¿Van a por todos?

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4 min readDec 10, 2020

Por: Miguel Alejandro Hayes

Van a por todos, me dicen por la mañana en un mensaje. Pensé que era algo referido a la unificación monetaria (no quedará un CUC vivo, pensé. Y qué bien, una buena frase que recoge el espíritu de la unificación). Pero qué absurdo yo, el comentario tenía un enlace a un artículo de Granma.

Antes de mirar el título, como todo joven deformado por las tecnologías, vi la foto. En ella había dos personas con las que mantengo cierta relación, con las que converso de vez en mes, con las que he colaborado, y a las que les tengo admiración y respeto. Entonces, entendí de un golpe. Esto está malo.

Escribo apenas unos minutos después. Voy con pocas municiones de retórica y con la vieja manía de escribir sin mirar atrás.

El texto de Granma me alarma. Es inofensivo como redacción; realmente, más de lo mismo. En una lectura rápida, no de un hermeneuta, no de un lector pausado que busca ángulos contrapuestos, sino en ese tipo de lectura para la que están diseñados los medios (la de crear estados de opinión), llega un mensaje.

Lo releí luego de escribir la oración anterior y sigo con la misma conclusión. Raúl Capote, autor del texto de Granma, quizá, con un pesepismo actualizado en clave de circunferencia, es como si gritara desde un atril: ni un solo paso al lado. Fuera del diámetro definido, es zona de contrarrevolución.

¿ Game over?, me pregunto.

Es la impresión que me queda. Es la que queda.

El mensaje se me reafirma, y solo puedo repetirlo desde diferentes enfoques. Me martillea una voz diciendo que otra forma de pensar el orden social cubano, aun en nota socialista, en su tradición, en sus ideales, es contrarrevolución. No es lo que escribió el autor del artículo, literalmente, pero usted, lector sagaz, sabrá que cuando se mata a un mensajero, se está haciendo lo mismo con el mensaje. Al asociar a Soros, entre otros, a cualquier manera alternativa de pensar la revolucionariedad cubana, se deslegitima el pensar correspondiente y se crea un prejuicio, un dogma.

También aquello de pararse y sugerir cuál es el camino de la revolución, y luego señalar, sutilmente, en dónde está lo verdaderamente revolucionario, y hacer jerarquizaciones afines, es una justificación funcional a la dominación y perpetuar la verticalidad.

Después de todo, al sugerir que hay tantos falsos revolucionarios y quiénes son, también se afirma ser, en primera persona, el original (pocas veces se le quita la condición de revolucionario a otro, o de patriota, o de cubano, para no atribuírsela el que se llena la boca al hacerlo).

Es cierto, como dice en el texto de Capote, que en Cuba se levantan voces neoliberales. Sin embargo, aun cuando las he visto en espacios no oficiales, no se puede negar el terreno que tiene el neoliberalismo en la academia cubana. Para quien el neoliberalismo no es un ente etéreo más, se le dibuja la idea de que en toda práctica, o apuesta por ella, en la que se desplaza el impacto negativo hacia los consumidores y no hacia las empresas y sistemas empresariales, es, desde la filosofía política, una proyección neoliberal.

¿Hacia dónde se va a desplazar el mayor impacto de la unificación, hacia el costo de la vida, o hacia la rentabilidad, no de las bodegas, sino de los grandes monopolios nacionales? De ser hacia los ciudadanos cubanos, seguro no lo diseñó el neoliberal made in Soros, aunque no dudo que lo apoye, por cierto. Y esto es solo una mención, porque el ascenso del neoliberalismo en Cuba no se puede simplificar tanto, más cuando penetra disfrazado incluso de socialismo, en las instituciones. También el neoliberalismo puede llamar a trabajar hoy, a ajustarnos hoy, para tener mañana. De hecho, lo hizo, y me voy del tema.

Soy de los que se opone a algunas de las prácticas económicas y concepciones del neoliberalismo, y sé que se pueden impulsar desde afuera con apoyo de otros de dentro, pero reducirlo a que habita en el pasito que está al lado del cuadrante de la oficialidad, es un ejercicio de teoría de conjuntos poco riguroso.

Pero nada de esto es nuevo. Desde posiciones de poder se utilizan sus tecnologías (las instituciones) y se habla: Yo soy la revolución, grita bien alto. Conmigo no, como yo diga, o contra mí, es lo que entiendo que dice el artículo en cuestión. Se pone una foto, para darle rostro a los mensajes, de paso. Porque el mayor daño de un texto así, si de toda la sociedad se trata, es que estigmatiza y convierte en condenables a ideas (divergentes).

Y poco importa lo que piense yo. Al lector apurado, que anda en mil dilemas cotidianos, se le vuelve a machacar en la cabeza: ni un solo paso al lado; es mejor estar lejos de los de la foto, y de los que son como ellos. ¿Cuántos serán, o seremos, los todos a por los que (ellos) van? ¿Quiénes y cuántos serán (ellos)?

Tal vez, es solo la opinión de un autor, me digo. ¿Y si el autor no está solo, y es la voz de muchos (algunos, incluso, de más arriba)?

Originally published at https://www.desdetutrinchera.com on December 10, 2020.

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