305. Vino para combatir el aburrimiento del paladar

Ayer, en medio de una degustación al personal de ventas de Licoteca, recordé algo en lo que pienso a menudo: a veces, la mejor razón para probar un vino es que es la esperanza de que evite que se nos aburra el paladar.

Tanto chocolate, tanto café, tanto humo, tanta confitura de frutas rojas y oscuras, tanta sedosidad laboriosamente conseguida pueden, simplemente aburrir por repetitivos. Y, sí, es cierto que en muchos casos, como comidas familiares o encuentros con amigos uno prefiere apuntarse a lo seguro pero hay otros tantos momentos, en mi caso suele ser cuando descorcho alguna botella en solitario, que simplemente queremos sorprendernos.

Deseamos ser retados, que lo que sabemos sobre la región y cepa de la que habla la etiqueta se traduzca en copa en notas y sensaciones que no conocíamos. Si bien tomar vino puede convertirse en un viaje puede que se trate de ese mismo viaje en auto particular o transporte público que hacemos todos los días al trabajo, hace falta un cambio de ritmo, esa sensación de escape.

Y yo hay vinos que compro básicamente porque eso me ofrecen. Puede que al final ni siquiera me gusten demasiado, pero la felicidad de haberle dado trabajo extra a mi paladar lo supera todo.

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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