Si no hay poder popular, no existe socialismo

Entrevista con la investigadora Caridad Massón Sena

La Tizza
La Tizza Cuba
13 min readAug 13, 2021

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Foto: Maikel Espinosa.

Como parte del Dossier «A estas alturas del Partido», La Tizza conversó con militantes del Partido Comunista de Cuba, varios de ellos vinculados a la investigación e instituciones académicas radicadas en el país. Hoy compartimos el intercambio realizado con la Dr.C Caridad Massón Sena, investigadora del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y quien se ha acercado a temáticas como la historia del Partido y del nacionalismo, el socialismo y el comunismo en Cuba.

La Tizza: Se abre una nueva etapa en el Partido Comunista de Cuba, al llegar a la máxima dirección Miguel Díaz-Canel, ¿cómo pudiera influir esto en sus procesos, políticas y métodos?

Caridad Massón Sena: El compañero Miguel Díaz-Canel representa a una nueva generación de cubanos, diferente a la histórica que ganó el poder a través de la lucha armada. Él representa a los que nacimos pocos años antes del triunfo de la Revolución o en las primeras décadas después de 1959. O sea, la que nació con ella y que, en propiedad, debió estar al frente de los principales cargos del país hace algún tiempo, ya que la mayoría de sus integrantes está en edad de jubilación o a punto de llegar a ella. Una generación que tuvo el privilegio de desarrollarse en una Cuba donde la educación pública era un derecho y un deber para niños y jóvenes; donde los límites al desempeño personal en este ámbito, solo radicaban en la capacidad intelectual y en el esfuerzo de cada uno.

El nuevo secretario del PCC y actual presidente de la República, como todos sus coetáneos, disfrutamos de las virtudes (y defectos) de un sistema educacional al alcance de todos, que lo llevó a obtener un título universitario y luego un doctorado. Es un hombre preparado e instruido, pero además se entrenó para la vida cívica con su participación en las actividades de las diferentes organizaciones políticas y de masas. A nuestra generación no se le dijo CREE, sino LEE. Se le instruyó en el poder de la crítica y la autocrítica y, aunque no siempre estos fueron instrumentos utilizados adecuadamente, la mayoría estaba consciente del valor de los mismos. Por lo tanto, considero que no solo Díaz-Canel, sino todo su equipo, si trabaja con inteligencia, voluntad, creatividad y patriotismo, puede llevar adelante de modo positivo la obra que tienen en sus manos, con métodos eficientes e inexplorados. Sin embargo, hay que alertar a toda la sociedad, para apoyar a los dirigentes si sus propósitos lo requieren; y criticarlos, si consideramos que no están en la línea correcta.

Para concluir sobre el tema de la representatividad de nuestros dirigentes del Partido y el Estado, quisiera expresar que estoy en contra que la nominación de los mismos venga directamente de las esferas de poder, cuando existen numerosas organizaciones de diversas esferas políticas y sociales que pudieran nominar a sus mejores cuadros y representantes para las distintas responsabilidades electivas, creando candidaturas abiertas, permitiendo a los votantes hacer selección del MEJOR entre los mejores, luego de amplia divulgación de sus trayectorias y cualidades.

Los tiempos de consenso espontáneo que se produjeron al triunfo de la Revolución han pasado. Ahora es preciso construir los consensos, si se quiere avanzar en todos los ámbitos. Hay que volver a Gramsci y sus ideas sobre hegemonía y consensos (donde coerción y consentimiento se imbriquen de modo coherente). Para ello hay que incrementar la participación y la democracia efectiva, que la gente se sienta parte y responsable. Tanto los dirigentes como los ejecutores, deben sentir sobre sí mismos la responsabilidad de las decisiones y tareas.

En un país como Cuba, donde el liderazgo de Fidel Castro dejó una huella indeleble en el decursar de tantos años, es imprescindible saber que cada paso debe estar avalado por la explicación certera, pedagógica, eficaz; de lo contrario el fracaso podría ser inminente. Por eso no estuve conforme con el método empleado en esta ocasión para la discusión de los documentos que fueron llevados a debate en el último congreso del Partido, sin antes pasar por el análisis efectivo de la militancia y como, en otras ocasiones, de todo el pueblo (a pesar de la pandemia). Era un paso muy importante para eso que se pretende: LA UNIDAD Y LA CONTINUIDAD.

La Tizza: Nuestro partido nominaliza una ideología, un proyecto de sociedad: el comunismo, ¿hasta qué punto está imbuido, esclarecido, tensionado por ella? ¿Qué prácticas contribuyen a prefigurar ese horizonte en el aquí y el ahora de la organización? ¿Cuáles no?

Caridad Massón Sena: El pueblo cubano fue capaz de construir una nación a partir de dos propósitos fundamentales en sus luchas políticas: el logro de la independencia y la soberanía del país y la obtención de la justicia social. Para ello se sirvió de las propuestas de diferentes tendencias ideológicas que fueron desde el independentismo, el anarquismo y el anarcosindicalismo, el socialismo, los nacionalismos reformista y revolucionario, el comunismo, entre otras. Cuando triunfó la Revolución, el nacionalismo en sus distintas vertientes era la tendencia más generalizada entre las masas populares — como ha planteado Fernando Martínez Heredia — , pero ante los impositivos de alcanzar verdaderos estándares de justicia social e igualdad, defendernos de los ataques del imperialismo estadounidense y contar con el apoyo de la Unión Soviética para sobrevivir y llevar a cabo el proceso de transformaciones a que se aspiraba, se produjo una aproximación cada vez mayor a los preceptos comunistas. La reforma agraria, la reforma urbana, las primeras nacionalizaciones, la universalización de la enseñanza, las mejoras en los sistemas de salud pública, seguridad social, etcétera, permitieron dar por cumplido el Programa del Moncada, en una orientación no capitalista. Aquel escenario de hostilidad cada vez más creciente, impulsó la opción de organización socialista del país y sus referentes fueron las experiencias de «socialismo real», a pesar de los esfuerzos por crear un socialismo autóctono. En medio de importantes vicisitudes económicas, problemas sociales aun no resueltos, las dificultades en todos los ámbitos, el socialismo de Estado que se fue instaurando en Cuba tuvo un alto grado de legitimidad, pues el fiel de la balanza se inclinaba más a favor de lo positivo para el pueblo, que de sus aspectos negativos.

Sin embargo, con la caída del campo socialista en los años noventa y el recrudecimiento del bloqueo, muchas de las expectativas que el ideario socialista predicaba quedaron aplazadas o eliminadas. Las personas nacidas desde entonces, no han sido testigos de la Cuba capitalista, ni de los avances que la Revolución había traído a nuestro país. Nacieron en un país lleno de carencias de todo tipo.

Entonces, ¿cuál es la situación actual en cuanto a presiones sociales sobre la ideología comunista y el Partido? Las opiniones que voy a expresar se basan en percepciones personales. Primero: una masa significativa de trabajadores manuales e intelectuales que conocieron el capitalismo o los grandes esfuerzos de este país por construir una sociedad más justa (diría que mayores de 50 años), se plantean la posibilidad de alcanzar las mejores utopías de la sociedad socialista si la situación de hostilidad externa se eliminara y los noveles decisores movieran con creatividad e inteligencia los resortes económicos, políticos y sociales, que aún están y permanecen «dormidos» en nuestra sociedad.

En segunda instancia, los jóvenes que no vivieron otras épocas de crisis, se encuentran divididos. Los que saben que es preciso trabajar unidos para alcanzar las transformaciones que requiere el país y están dispuestos a colaborar; y los que han sido «enamorados» por la cultura capitalista del consumo y la prédica anticomunista, que consideran que el Socialismo y el Comunismo ya no son los horizontes más atrayentes.

Un joven cubano, graduado en Ciencias de la computación en la Universidad de La Habana, emigró a México con un buen trabajo, un salario alto, buenas condiciones materiales para su familia; decidió abandonar todo eso para brincar la frontera norte. Ante la pregunta: «¿por qué lo hacía, por qué llevaba a su mujer y su hija a un destino incierto?», la respuesta fue: «Tengo ambiciones». Ambiciones de estar en contacto con las mejores y más modernas tecnologías, con las posibilidades de un mejor desempeño profesional, etcétera.

Recientemente, hice una encuesta a jóvenes profesionales cubanos radicados en el extranjero, para un evento sobre migración. Todos tenían buenos trabajos en la Isla, aunque algunos consideraban que estaban subutilizados. La mayoría vivía en casas confortables, con medios técnicos para trabajar (computadoras, celulares, aunque poco acceso a internet barata), una parte importante venía de familias de profesionales o dirigentes, habían sido militantes de la UJC o del PCC, expresaron tener interés en mantener una relación normal y de colaboración con sus distintos centros laborales cubanos, pero eso no se les permitía.

Las tres principales razones que los animaron a marcharse eran las necesidades de conocer y manejar tecnologías más actualizadas, poder mejorar sus habilidades profesionales en la confrontación con otras personas bien preparadas de otros contextos y la posibilidad de expresar libremente sus criterios sin ser acosados o perjudicados por ellos. Casi todos dijeron no estar interesados en política, solo en sus desempeños profesionales.

En conclusión, los intereses de los adultos y los jóvenes varían sustancialmente. Sin embargo, el trabajo del PCC es muy general, se hacen pocos estudios referentes al universo juvenil con sus diferentes particularidades (de género, de clases, de razas, de preferencias sexuales, de ideas políticas, de ocupaciones laborales). Los estudios realizados son poco valorados por los decisores, por lo cual su utilidad pública es muy baja y la atención a las organizaciones juveniles, especialmente a la UJC, dista mucho de lo que se necesita. Se precisa una labor intencional dirigida a los jóvenes que conozca sus inquietudes y valore toda posibilidad para darle solución a las mismas. La juventud es el futuro del país.

La Tizza: ¿Un «Partido de vanguardias» puede ser «el Partido de la Nación»? ¿Qué significa esto? ¿A qué renuncia y qué asume un Partido Comunista — horizonte declarado mediante — cuando representa a la nación?

Caridad Massón Sena: El cambio de concepción del Partido como «vanguardia organizada marxista-leninista de la clase obrera» a ser considerado Partido «de la nación cubana», es la expresión de la evolución del comunismo al que aspiramos de raíz no solo marxista, sino esencialmente martiana. Una «creación heroica» como pretendieran Mariátegui y Mella. Pero, para lograr que ese slogan no sea frase hueca, hay que tener presente que sociedad cubana actual es más diferenciada. Concuerdo con Rafael Hernández en que «la cultura política que ha acompañado este desarrollo, formada por creencias y comportamientos sociales diversos, no consiste solo en bipolaridades ideológicas, como antaño, sino en un proceso social más complejo y contradictorio. Son esas relaciones sociales cambiantes las que construyen un mapa más heterogéneo y un consenso con una estructura más diferenciada». Por lo cual, la composición y los métodos de trabajo del Partido deben ser más abiertos y dinámicos y, como muchos de nuestros dirigentes dicen, con el «oído pegado a la tierra». Sin embargo, eso no siempre ocurre, a pesar de los reclamos de la propia membresía en su accionar diario y en cada uno de los congresos y conferencias a las cuáles se ha convocado. Solamente hay que abrir un folleto para hacer la Entrevista individual a los aspirantes a militar en las filas del Partido y ver el conjunto de preguntas obsoletas que se le hacen a esa persona, en vez de preguntarle cuestiones de contenido que expresen la calidad moral y revolucionaria de la misma, sin demeritar los aspectos esenciales de su biografía.

En el Octavo Congreso, Díaz-Canel expresó la importancia de la labor partidista en defensa de la independencia, la soberanía, la democracia, la paz, la eficiencia económica y las conquistas de la sociedad socialista, pero para alcanzar ese inmenso propósito se requiere del apoyo del pueblo unido «sin discriminar, sin dar espacio a prejuicios, dogmas o encasillamientos que dividen injustamente a las personas». Totalmente de acuerdo.

Y, como él mismo dijo, DICHA UNIDAD SOLO SE LOGRA CON LA EJEMPLARIDAD, CON LA ENTREGA, EL DESTERRAMIENTO DEL FALSO COMPROMISO Y DOBLE MORAL. Y esa ejemplaridad hay que extenderla al plano de nuestras familias, a nuestros hijos, a las personas que están a nuestro alrededor más cercano, no por el camino de la intransigencia y la incomprensión, sino por el camino del amor y la comunicación, del ejemplo personal, de nuestra ética cotidiana.

La Tizza: Existe una pregunta cuya respuesta exige el conocimiento de las leyes, los estatutos, los discursos públicos o las notas periodísticas, pero cuya complejidad obliga a ir más allá de estos: ¿cómo ejerce el poder el Partido Comunista de Cuba?

Caridad Massón Sena: El poder del PCC se debe ejercer a través de su orientación al sistema de instituciones estatales y políticas del país, por un lado, y de su capacidad de convocatoria a las masas de trabajadores manuales e intelectuales, a los estudiantes, al pueblo en general. Para hacerlo se requiere de un sistema de conocimientos de las leyes y los estatutos que rigen la vida nacional, puesto que debe actuar en correspondencia con lo legislado, además debe estar al tanto de los discursos públicos de sus dirigentes en los diferentes niveles de responsabilidad, lo que publica la prensa en papel y digital. Una cuestión muy importante para ejercer el poder radica en la capacidad de lograr un consenso en la sociedad civil; desarrollar una política que facilite el diálogo político para lidiar con el disentimiento de aquellos que, desde la izquierda, no están conformes con la forma en que actúa el gobierno y quieren que sus opiniones se tengan en cuenta. Considero, incluso, que es necesario conocer las raíces esenciales de los reclamos de los grupos disidentes, para que no se nos escapen aquellas motivaciones que pudieran tener algún fundamento lógico dentro ciertos grupos sociales.

La Tizza: Uno de los principios, metas y métodos del socialismo es la construcción de poder popular. ¿Cuál consideras que debe ser el papel del Partido en este sentido? ¿Qué carencias y potencialidades identificas?

Caridad Massón Sena: Si no hay poder popular, no existe socialismo. El poder de una élite, por muy ilustrada e inteligente que sea, si no es capaz de ganar el apoyo y la participación del pueblo es un total fracaso. Incluso, aunque tenga la razón en sus decisiones, la gente debe comprender el fundamento de estas. La población cubana tiene un alto nivel de escolaridad, una práctica política de muchos años y cultura artística y literaria traspasada por concepciones políticas diversas. Para el PCC, estos tres elementos pueden contribuir decisivamente a la construcción de ese poder popular siempre que se convoque, se escuche, se utilice con sentido constructivo, transparencia y agilidad. Las personas pierden la confianza cuando la información de lo que ocurre en nuestro país les llega por medio de las redes sociales con anterioridad a lo publicado por los medios nacionales o, sencillamente, estos ni se dan por enterados de lo que está ocurriendo.

El esquematismo, el dogmatismo, la intolerancia, el sectarismo han sido las causas fundamentales de los desencuentros y confrontaciones entre los grupos de izquierda que lucharon por una Cuba mejor en la primera mitad del siglo XX. Si bien la Revolución triunfó cuando las fuerzas revolucionarias lograron concertar todos sus esfuerzos para tumbar a Batista, se siguieron cometiendo errores de sectarismo e intolerancia después de 1959, manifestados en reacciones de hostilidad hacia personas que pensaban diferente, aunque no fueran contrarrevolucionarios. Consecuencias de esas posiciones fueron la creación de las UMAP, el acoso a líderes religiosos evangélicos revolucionarios, la disolución del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana dirigido por quien fuera director de nuestro Instituto, Fernando Martínez Heredia, el hostigamiento hacia intelectuales y artistas durante el Quinquenio Gris, entre otros procesos reprochables e injustos. Han pasado muchos años de algunos de esos acontecimientos, hoy se reconoce la existencia de actuaciones erróneas, pero de qué sirve si no se han extraído las experiencias necesarias y se siguen cometiendo faltas similares.

La Tizza: Tenemos una nueva Constitución, ¿ello implicaría que deban producirse cambios en los Estatutos del Partido? ¿Cuáles serían los principales?

Caridad Massón Sena: Ante la puesta en vigor de una nueva Constitución que refrenda los principales planteamientos del pueblo, el Partido de la nación cubana debe hacer un estudio exhaustivo de sus documentos rectores para que sean modificados aquellos aspectos que no concuerden con los fundamentos constitucionales.

En sus artículos 41 y 42, la carta magna declara que «El Estado cubano reconoce y garantiza a la persona el goce y el ejercicio universal de los derechos humanos, en correspondencia con los principios de progresividad, igualdad y no discriminación», y que «Todas las personas son iguales ante la ley, reciben protección de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana». Siendo así, creo que ninguna instancia de decisión del país debe adoptar decisiones que afecten a personas honestas por expresar opiniones que no concuerden con determinadas posiciones oficiales, sabiendo muy bien que del debate efectivo y consecuente pueden surgir decisiones útiles y provechosas. Soy de las que cree que de las contradicciones surge el desarrollo. Muy graves han sido las consecuencias que, a nivel social, han provocado la falta de diálogo y las medidas adoptadas contra todo aquel que piensa diferente o asume una actitud crítica ante los problemas existentes, sin un análisis profundo de los planteamientos en cuestión, de las intenciones de los discrepantes y de sus trayectorias personales. Quienes pretenden lograr la unidad a través de la unanimidad solo contribuyen a falsear la realidad y obstaculizan el verdadero consenso.

Es preciso abrir una amplia línea de comunicación con el pueblo y con los jóvenes especialmente, para escuchar, debatir y abordar los problemas con tacto, evitando convertir a un revolucionario que piensa diferente en un disidente contrarrevolucionario.

Finalmente, hago mías las palabras del recién electo primer secretario de PCC: «Con unidad, con coherencia, con disposición, sin miedo, con el pueblo, sin esperar orientaciones, sin demoras, con firmeza, con pulso firme, con inteligencia, con decencia, con lucidez y con apego a nuestra Constitución y a los principios que defendemos, podemos vencer siempre y cada vez de manera más contundente».

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