3. El vino y la conexión con el mundo. Primera parte.

La experiencia de tomar vino, incluso el descorche más solitario, tiene la capacidad de conectarnos si prestamos suficiente atención. Es de esas dimensiones del vino que requiere mucho más que nuestros sentidos para apreciarla, apela a nuestra capacidad para, literalmente, leerlo.

A veces, en medio de esa desolación que puede sentirse al estar solo en un aeropuerto en medio de cientos de extraños, una etiqueta conocida en un duty free puede ser el único “rostro familiar” que nos reconforte. En otras ocasiones, en un paseo nostágico por redes sociales, es precisamente ese vino que conocemos el que rompe nuestro cerco, nuestro aislamiento.

¿Puede suceder esto, por ejemplo, con un paisaje? Efectivamente la parte inicial del reconocimiento pero esa sensación que produce recordar que el vino lo incorporamos a nosotros al beberlo nos ha sentir una compenetración difícilmente igualada. Así comienza nuestro recorrido por las conexiones que provoca el vino.

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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