155. El vino y la lectura
Hay quien bebe el vino y quien lee el vino. Leerlo, es decir, no solo decodificarlo. Quien apenas reconoce las palabras de un párrafo no está leyendo porque bien puede no saber su significado. Es el mismo caso de quien ante un cabernet se limita a ver el rubí intenso y a sentir en nariz y boca la ciruela negra.
Leerlo te lleva al siguiente nivel. ¿Qué significan estas impresiones? ¿Son acordes a la región, la añada, la guarda en madera -si ésta existió-? ¿Cómo aprecio el vino que tengo en copa en relación con otros de su misma región o con otros de otros lugares del mundo? Y así puedo pasearme por muchas de las preguntas y, seguramente, mientras mejor el vino, mayor cantidad de interrogantes porque funcionan como los mejores textos: no aportan respuestas sino nuevos caminos de exploración, así como diferentes niveles para esa lectura.
Luego, muy importante, ese momento en el que incorporo el vino en mi universo sensible, cuando me pregunto: ¿qué significa para mí?
Y, definitivamente, la percepción cambia cuando se lee y no solo se bebe el vino.