¡Matanzas ganó por Brujería! — La Trinchera Por Julio Pernús

AnaBRNS
La Trinchera ahora
Published in
3 min readJan 23, 2020

Por: Julio Pernús

El título que da nombre a este artículo es solo una provocación, pues soy consciente de la amplia calidad del equipo matancero de béisbol, justos ganadores de nuestra serie nacional. Por increíble que parezca, en medio de un entorno a veces tan arreligioso como es un estadio de pelota, dentro del mismo se sucede un sinfín de singularidades vinculadas a la fe sincrética de una gran parte de nuestro pueblo. Los grupos sociales que han abogado por una ley de protección animal no deben olvidar, dentro de su agenda, los animales sacrificados en pos de algún culto sincrético afrocubano. Y no lo digo solo por la gallina aterrorizada que apareció de la nada en los jardines durante el quinto juego del play-off final, sino porque es una práctica habitual encontrarse con toda clase de sacrificios rituales en cualquiera de nuestros barrios con sus consecuentes pestilencias ambientales.
Para los cubanos, la pelota es parte de nuestra cultura de resiliencia, pues, según escribió el destacado historiador del béisbol en Cuba, Ismael Sene Alegret, fue una muestra fehaciente de enfrentamiento al sistema colonial español. Ahora, el fenómeno digno de estudiar es cómo este deporte ha estado de alguna forma marcado por la actividad religiosa. No somos pocos los que hemos visto con gran asombro la tiradera constante de agua para “alejar” los malos momentos de nuestros equipos preferidos. Sí la oficina nacional de recursos hidráulicos se pone un poco tensa, casi que pudiese aplicarle una multa a la selección de Matanzas o Camagüey por despilfarro injustificado de agua. Esto, por no hablar de la cantidad de cascarilla de huevo que circuló por el aire en los diversos momentos del play- off; hubo escenarios en que algunos de los periodistas, al entrar a los dogouts, salían con el pelo pintado de blanco.
En realidad es importante que aprendamos como cubanos a entender que nuestra religiosidad es parte indiscutible de nuestro ser como nación. Cada vez, es más común ver a los atletas portando símbolos visibles que lo identifiquen con su fe. Algunos se presignan antes de salir al terreno y no son pocos los que se han tatuado su creencia en la piel. Como hecho llamativo, fue curioso el seguimiento que, a través de las redes sociales, hicimos los católicos de este escenario deportivo; hubo hasta quienes desgranaron rosarios en favor de su selección, también, obispos, sacerdotes y laicos fueron protagonistas del espectáculo, pues asistían a ver los juegos como los primeros fanáticos. Ojalá que en algún momento de nuestra historia reciente se permita a los consagrados dar una bendición especial al equipo de su diócesis, de seguro, varios estarían dispuestos a hacerlo.
Creo que Matanzas ganó de forma justa este campeonato por merecimiento propio, pero es indudable que la competencia deportiva también estuvo signada por la singularidad religiosa.

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