Tristes quimeras

Por Antonio García, Primer Comandante del ELN

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La Tizza Cuba
6 min readSep 14, 2024

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Obra: La Quimera / Francesco Fatatis

Muchos se preguntan sobre el futuro del proceso de paz del ELN con el Gobierno nacional en Colombia, sobre la profunda crisis en que se encuentra y las causas que la produjeron.

Podríamos decir que nos encontramos en un momento sin salida, similar al que todos los Gobiernos condujeron en relación con los procesos de paz con el ELN. Ello responde a que el deseo, la intención u objetivo principales han sido siempre lograr la desmovilización, el desarme y la reincorporación de los alzados en armas en escaso tiempo. En reuniones escurridizas, ese ha sido el objetivo central de los distintos Gobiernos colombianos. Por ende, el Estado se plantea siempre dicho objetivo a cambio de unas «promesas» de reformas, de ofrecimientos a un comportamiento «juicioso» en el respeto a los Derechos Humanos por parte del Estado, etcétera.

En el Gobierno de Santos se avanzó un trayecto. Sin embargo, luego de firmar la Agenda, en marzo de 2016 –antes de entrar a la fase pública, como fue acordado– colocó condicionamientos, cuestiones no acordadas previamente y quería obligar al ELN a cumplirlos. Al final negociamos ciertos asuntos referidos a situaciones humanitarias y, posteriormente, avanzamos hasta un Cese el Fuego Bilateral y Temporal por 101 días.

A ese Gobierno no le dio el tiempo, y no pudo asegurar avances para que el siguiente les diera continuidad. Duque ni siquiera quiso hacer el empalme respectivo con el Gobierno saliente. Tenía preparadas varias operaciones militares contra el Comando Central, sobre la base de información de Inteligencia adelantada por Santos y con la participación de las fuerzas militares y la Policía Nacional. Al Gobierno le vendieron la idea de que el «aniquilamiento del ELN» estaba a la vuelta de la esquina. Además, realizó varias operaciones militares a las que el ELN también respondió.

Desde luego que recibimos golpes, pero cuando nosotros los damos son calificados con juicios de valor. Para el Gobierno y los militares, lo que ellos hacen son «exitosos bombardeos». En cambio, cuando los hace el ELN son «masacres». Es elemental y de sentido común: si ataco debo estar preparado para recibir golpes del mismo tipo. Hay que tener en cuenta que el ELN no realiza acciones en contra de la ética ni que violen el Derecho Internacional Humanitario, como torturas, masacres, desapariciones y otros tantos procedimientos. Existe un doble rasero para calificar lo que cada parte hace contra la otra.

En el ELN sabemos que hay militares y algunos oficiales que son patriotas y se resisten a actuar como lo ordenan el alto mando y la institución. Nos ven también como patriotas que defendemos la soberanía del país y la nación. No comparten la manera en que las élites gobiernan a Colombia. Con seguridad, hacia adelante nos encontraremos en un camino de construcción de futuro.

Con Duque se perdieron cuatro años y la oportunidad de avanzar. Lo que le vendieron a Duque resultó mentira, y el ELN trascendió y sobrevivió a la mediocridad de su gobierno.

El actual Gobierno, que llegó luego de más de tres años de estallidos sociales, fue elegido por el apoyo de los inconformes que nunca votan. Ofreció una posibilidad de continuar con el camino de la paz emprendido desde el gobierno de Santos. Se retomó la Agenda pactada y fue mejorada sustancialmente de manera conjunta.

Luego vinieron los «peros», las dobles agendas: una que se maneja en la Mesa y la otra que lleva todo el cálculo estratégico. Desde luego que eso es lícito, pues ambas partes definen estrategias y hacen sus respectivos planes. Otra cosa es que el Gobierno quiera montar su «agenda estratégica» en la Mesa, y que el ritmo y el camino del proceso esté definido por «imposiciones» en relación con temas o asuntos que nunca se han pactado formalmente.

Así vimos aparecer el límite de tiempo donde «la guerrilla del ELN» llegaba hasta mayo de 2025, cuando eso jamás se había acordado.

La no realización de acciones económicas, entre las que se encuentran las privaciones de la libertad con dicho propósito, jamás fue pactada. Se les dijo con toda claridad que el ELN necesitaba finanzas para mantener a sus combatientes, y de llegarse a un Cese el Fuego habría limitaciones para hacerlo sin los recursos requeridos. Se argumentó, y al final hubo el ofrecimiento, la necesidad de construir un Fondo Multidonante con apoyo de la comunidad internacional.

Llegaron entonces las especulaciones, invenciones y suposiciones. Llegó la guerra mediática. Se dijo que el ELN se financiaría con dineros del Estado colombiano, a lo que respondimos que el ELN no recibirá un peso de la contraparte a la que combate. No es aceptable ética ni políticamente. Ese es –y siempre ha sido– el pensamiento del ELN. En Colombia, un rosario de desmovilizados termina de empleados del Gobierno y «emprendedores», como se hacen llamar.

El Gobierno se comprometió a construir el Fondo Multidonante, pero luego dijo que era un simple ofrecimiento. El ELN sí debía comprometerse y no podía hacer ofrecimientos, que en toda negociación es lícito, y lo lógico para ambas partes. Como el Gobierno no se movía, hicimos el gesto unilateral de suspender por tres meses dichas retenciones económicas. Eso fue concreto y se cumplió, pero la contraparte no movió un dedo para concretar el Fondo.

Podría seguir con toda una serie de hechos que acontecieron, como la no retirada del ELN de la lista de los Grupos Armados Organizados (GAOS) y el no reconocimiento a nuestra organización como lo que es: una organización política rebelde alzada en armas.

Los Gobiernos, y este no se escapa, siguen con la misma práctica y visión: a la guerrilla hay que desmovilizarla y, mientras más barato resulte, mejor. Lógico, quedarse en los simples ofrecimientos de papel resulta cómodo y sin costos.

Si estas cuestiones de base los Gobiernos no son capaces de cumplirlas, los asuntos de fondo resultarán una triste quimera.

Se trata de un proceso de paz y de una negociación en la que se busca terminar con el conflicto armado, pero partiendo de las causas que lo originaron y que lo siguen reproduciendo. Casi se completa la decena de organizaciones desmovilizadas y el país no cambia en sus problemas estructurales que, por el contrario, tienden a profundizarse. Coloquémonos en esa lógica y seguramente nos entenderemos.

Ahora, ¿qué sigue? Que el Gobierno cumpla con lo acordado y firmado hasta este momento, eso sería un mínimo de seriedad. Al menos que empiece por un primer paso: retirar al ELN de la lista de los GAOS. Eso permitiría retomar conversaciones para examinar la crisis y buscar salidas. Pero,

mientras se le exija solo al ELN que cumpla, esto no sería equilibrado y estaríamos ante un sometimiento o claudicación. Y para eso no cuenten con el ELN.

Lo que argumentamos no es ningún ultimátum, como alegan los medios masivos de comunicación. Se trata estrictamente de que el Gobierno cumpla con lo acordado. Es solicitar que la contraparte cumpla con lo que firmó en la Mesa.

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