El primer recuerdo

¿Recuerdas el momento en el que todo esto empezó?

Arturo Hernández
La ventana de Arturo
3 min readApr 14, 2020

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Sí, haz memoria. Regresa lo más atrás que puedas en la biblioteca de tu mente y pregúntate ¿qué es lo primero que viene a ti?

Mi recuerdo más viejo me remonta a cuando apenas aprendía a caminar. Era una tarde, de algún día cuyo mes no puedo descifrar, sólo que el momento permanece porque era la primera vez que me habían prohibido algo.

Desde pequeño era testarudo y curioso, al día de hoy no sé cuál de los dos en mayor medida, por lo que aquella vez no hice más que ignorar aquella amenaza.

Cuando lo pienso, me imagino que era el hecho de que alguien me retara (el ego haciendo presencia desde chiquito) o quizás era la curiosidad por conocer el origen de ese miedo que veía en los ojos de mi mamá (¿qué podía ser tan grave que ameritara que me hablara con tanta severidad, levantando un dedo frente a mí y poniendo una mueca tan seria?).

Mientras ella estaba ahí, no hice nada. Quizás sonreí un poco, sí, seguro eso sí hice. Una constante a través de los años ha sido la batalla interna que tengo con el entendimiento de la autoridad y el por qué debemos acatar instrucciones si no entendemos su origen. Por qué tenemos que poner un pedazo de madera en el suelo, sólo porque nos dicen que así va a llover al día siguiente. Por qué.

Así fue que al primer descuido de ella, caminé a la sala. Iba de puntitas para no hacer ruido. Despacio, hasta estar frente al enchufe prohibido. No tenía ningún aparato conectado a éste, puesto que tenía un falso contacto, o eso había dicho mamá. Físicamente una de las entradas era un poco más grande que la otra y estaba un poco quemada, como si algo hubiese pasado antes de que aquello fuera parte de mi existencia.

En mi mente se repetían una y otra vez las palabras de mi madre que me pedían que no me acercara, que ni lo intentara. Pero eso sólo me dio combustible para animarme y no sólo acercarme, sino tocar el enchufe. Para experimentar, para entender el origen del miedo. No sabía por qué, pero quería entender cómo se sentía lo prohibido. Quería entender el sentimiento que provocaba el hacer algo que en teoría no debías de hacer y quería conocer por qué no podía hacerlo. Buscaba una razón para escuchar y al no encontrarla, metí undedo al enchufe.

De forma inmediata, un frío me invadió. Era como si alguien hubiera abierto la nevera hace horas y todo mi cuerpo se congelara por lo mismo. Todo esto pasó en menos de un segundo, estoy seguro. Sentía, sentía y me preguntaba qué era eso. Hasta que apareció otra sensación. No era positiva, no se sentía como tal. Pensé en reírme, ya que así me había acostumbrado a afrontar lo que no me gustaba, hasta que llegó la molestia. Descubrí el significado del dolor.

Al instante pude alejarme. Froté mi mano con fuerza y entendí el origen del miedo. Según yo había soltado un pequeño grito en la conmoción, pero cuando volté a ver no había nadie. Si mi madre había escuchado, no actuó y quizás sólo me vio desde la distancia, notando cómo su hijo aprendía una de sus primeras lecciones mientras seguro soltaba una carcajada muy silenciosa ante tal escena.

Hoy todavía quiero imaginar que fue la inocencia la que me motivó a actuar de tal forma aquella tarde, pero tras varios años transcurridos, puedo ver las líneas y cómo éstas se repiten. Puedo entender el papel que la curiosidad, el ego y, de vez en cuando, la soberbia tienen todavía en mi toma de decisiones. Y quiero entender que cada vez soy más capaz de tomar el control y no permitir que mis dedos toquen el enchufe nuevamente.

Interesante primer recuerdo…

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Arturo Hernández
La ventana de Arturo

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