306. El vino y la memoria

No quiero hablar de los vinos entrañables, memorables, aquellos que dejan su estela sino de la forma como se usa la memoria en el vino porque es bastante particular.

Uno nunca trata de encontrar iguales, sabe que es imposible: incluso entre dos botellas de una misma etiqueta, de una misma añada, abiertas en el mismo momento, pueden encontrarse diferencias que provienen de una verdad: al estar vivo en su guarida de vidrio, el vino dentro de cada botella es un líquido único.

La memoria entonces busca más bien patrones. Trata de construir los rompecabezas de los perfiles varietales y de las características supuestas de determinado terroir o añada y también puede tratar servir de punto de partida para los análisis comparativos con la misma etiqueta en otros años o con otros vinos incluso de regiones distintas. Las motivaciones de estos usos de la memoria pueden ir desde el mero placer hasta la evaluación profesional.

Pero también entra la memoria el juego al evocar historias, aquellas relacionadas con el vino y quienes lo elaboraron y aquellas que son nuestras historias. Entonces ya el vino deja de estar afuera de nosotros no porque lo bebamos sino porque se funde con aquello que, por importarnos, persiste en nuestra mente, en imágenes y sensaciones.

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Esnobismo gourmet
La vuelta al 2017 en 365 notas sobre vinos

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