217. El vino cansado

Ya hemos hablado del vino evolucionado, ahora esta es la etapa que sigue, cuando el vino, literalmente, ha dado de sí.

Su color no es solo opaco sino muerto. Su nariz no es propiamente desagradable sino muy tenue, muy débil y con cada segundo expuesto al oxígeno en la copa se disipa y deja apenas la huella de lo que queda de alcohol.

Y, por supuesto, en la boca, produce, sobre todo, esa melancolía de no haberlo probado en su plenitud. Suele ofrecer una nota monótona de fruta, sin ningun articulación. Suele tener problemas para interesar al paladar. Una vez que se traga desaparece como si nunca hubiera estado allí.

Sinceramente, más que molestarme, probar un vino cansado me conmueve. Su tiempo pasó, no nos encontramos cuando debimos hacerlo y, casi con seguridad, es mi culpa, yo llegué tarde.

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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