265. La vida es corta y el mundo del vino blanco amplio

A veces uno va por la vida pensando solo en los chardonnay con y sin madera y los sauvignon blanc, con algo de madera, de viñedos cerca de la costa, más o menos minerales y ahí parece acabarse el vino blanco.

De repente descubre un albariño o, del otro lado de la fronter, un vinho verde. Puede que un viura o un verdejo. Un semillon. Un malvasía. Con suerte un riesling o un gewürztraminer. Un trebbiano. Un pinot grigio. Uno descubre la glera. La viognier.

Puede que se tope unocon uno de esos intensos y perfumados torrontés. Con un vidal. Con un pinot gris. Un tocai friulano. Un furmint dulce o seco. Un garnacha blanca elaborado con ese estilo oxidativo. Con Xarel lo y parellada, sobre todo cuando no son cava sino vinos tranquilos. En algún momento aparece un moscatel, un blanco de Gascuña con gros y petit manseng.

Y con tantos y tantos blancos que se van conociendo y sobre los que se lee que quedan pendientes por descubrir uno alza plegaria por un presupuesto y un hígado adicional. La vida es corta y el mundo del vino blanco demasiado amplio para que pensemos que se trata de un simple aperitivo.

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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