El asesinato de una suculenta
Me parece relevante abrir este texto compartiendo que nunca he asesinado a un ser humano, ¿y que si ese pensamiento ha cruzado mi mente una que otra vez, preguntas? Bueno, no ahondaremos en eso durante los siguientes párrafos, sin embargo les contaré que efectivamente un acto de esa índole fue cometido en las últimas horas en mi departamento. De ese crimen, debo admitir soy 100% culpable.
Como ya lo sabrán aquellos que leen en los ventanales en los que uno se atreve a compartir sus historias, una extraña pero divertida atracción por adquisición de plantas me invadió desde hace algunos meses. Quizás fue la mudanza a un nuevo espacio o tal vez los nuevos comienzos. Cuando me di cuenta ya compartía la habitación con +20 seres que respiraban pero no decían nada de mi humor, de mi nostalgia, ni de los fantasmas que abundan en cada rincón.
Inicialmente no vi la necesidad de ponerles nombres, eran plantas al final de cuentas. Unas más verdes que otras, algunas con un tronco que les daba altura, otras con hojas pequeñas pero abundantes, todas con formas particulares que demostraban su identidad y una que otra con pétalos que me recordaban frecuentemente que estaba frente a seres vivos y no sólo objetos que adornaban las paredes.
Eventualmente aquello que imaginaba sólo le pasaba a otros, a los tontos que no sabían cuidar de otros aún teniéndolos frente a sus narices. Una mañana de invierno, me levanté con la luz del sol, abrí un poco las ventanas, caminé a preparar el desayuno y ahí la vi. Restos de ella yacían tirados en el suelo, desparramados alrededor de su cuerpo y su cuerpo… No podía creer lo que veía. De ella sólo quedaba una versión retorcida que no podía mantenerse erguida, sus tonos verdes ahora estaban invadidos de manchas cafés y tonalidades moradas. Sus hojas ya no se expandían en busca del sol sino que se habían apretado, como si se taparan del frío, del aire. Y ella, toda ella, estaba rota. Muerta frente a mí.
Asesinada por mi mano. Asesinada por mi soberbia. Aquella que ignoró lo que había escuchado, lo que había leído, lo que le habían contado. Porque ¿cómo iba a saber alguien más que yo respecto a cómo cuidar algo que me pertenecía? Yo era para ese entonces un experto en entenderlas, escucharlas, en interpretar sus movimientos, sus subidas, sus bajadas. Yo sabía mejor que cualquier persona cuándo necesitaban agua, en qué momento era mejor acercarlas a la luz del día y cuándo era conveniente detener las corrientes de viento en este nuevo lugar.
Pero yo le fallé a ella. Y eso le costó la vida.
Aquí podría inventar docenas de excusas. Hablar de lo ocupados que han sido mis días, contar del estrés, charlar sin parar de las presiones… Pero ella está muerta ahora y no hay nada que pueda hacer para que la vida regrese a sus raíces. Ya no.
La negación me golpeó mientras discutía con la mente, ¿acaso todo esto había ocurrido durante el transcurso de la noche? ¿O será que mi descuido llevaba ya días y fue apenas en esta mañana que me di cuenta de las consecuencias de mis acciones?
Me inundó la culpa, el enojo y la pena.
Había asesinado (algo) por primera vez en mi vida, de manera inconsciente quizás, pero certeramente por acciones (o la falta de) que mis manos habían realizado.
A ti que estás leyendo esto, si no lo has vivido ya, te cuento que el sentimiento es terrible. Imagino debe ser distinto si hubiera sido algo que buscaba. Pero ahora comprendo que no hay peor realidad que el perder algo que querías porque no supiste cuidarlo.
Y a ellas, que evidentemente no leen, pero con claridad vieron cómo removí el cuerpo sin vida y lo coloqué con cuidado en el cesto de basura orgánica. Les prometo que pondré mucha atención para evitar que un destino similar las alcance en algún momento. No soy el más hábil y quizás mi cordura es cuestionable, pero mientras pueda, sepan que cuidaré de sus días por lo que me resta.
A menos de que me vaya de viaje y entonces deba pensar en qué haré con todas ustedes, pero mientras tanto regaré mis plantas cada lunes, miércoles y viernes (fines de semana sólo cuando me dé cuenta de que es visualmente evidente que necesitan refrescarse un poco).