Supercordura

Desde que tenemos uso de razón nos enseñan que los círculos son redondos, que se come con cuchillo y tenedor, y que el postre viene después del segundo plato.

Pero los grandes descubrimientos en la vida, nuestros mayores logros, surgen de actuar sin márgenes a los lados, sin reglas para medir. Porque lo que siempre hemos considerado como natural hace que a veces nos olvidemos de los que es vivir de verdad. La Supercordura.

La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuero bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!

Cuando las cosas no van bien opto por hablar de ello desde un punto de vista humorístico. Opto por sonreir, por pensar que todo está en mi cabeza, que aquello no es más que una bomba de relojería que tiene que explotar cuanto antes. Opto por convencerme de que la mejor manera de saber lo que quiero ser en la vida es ser yo misma en cada momento.

Supercordura es sustituir los “por si acaso” por los “por supuesto”. Es vivir en el “aquí y ahora”. Es escribir tus mejores ideas en la servilleta de un bar.

Ojala tuviera el permiso de equivocarme de vez en cuando. Cuando te perdí, me sentí desgraciada porque te creía imprescindible en mi vida. Pero en cuanto aprendí a vivir sin ti me di cuenta de que quizá aquello debería haber terminado mucho antes. Porque si antes me gustaban las cosas perfectas, ahora estoy empezando a verle la gracia a los días improvisados. Un “¿por qué no?” a tiempo me ha dado la oportunidad de vivir experiencias que nunca imaginé, y de abrir la puerta a una vida distinta, más feliz y con menos preocupaciones innecesarias.

Cabeza fría, corazón caliente. A veces gana una y a veces gana otro, pero siempre se mantiene la belleza de la incertidumbre, que hace que mis intuiciones me guíen hacia el futuro.