Al ritmo de bachata

La pluma durmiente
La vida en sueños
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2 min readJul 27, 2015

Sin querer, o queriendo, pretendemos memorizar los pasos cuando lo que hay que hacer es sentir la canción y dejarse llevar. Como si nadie me estuviera mirando, como si ese momento jamás volviera a suceder y no me quedara otra que aprovecharlo al máximo.

No se trata de buscar sentirme mejor o peor. Busco sentirme viva. Sentirme capaz. A mí me ayuda mucho a la hora de toma decisiones tener en cuenta el coste de oportunidad de no hacerlo, pero no como una premisa que me condicione a la hora de hacer lo que realmente me nace, sino como una forma de salir de mis indecisiones de la cual me sirvo sólo cuando lo preciso.

No te avergüences de tus cicatrices, porque lo que antes fueron heridas guardan auténticas historias, cuyas enseñanzas van acompañadas de sonrisas sinceras que dicen “Ven”, de miradas cómplices que no necesitan palabras, de gestos que se entienden a la primera.

Soy un alma libre, independiente, pero que siempre sabe cómo volver. Nunca confundo un “hasta luego” con un “adiós”, simplemente los reparto a quien creo que se los merece. No hay cosa que me guste más que los cafés inesperados, y aquellos silencios cómodos que unen más que nada. Porque idolatro las verdades piadosas que desmontan mentiras como templos, y porque no necesito un motivo pra descorchar una botella y brindar.

Dejé de jugar al escondite contigo sin que tú lo supieras, porque ya no te busco en cada esquina, ya no suspiro por verte al final de una escalera.

Ahora quiero noches de domingo que sepan a lunes por la mañana, y buenos días que comiencen con un desayuno para dos. Quiero no mirar el reloj cuando estoy con grandes personas. Sueño con poner nombres a lugares que pertenecen a momentos de mi vida, y que me ayuden a no olvidar aquellas historias que dejaron cicatrices. Historias con mucho que contar….y que callar. Eso sí, con los pies en la tierra, y al ritmo de bachata.

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La pluma durmiente
La vida en sueños

Nos pasamos la vida intentando encontrar la cordura cuando a veces, para ser feliz, lo único que necesitas es perderla.