Cine para adultos: una visión de XXX grados
Por: Sender Escobar
Sí, este es un texto apologético y meramente hedonista, pero no polémico, pues forma parte de la realidad de muchos y de la intimidad individual o compartida de otros.
En lo personal no lo considero taboo puesto que, muchos movimientos sociales abogan por la libertad y el respeto hacia la elección sexual. En ese constante rompimiento de los estigmas, entre ellos los beneficios del sexo y la masturbación, por qué no también hablar sobre uno de los aspectos más recurrentes y frecuentados en la actualidad: el cine para adultos, perteneciente a la más que lucrativa industria del sexo.
La búsqueda de medios para autoerotizarse o compartir instantes a través de lo gráfico tiene precedentes tan remotos que incluso los que no estén de acuerdo con lo que planteo en el presente artículo no pueden negar. En la antigua Roma existían teatros con funciones meramente eróticas donde los espectadores apreciaban explícitamente el coito entre dos personas y funciones de este tipo eran más que frecuentadas por la sociedad de entonces. Otro caso que está plasmado en la roca, son los grabados de relaciones sexuales en algunos palacios y templos de la India (nación a la que le debemos el siempre útil Kamasutra).
El arte en sus manifestaciones visuales está plagado de erotismo, unos de un modo más sutil que otro, pero con un mismo objetivo.
El placer siempre ha estado ligado a la evolución del hombre junto con el descubrimiento del propio cuerpo. Con el surgimiento de la fotografía se hizo más popular el consumo de este tipo de material, sobre todo en la época victoriana en Inglaterra, que luego pasó a ser de contrabando, como reflejo de la la hipocresía oficial del momento, puesto que los clientes regulares que encargaban a las casas fotográficas retratos de personas desnudas, eran miembros de la alta sociedad de entonces conocidas por su fuerte “moralismo”.
El avance tecnológico propició entonces que, al ser inventado el cinematógrafo, el arte erótico también fuera protagonista del momento. La primera película de que se tiene conocimiento es el corto francés de 7 minutos El atardecer de la casada, rodada en 1896 y estrenada en 1903, de la cual solo se conservan dos minutos de metraje. Sin embargo, la película argentina El Sartorio, de 1907, es la que se conserva en su totalidad, y que marca el inicio de un movimiento cinematográfico que por entonces y durante mucho tiempo fue clandestino.
Cabe destacar que en esta época uno de los mayores consumidores de este tipo de cine era la corte de la Rusia zarista. Constituyendo las sesiones de espiritismo y las proyecciones de estas películas los pasatiempos preferidos de los cortesanos. Durante las primeras cinco décadas del siglo XX el consumo de este cine se hacía de modo clandestino o en las llamadas zonas de tolerancia.
No es hasta 1953, con el surgimiento de la revista Playboy, que el movimiento cobra una fuerza mayor. Siendo esta la primera revista de distribución masiva de la historia, que tuvo en su primer número nada más y nada menos que a Marilyn Monroe posando para la primera edición. Playboy junto a la revista Penthouse protagonizó la llamada Guerra Púbica (nombre puesto por el propio Hugh Hefner), donde cada una de las revistas exponía a sus modelos hasta donde la censura de entonces permitía.
Con el desuso del Código Hays (código de producción cinematográfico que describía lo que era moralmente aceptable y funcionaba como medidor de censura) y la aplicación del sistema de Clasificación por edades del MPAA, fue lo que permitió a dar rienda suelta a la producción de cine para adultos de fuerte contenido sexual entre 1960 y 1969, conocida como la época del Sexploitatation. Ello, junto con los movimientos sociales de entonces: la lucha por los derechos civiles, la influencia de la generación beat, la segunda ola del movimiento feminista y el movimiento hippie, potenciaron el consumo de este cine a modo de contracultura y rompimiento de estigmas morales asentados en la sociedad.
En este contexto, a partir de 1970 inicia la que es conocida como la época de oro del cine porno o Porno chic, porno, ya que se comenzó a exhibir masivamente en cines, películas meramente pornográficas (que también lograron un fuerte éxito comercial). Fue Mona de Virgin Nymph (1970), el largometraje de amplia distribución, seguida por Boys in the Sand (1971), primera película gay en ser ampliamente proyectada y en exhibir créditos, con éxito de taquilla y crítica cinematográfica. Pero fue Deep Throat (1972), quien marcara el hito comercial en la época (su recaudación fue de cincuenta millones de dólares para un presupuesto de cuarenta y siete mil), convirtiéndose en película de culto, no solo dentro de la industria del porno si no en la sociedad en general. Cabe destacar que el largometraje estuvo envuelto en problemas de censura y litigios judiciales por su contenido, saliendo a la defensa de su director figuras de influencia como Jack Nicholson y Gregory Peck.
Con la década de los ochenta y el surgimiento del VHS la distribución y consumo de este cine se expandió a mayores escalas permitiendo a sus consumidores disfrutarlo desde la intimidad. En los noventa el internet comenzó a ganar terreno y al igual que el formato DVD y la gama de productos sexuales también ganaron mercado relacionados inherentemente a las producciones audiovisuales. Con la expansión del internet las plataformas digitales destinadas a exhibir, descargar, incluso interactuar son más que disimiles, entre ellas las más conocidas y frecuentadas son Youporn, Realitykings, Bangbros etc.
Dentro de este mundo destinado al placer, la polémica siempre ha sido una de sus más fieles antagonistas, ya sea por la percepción social de lo que es política o moralmente correcto, así como la prohibición oficial en algunos países.
Un aspecto en el que me gustaría hacer hincapié es sobre los protagonistas, los performer del placer. Primeramente, la diatriba familiar, no imagino la reacción de algún padre cuando descubra, le digan o su hija o hijo les confiese que hace películas para adultos. Se exponen ante todo al rechazo familiar y la condena social. Estas personas ante todo son valientes por despojarse de cualquier prejuicio sobre la sexualidad y el cuerpo (al menos yo pienso que es una elección que debemos respetar) además de un modo u otro representar ante el lente las más diversas fantasías de cualquier espectador.
Un estereotipo que posiblemente esté adjudicado a los actores y actrices que se dedican a esta cinematografía es su preparación intelectual, que seguramente muchos asocien a que no tuvieron otra opción que dedicarse al porno por su bajo nivel cultural. Para desmitificar este razonamiento podemos encontrar a Ron Jeremy, considerado leyenda viva de la industria, quien posee una Licenciatura en Artes y una Maestría en Educación Especial, o Katie Morgan, de un CI de 165. No necesariamente la preparación individual está asociada con a la profesión escogida. También muchos de ellos son reconocidos por su influencia de opinión, como es el caso de la escritora, activista, modelo y empresaria Jenna Jameson, considerada la Reina del Porno, quien es conocida en la actualidad por su posición ambientalista y sus campañas por los derechos de los animales.
También hay pornografía feminista. Como antecedente, surgió en 1973 la revista Playgirl, destinado al público femenino y a la vez contrarrestar a las mencionadas Playboy y Penthouse. Es inevitable también la asociación del porno como una expresión más del patriarcado y de catedral dedicada al machismo. Falocentrista, me comentó un amigo. Pero precisamente dentro del propio movimiento surgieron en los años ochenta voces que ponderaban el rol femenino dentro de la industria y el modo de proyectar a la mujer frente a la cámara. Pienso que dos factores de peso han condicionado el pensamiento que la pornografía es machista. Primero, el patriarcado que durante siglos ha regido a la sociedad, y que la mayoría del público que frecuenta y consume sitios para adultos es masculino. Tanto uno como lo otro han sido determinantes para los enjuiciamientos realizados a esta expresión cinematográfica.
Encuestas realizadas a mujeres profesionales de este medio, expresaron que el principal motivo de dedicarse al porno era el placer, la retribución económica y el tiempo libre. Lo cual, como cualquier otro medio de entretenimiento, no significa que no estuvieran expuestas a estafas y explotación de imagen sin su consentimiento, casos muy comunes en otras esferas de la sociedad. El mensaje argumentado y defendido por estas actrices es sobre el poder de decisión que tienen sobre su cuerpo, la exploración en busca de la satisfacción espiritual mediante el placer y también en términos comerciales a la hora de ser retribuidas por su trabajo, que no permiten que existan diferencias de tipo monetarias entre mujeres y hombres.
Lo antes expuesto no quiere decir que no se condene ni penalice también las conductas impropias, ni las expresiones de las personas que violan la intimidad de terceros. Como ha sucedido con frecuencia con sex tapes para fines sentimentales, que han tenido otros destinos no precisamente el deseado. Así como muchos que sin consentimiento graban a escondidas las relaciones entre la que fue su pareja, tanto ocasional o formal. Y otras manifestaciones prohibidas por ley, como el abuso infantil y el bestialismo. No todo puede ser permisible ni tolerado.
Consagración del machismo, empoderamiento femenino, liberalismo amoral, fuente didáctica, pecado mortal, impudicia, libertad de expresión… y así cualquier calificativo de defensa como desaprobatorio tendrá como punto de mira un mundo expresivo al que muchos condenan y otros defienden. ¿Qué piensa usted lector?
Posdata:
En lo personal me gustan las películas de Marc Dorcel.
Originally published at https://www.desdetutrinchera.com on December 20, 2019.