta difícil percibir, desde la distancia, cuánto puede haber cambiado la sociedad de Rojava desde el inicio de la Revolución. ¿Pudieras comentarnos cuáles han sido los cambios o avances fundamentales? ¿Y cuáles son los principales retos que enfrenta este proyecto social en el futuro?
Desde mi punto de vista,
el cambio más radical y profundo que se ha llevado a cabo en estos doce años de revolución está relacionado con la cuestión de género. Antes de la revolución, era imposible ver a una mujer en Rojava conduciendo, por ejemplo, era imposible ver a una mujer en algún puesto de responsabilidad política o social; y hoy día pues existe un sistema de copresidencia en cada estructura del confederalismo democrático en el que siempre hay una mujer y un hombre.
A nivel cultural ha habido un gran cambio, porque más allá de prohibir tácitamente tanto la poligamia como los matrimonios forzosos y otras prácticas tradicionales machistas muy arraigadas, es palpable en el día a día y en las calles cómo las mujeres se van acercando paso a paso a una vida en igualdad, cómo van avanzando y cada vez tienen un mayor protagonismo. Otro ejemplo, en todas las manifestaciones se ve claramente cómo son las mujeres las que llevan las riendas en muchos procesos populares que están en los barrios, en los lugares pobres. En las asambleas populares de las llamadas comunas, que son el núcleo del confederalismo democrático, el lugar de decisión más básico, son las mujeres quienes suelen liderar esos procesos sociales.
Por lo tanto, yo destacaría que, entre los mayores cambios que se han llevado a cabo en estos doce años, uno ha sido el empoderamiento de la mujer y su liberación. Y, por otro lado, la cuestión nacional kurda, ya que hoy día las escuelas son en kurdo, aunque también hay en árabe y en otras lenguas como el arameo y el armenio. Estas son las dos cuestiones principales en mi opinión, la cuestión nacional kurda y la cuestión de la mujer, las que más se han podido desarrollar en estos años.
Como asignaturas pendientes se podría destacar el desarrollo de la economía, el desarrollo de un sistema productivo propio, con todas las dificultades que el embargo y el ataque constante externo implican.
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