Epítetos, explorando la urdimbre del politeísmo

Dairchacht MacGrian
Laguna Serpiente
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7 min readJun 30, 2024

La primera vez que me acerqué a las deidades celtas y en general, al politeísmo, debo reconocer que me pareció confuso. Me sentía frente a una enorme ensalada llena de nombres complejos, familias, epítetos, incluso varios de ellos que resultaban ser de la misma deidad, o peor aún, deidades que su nombre cambia de provincia a provincia, de país a país, de momento histórico a momento histórico. ¿soy acaso el único que todavía no sabe si escribir Brighid, Brigit, Brigitte, Brigantia, Brígida, Breo Saighead o Brigid? y aunque ya por costumbre y por decisiones de mi tribu suelo escribir Brighid, reconozco que el “gusanito de la duda” todavía se asoma de vez en cuando a cuestionar mis decisiones ortográficas.

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Sin embargo, y como todo, en la medida que iba pasando el tiempo y me familiarizaba con cada una de las deidades y sus nombres, las cosas empezaron a tener más sentido, y aquella ensalada de los primeros meses, empezó a parecer más un tejido. En primer lugar, aquellas diferencias entre provincias, regiones, momentos históricos, dejó de ser un dolor de cabeza para convertirse en algo que le encontraba sentido. Un sentido que, además va muy acorde a lo que estaba buscando en un camino espiritual: una espiritualidad que fuera al mismo tiempo colectiva e individual, algo que el druidismo recoge muy bien y esta en sus pilares (¿o tal vez mejor en su árbol-mundo?), me refiero a la relación entre microcosmos y macrocosmos, que desde esta tradición de denomina Bith/Féin, a lo que agregaría una escala intermedia (si, una tríada, los celtas siendo celtas), una que me gusta llamar “cosmos tribal”.

Las deidades son también un reflejo del microcosmos y el macrocosmos, y en particular de ese cosmos tribal. Si bien, cada deidad tiene una energía, historias, enseñanzas y maneras de ser y manifestarse propias, estas también van variando en las experiencias de cada comunidad y cada individuo. Y esto, más que una desventaja como lo ven aquellos que nos exigen tener un “libro sagrado” donde esté escrita “la verdad” (Si Dirección de Asuntos Religiosos de Colombia, estoy pensando en ti), nos abre un inmenso panorama de posibilidades, de experiencias donde la creatividad, el Imbas, fluye libremente. Solo viviéndolo pude comprender porque era tan sagrada la prohibición de la escritura entre los antiguos druidas. La letra mata el espíritu libre del Imbas que se trasmitía de maestro a discípulos, y la verdad, influyó para decidir quedarme acá, bajo este roble.

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Pero, ¿todo esto implicaría que el politeísmo es una “religión a la carta”, donde escojo trabajar con los aspectos que me interese y ya? esa es una de las posibles imágenes que se puede hacer alguien que proviene y ha vivido su espiritualidad en alguna religión dogmática, donde lo que debe ser y lo correcto está fijado desde cientos o miles de años y toda experiencia se reduce a la búsqueda de una verdad que está planteada en un libro. Quitar el libro sagrado de la vida en un principio puede generar la sensación de quedar como barco a la deriva en medio del mar, y de hecho, esta es también una de las metáforas más usuales en los monoteísmos: el barco perdido que encuentra en la fe su ancla… pero el camino de las tradiciones no dogmáticas es distinto… no es buscar el ancla… es bailar con las olas.

Bailar con las olas implica dos movimientos, uno hacia afuera, donde se aprenda a escuchar a las mareas, y otro hacia adentro, donde se pueda escuchar nuestro propio movimiento. Si, otra vez macrocosmos/microcosmos, ya vas viendo como todo se entrelaza, y si pensamos en ese “cosmos tribal”, sería precisamente el barco donde estamos. Ya que, aunque las metáforas suelen crear la imagen de uno solo frente al mar, la verdad, nuestras vidas parecen más un gran navío donde existe una numerosa tripulación con la que debemos coordinar para vivir. Esa consciencia es algo que me gusta llamar “consciencia tribal” y que me gusta pensar que es subversiva al cuestionar la exacerbación del individualismo capitalista.

Cuando se “baila con el mar” se escucha al mar, se escucha hacia adentro, nuestra marea interna (Da Féin) y el ritmo de la tripulación. Cuando se escucha y se aprende a bailar, no se puede caer en la selección a la carta porque no se trata sólo de mis gustos, mis deseos y mis necesidades, se trata de la sincronía que emerge del mar, la tripulación y yo. Del macrocosmos, el microcosmos y el cosmos tribal. Es en este bailar donde el politeísmo cobra sentido, donde los distintos dioses y diosas de las tradiciones tienen algo que enseñarnos con sus distintos nombres y epítetos.

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Desde la edad del hierro, cada comunidad celta (llámese tribu, nación, familia, parentela) ha construido una estrecha e intensa relación con cada una de sus deidades, y en ese dialogo, en ese construir se han dado énfasis a aspectos puntuales en los que se desarrollan maneras específicas de relacionarse con la deidad. Las deidades no son estáticas ni tampoco las comunidades, estas van transformándose, influenciándose mutuamente. Esto lo podemos notar cuando revisamos las fuentes históricas de manera diacrónica. las variaciones en los nombres, en los títulos que se les otorgan a las deidades son un reflejo de las relaciones de las comunidades y las personas con su espiritualidad, y estas particularidades a su vez son senderos, caminos que nos pueden mostrar maneras de trabajar con las deidades y lecciones específicas que aprender.

Una de las maneras de acércame a las deidades es a través de los llamados “epítetos”. Desde una perspectiva etimológica, Epíteto viene:

“Del latín epitheton, a su vez del griego antiguo ἐπίθετον (epitheton, “agregado”), forma neutra de ἐπίθετος (epithetos) (“atribuido, añadido”), del verbo ἐπιτιθέναι (epitithenai, “añadir”), compuesto de ἐπι- (epi-, “sobre”) y τιθέναι (tithenai, “poner”)” (https://es.wiktionary.org).

Es decir, son títulos, valores, adjetivos adicionados, atribuidos a una deidad. No son solo nombres distintos, son atributos que se “sobreponen” funcionando como énfasis en valores y aspectos espirituales. El trabajo con los epítetos me ha permitido conocer con mayor profundidad a cada una de las deidades, permitiéndome observar su complejidad y luego, comprender como todo ello se integra en un sólo ser, en una sola energía. Los epítetos no son “caras” de las deidades, ni implican energía distintas, son más bien aspectos profundizados, elementos vistos con mayor detalle y que pueden implicar que las deidades se manifiesten de distinta manera en nosotros.

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Para trabajar con los epítetos y los nombres de las deidades me gusta iniciar con la revisión etimológica, más que por un purismo académico, porque siento que me permite comprender mejor lo que las comunidades querían decir y veían en sus deidades. Las metáforas y asociaciones se vuelven como fotogramas borrosos que me permiten acercarme a esa espiritualidad ancestral con la que busco conectar. Así, no me gusta quedarme sólo con la traducción, sino observar qué me permite ver cada una de las partes que conforman el epíteto.

También me gusta revisar el contexto en el que son mencionados, ya que ahí también podemos “recoger pistas” que nos permitan relacionarnos con la deidad. El trabajo del politeísmo a ratos es algo detectivesco, buscando pistas, tratando de ver cómo encaja una con la otra, pero lo más fascinante son las reflexiones y las enseñanzas que surgen de relacionar pista tras pista. Finalmente, me centro en la experiencia, me dirijo hacia mi altar, me pongo cómodo, pongo unas ofrendas, consagro el fuego y medito con la deidad, permitiendo que mi mente y mis sentidos viajen en las sensaciones que me produce la deidad y su epíteto. Canto su nombre, entono sus canciones (Bríocht) me permito escuchar sin pensar quién habla, si yo o la deidad, no juzgo, solo escucho, siento.

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Las palabras producen vibración y la vibración toma cuerpo, imagen en nuestras mentes. Como varias pueblos alrededor del mundo dicen en sus historias de origen, todo existió primero en pensamiento y palabra y luego vino la materialidad. Así, los epítetos dibujar imágenes, sentimientos, sensaciones, reflexiones en mi mente. Todas ellas se entretejen con mi historia, mis vivencias y sueños. Hilo a hilo, vibración imágenes y recuerdos van tejiendo entendimiento y maneras de abordar aspectos de mi vida. Es, en este tejido que adquiere valor el trabajo politeísta.

Ahora bien, de nada sirve esta reflexión si no expongo un ejemplo, pero para no hacer más extenso este artículo, quisiera dejar el hablar específicamente de cada deidad para otros artículos. Prometo empezar con Oghma, mi Altramaigh (Deidad tutelar) y seguir con otras deidades con las que suelo trabajar. Me gustaría saber más sobre sus experiencias meditando y trabajando con deidades específicas, ¿han trabajo igual con los epítetos de las deidades?¿han sentido aquella conexión del microcosmos con el macrocosmos y lo que me gusta llamar “cosmos tribal”? ¿también fue abrumador acercarse al politeísmo o es precisamente la complejidad en las deidades lo que los aleja de estas tradiciones? los, las y les invito a que charlemos un poco más sobre el asunto :)

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Dairchacht MacGrian
Laguna Serpiente

Antropólogo | Docente | Druida. Cara an Tuath Lafrion. Construyendo prácticas y ontologías mestizas.