210. Los sustitutos del vino (parte III. Los cocteles)

Sinceramente, creo que los cocteles tienen una gran ventaja frente a la cerveza y a los destilados a partir de la combinación se pueden lograr efectos muy particulares para armonizar directamente con un plato. ¿El problema? a combinación tiene que ser en ocasiones absurdamente precisa por lo que si bien es posible es ilógico si se tiene una bebida como el vino que puede dar exactamente lo que se necesita.

Pienso en destilados como el whisky como base de tragos en los que elementos florales y cítricos se agregan, me parecen perfectos para una ensalada y otros platos fríos de comienzo de un menú, pero a la par pienso en unos cuantos vinos que harían la misma tarea con simplemente descorcharlos.

O los tragos en los que se acentúan las notas ahumadas del destilado base con ahumadores portátiles para acompañar algún corte a la brasa o al carbón pero: ¿no tiene ya un vino con crianza la proporción exacta de ese ahumado? Si le sumo que el vino suele sufrir cambios menos dramáticos a elevar su temperatura en comparación con un cóctel, me quedan pocas ganas de hacer a sustitución.

Incluso si pienso en una picada sencilla me pregunto si vale la pena la “mano de obra” que se emplea en cada coctel en comparación con un vino con leve paso por madera que se deje llevar por los bocados.

Entonces, si bien disfruto un buen coctel, de nuevo, nunca lo pensaría como sustituto del vino.

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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