Una opinión sobre el periodismo independiente

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6 min readJan 4, 2021

Por: Miguel Fergoz

Siento que el mayor conflicto entre Papá Estado y sus hijos, es que Papá Estado no quiere, o no sabe, entender a sus hijos. Perdón, he dicho “sus hijos” y he pecado de absolutista, diré mejor algunos de sus hijos, porque Papá Estado no tiene ningún problema con esos hijos dóciles y obedientes que dicen y actúan exactamente como él espera. Nótese que digo “dicen y actúan”, y no digo piensan, porque el pensamiento de los otros es algo mucho más difícil de controlar, y sabemos bien que, en casa de Papá Estado, algunos piensan una cosa y dicen otra.

¿Reprochable? Bueno, no tanto si pensamos en cómo han sido las cosas por mucho tiempo. Digamos que la hipocresía queda justificada como una estrategia de supervivencia, o al menos como método para garantizar una convivencia pacífica. Evidentemente, Papá Estado es un padre autoritario.

Sin embargo, Papá Estado puede ser un padre generoso con aquellos hijos que se “porten bien” por pura convicción o por puro oportunismo. Diferenciar entre oportunistas y convencidos es difícil a veces, así que Papá Estado no se detiene a analizar mucho esto, solo le interesa que sus hijos se “porten bien”.

El problema de Papá Estado es con los hijos que se “portan mal”, aunque eso de “portarse mal” no ha quedado nunca muy bien definido, y en ocasiones, hay hijos “ejemplares” que de buenas a primeras han caído en desgracia, he ahí una prueba fehaciente del oportunismo del que hablo, o quizá no, quizá haya sido por exceso de sinceridad. No obstante, si queremos ser totalmente honestos, hay que decir que Papá Estado ha ido expandiendo sus límites. Hace unos cuantos años, por ejemplo, no soportaba a sus hijos homosexuales, ni tampoco a los que eran devotos de alguna religión; homosexuales y religiosos estuvieron en conflicto con él por décadas. Este, serio, circunspecto, no los consideraba buenos revolucionarios, que es lo mismo que decir que no los consideraba buenos hijos. Ahora todo es distinto, al menos en apariencia, se puede ser homosexual y/o religioso y ser considerado un buen hijo. Sin embargo, sigue habiendo actitudes imperdonables para Papá Estado, que se muestra especialmente intolerante cuando un hijo “descarriado” le echa en cara sus defectos: “Déjate de criticar tanto chiquill@ malcriad@, mira mejor todo lo que hago por ti. Te enfermas y te curo. Eres de origen humilde y estudias en la universidad. Pero obedéceme, obedéceme porque si no…” Algo así nos dice todo el tiempo Papá Estado. No se da cuenta de que sus hijos han crecido y que los tiempos han cambiado. Ya se olvidó de sus tiempos de juventud, y ahora quiere coartar el ímpetu propio de la juventud de sus “hijos rebeldes”.

De muchacho, nunca supe cómo lucía el periódico Granma ni Juventud Rebelde. En mi casa nunca se recibió la prensa plana -nunca mejor calificada-; en casa nos informábamos por el NTV, que a mí en lo particular nunca me despertó demasiado entusiasmo en tanto era -y sigue siendo- una excepción hallar relación directa y fidedigna de lo que se narra en ese espacio y la realidad que uno experimenta. Demasiadas pocas veces los productos de aquel plan X que se sobrecumplió llegaron a nuestra mesa. El NTV, y en general toda la TVC (incluidos los programas dramatizados) diseñaban -y siguen diseñando- un traje que le queda demasiado holgado a la realidad observable. La verdad es que Papá Estado nunca ha sido muy buen sastre que digamos, pero se niega rotundamente a reconocerlo. Y mientras tanto, cada cual vestía su realidad con su propio traje hecho a la medida; trajes sin ningún acceso a pasarelas y desfiles. Hay algo bastante obvio en Cuba, que solo el desconocimiento de nuestra realidad justifica su ignorancia. Los medios estatales los financiamos todos los hijos de Papá Estado, y, sin embargo, estos no expresan la voz de todos; de hecho, no expresan la voz propia de nadie en particular; los medios estatales solo reproducen la voz de Papá Estado. ¿Entonces, quién les da voz a los hijos “descarriados”?

Luego de cincuentaitantos años de solo NTV, Granma, Juventud Rebelde… Luego de cincuantaitantos años de asentir callados o protestar en los pasillos, de conformidad pública o discrepancia privada, de convencimiento puño arriba o escepticismo también puño arriba, comenzó a hacerse más masivo el uso de la internet y las nuevas tecnologías en Cuba, y con esto quedó inaugurada la enorme sastrería donde algunos comenzaron a coser sus propios trajes a la medida de sus interpretaciones particulares de la “realidad”. La “verdad” dejó de tener un único dueño y comenzaron a aparecer varios accionistas. Con las redes sociales se abre públicamente el micrófono a todo el que quiera decir algo, sea lo que sea, y por supuesto que esto resulta caótico, pero en un contexto bastante controlado en materia de libre expresión puede verse también como algo maravilloso.

Las redes sociales en particular, y todo el ciberespacio en general, son el infierno y el paraíso en una misma abstracción. Es como acceder a una enorme librería donde puedes encontrar a autores como Proust, Faulkner o Cortázar al lado de la estantería donde se encuentra toda la colección de las más de 5000 novelas de Corín Tellado. Y, por supuesto, habrá quien entre a esta librería maravillosa a buscar solo alguna de estas novelitas.

En este espacio anárquico se insertan los llamados medios independientes, y creo que lo de “independientes” no tiene que ver con si son o no financiados -creo que siempre fue obvio que algún tipo de financiamiento debían tener-, sino por ser independientes de Papá Estado -los llamados medios oficiales no lo son-, y, por tanto, “libres” de decir lo que les de la gana, al menos cuando del tema Cuba se trata. En este punto podría pensarse que para mí todos los medios independientes son lo mismo y todo lo que digan de Cuba tiene justificación. No es así. En mi caso particular, hay medios como La Joven Cuba, El Toque o Periodismo de Barrio, que consumo con cierta regularidad, y hay otros que jamás leo, porque, ciertamente, me parecen bastante peores que las novelitas de Corín Tellado, e incurren sistemáticamente en lo mismo que tanto le critican a los medios oficiales, a veces multiplicando la caricaturización de la realidad por un factor mayor y hacia el extremo opuesto, y otras tantas suelen mentir sin ningún pudor. Por otra parte, el hecho de que a mí me guste un medio como, por ejemplo, La Joven Cuba, no quiere decir de ninguna manera que me parezcan buenos o acertados todos sus trabajos. Y lo más lógico es que sea así, ¿no? Sigo ejemplificando: a mí me encanta la cuentística de Borges, empero, uno de sus cuentos más aclamados: Funes El Memorioso, no me gusta para nada. ¿Es tan difícil comprender que algo así pueda suceder? Lo cierto es que hay gente que no lo comprende.

Ahora resulta que, a todo el periodismo independiente del Estado, llamémoslo así, lo han relacionado con Satanás. Pero lo cierto es que estos medios se han currado un espacio: “¡A golpe de talonario!”, gritan algunos. Y sí, pudiera ser parcialmente cierto en algunos casos, pero a golpe de empatía también; la empatía de algunos “hijos descarriados”, con otros “hijos descarriados” que se han decidido a pintar una Cuba diferente a la que, por cincuentaipico de años, nos narró a su manera la enérgica voz de Papá Estado; una Cuba que encontramos muchas veces más similar a la Cuba en que vivimos, que esa otra Cuba que nos muestran los medio oficiales, tan llena de consignas y clichés.

Los medios independientes del Estado han venido a ocupar el espacio que los medios oficiales dejaron cuando fueron cada vez menos prensa y se convirtieron cada vez más en propaganda política. No es nada nuevo que Papá Estado le dé un regañón, humille y desacredite públicamente a los que se “portan mal”; que amplifique su voz omnipotente en los medios que financiamos todos para hacerse escuchar alto y claro; que use el tema del financiamiento, evidente talón de Aquiles de algunos de estos medios, y que, en mi opinión, al menos los medios más comprometidos con la “realidad” deberían revisar, porque ciertamente no es aceptable, ni apropiado, ni digno usar fuentes de financiamiento para cambio de régimen y luego hablar de derechos.

Papá Estado vuelve a irse por las ramas y se niega a asumir la responsabilidad que le toca por tantos años de prensa mediocre.

Siempre será más fácil ver la paja en el ojo ajeno, no obstante, este cubano que no puede vivir tranquilo sin “portarse mal”, y que no cuenta con más presupuesto para escribir que el tiempo que le roba al sueño, al descanso, al calor de la familia, a las labores compartidas en el hogar con mi esposa… no quisiera cerrar este tema sin decirle algo a Papá Estado: Los “hijos descarriados”, los que no se “portan bien”, no son siempre un producto del Imperialismo, a veces somos un producto genuino de la Revolución.

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