Hasta en la aridez del desierto crece el cactus.

Muchos mensajes me dejó el desierto…

Sarman MacBua
Laguna Serpiente
Published in
14 min readSep 15, 2023

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En sí, pude llegar a pensar que vivía en un desierto árido, frío, oscuro y apartado del mundo; un desierto del que no podía identificar su inicio o su final. Simplemente me faltaba reconocer que tenía una voluntad muy grande dentro de mí, que se atrevía valientemente a sentir y atravesar cualquier tipo de experiencias de confrontación, procesos, pensamientos o sensaciones, de las que no sabía ni imaginaba de donde podían provenir, o porque estaban ahí. Habían espejismos que trazaban caminos dibujados por la imaginación. La sed por obtener más, acrecentaba un espejismo enorme llamado expectativas, aquello tan grande tal vez creado, de pronto aprendido, pero que usaba para tener, así sea, una idea del triunfo, de compañía, o simplemente la sensación de tranquilidad. Espejismo que se parecía a algo que quise creer por mí mismo, que supuestamente era algo que quería, seguramente algo que reclamaba o pensaba que me pertenecía.

“Bien se sabe que sólo podemos tener anhelos tan grandes como nuestra mente puede llegar a imaginar, quien pensaría que lo que tanto creía que perseguía era lo mismo que me alejaba de sí”.

Aquellas ilusiones constituidas por las absortas y vacías construcciones de la desdicha; arena y más arena, arena y pura arena, un desierto lleno de espejismos, el sol en sí. Nunca supe si se asomaba, al final ni siquiera me importó, pues mis ojos llegaban hasta debajo de mí, ese lugar que apenas me aseguraba creer que yo mismo existía, ese punto en donde me aferraba para llegar a la idea de mi propia legitimidad. Entre mis manos, aquella arena se derramaba hasta que simplemente quedaban solas con resequedad y polvo.

Con premura tomaba puñados, creyendo, lleno de temor, que se terminaría mi existencia, era lo poco a que aferrarme; dentro de mis manos en medio de lo desolado algo me cortó. Mi sangre derramada me halló en medio de la tormenta que aquella arena creaba tanto como una neblina. Me sacudió lo suficiente, hasta que un pequeño reflejo de luz golpeaba mi vista, lo tomé con más atención, y al girarlo encontré mi rostro envuelto en lágrimas, barbas abundantes y cabellos tan rizados como enredados, aquel aspecto descuidado de la supervivencia sin “supervivir”. Esa expresión en su mirada me tocó tan al fondo del corazón, entre pensamientos descubrí que aún sentía mi cuerpo, y que mi mano me ardía, era dolor, y por mucho que lo sintiera, ahí seguían mis células, luchando, mi cuerpo vibrando y mi sangre secando, todo ese esfuerzo, me hizo reconocer lo lindo y puro de la vida, aquello que aun siendo YO, corre con tanta fuerza por hacerme vivir, y porque si mi cuerpo mismo demostraba tanto deseo de vivir ¿Que era lo que me hacía creer que estaba muerto?

Aun tras reconocer que mi realidad estaba al otro lado del desierto, una luz seguía brillando en aquel misterioso fragmento de espejo. En medio de mi desorden, era tan posible encontrar un dragón como un pedazo de pizza, así que no perdería tiempo en un trozo de espejo, entonces, antes de disponerme a lanzarlo. Descubrí que en algún momento de mi existencia, decidí emprender un viaje, y ahí supe que no todo viaje implica espacio o tiempo, también representa existencia.

Regresé mis ojos a ese reflejo desesperado de su perdida mirada, aún sin entender qué era lo que sentía, y mucho menos qué era lo que pretendía sentir. Como saber si todo aquello que creía que sería, simplemente sería otra ilusión más de lo que es; Pero sí había algo real, el dolor de mi mano, y ya a tal punto no quedaba nada de él,

Tan corto y conciso es el dolor que nostalgia llegué a sentir, de lo preciso de su existencia. Casi parecía extrañarlo, al menos era un índice de sentir algo.

Fue cuando entonces sentí en mi corazón una presión dura y fría y sin saber demostrar la orientación de aquella sensación vacía, rasgada, jalada, como una explosión, o una implosión, todo saldría de mí, o acaso lo consumiría como un agujero, solo sé que aquello ya lo estaba sintiendo por mucho tiempo atrás, ¿qué sentido tiene?, pensé en ese momento, si el verdadero dolor es tan corto, entonces…

Photo by Marco Mons on Unsplash

¿Qué es esto que siento?

Mi respuesta, tan clara, tan inmediata y tan impactante. Con contundencia en el momento de terminar esa pregunta, respondí, aquello simplemente, se llama sufrimiento, y aunque se crean tan cercanos el dolor del sufrimiento, francamente no son ni vecinos ni primos.

El primero es circunstancial, efímero y puntual, el segundo es una representación de algo, independientemente del suceso, idea, construcción o razón, aquello no es más que una elección, y como lo es la aplicación de las leyes constitucionales, lo pagamos, así se trate de conocerla o ignorarla, simplemente lo elegimos aunque no tengamos claro de cómo y desde cuándo, y aún mas impresionante, aunque no queramos ver de frente el por qué.

Entonces… Él desierto era real, era un viaje, un viaje hacia dentro de mí, y entendí que el desierto seguiría siendo desierto sin importar como lo entendía yo, o que me agrade o que me haga llorar, no, no se transformó, ese mágico desierto era tan igual desde que estuvo en mis manos derramándose hasta el momento en que volvió a reflejarse en el diminuto espejo. Sin embargo ya no lo veía tan frío, pues hervía mi rostro con tan sólo sentir el calor que emanaba, mis manos seguían resecas y mi herida ahora tenía una costra. La realidad era la misma, pero para mí resultaba un tanto diferente, mi cabeza giraba entre aquellas respuestas que ya sabía pero que iba descubriendo a través de la balsa de mi curiosidad, navegaba entre la arena que con esfuerzo me emprendía con los remos de mi propia consciencia, no necesito ser nadie para entender más de lo que debo entender, solamente debo prestar atención y tener mi mente centrada en aquel reconocimiento, que por consecuencia terminaba siendo hacia mí mismo…

Mi auto reconocimiento

No hay que ser especial, porque lo especial parte de la idea de creer que necesitamos algo diferente, pero sólo queremos agregarle la chispa fascinante a la vida, sin embargo es justo aquella idea de lo fascinante la que nos hace creer que la vida misma es aburrida, o que nosotros lo somos, ni lo uno ni lo otro existe, la realidad es la realidad, nosotros también somos nosotros, siendo tan pertenecientes a la realidad como nosotros mismos, no dejaremos nuestra naturaleza por la idea de cambiar; simplemente lo que es en su esencia, seguirá siendo así y lo que pensamos que somos es una construcción de nosotros mismos, pero lo que construimos, por muchos esfuerzos que nos exijamos no cambiará nuestra simple naturaleza.

Tan sencilla parece aquella reflexión que no pensaríamos que se convierte en la puerta hacia eso tan fascinante que somos, aún más de lo que nunca creímos que queríamos ser. Para empezar debemos entender que aquello que pensábamos que era fascinante, viene de la idea de cumplir expectativas propias o ajenas y eso es lo más delicioso de empezar a entenderlo, porque comenzamos a desprendernos de la idea de que necesitamos cumplirle el molde a alguien, soltamos esa carga tan pesada de creer que estamos atados a pedazos de cadenas pegados a nuestro cuerpo con propósitos que ni entendíamos, ni nos hacen sentir fuerza vital.

Por otra parte, sentir que una cosa por muy pequeña que sea, si es en amor propio y auto reconocimiento llenan nuestra vida de alegría y voluntad, porque descubrimos lo sensacional que es nuestra propia individualidad, y en ello también están los deseos, pasiones y gustos; Desde tener un tatuaje, o inscribirse a un curso de baile, hasta un libro, son cosas que solamente a nosotros nos llenan de convicción porque son pasos que se dirigen hacia nosotros, aquello que somos y eso que nos rodea es nuestra propia existencia, y no necesitamos creer que la dirección que tomamos debe definir nuestra idea de éxito, pues hasta las direcciones son un concepto abstracto de la necesidad de creer que nuestro camino tiene un sentido, pero nadie nos puede asegurar si estamos en el centro, norte o sur de algún lugar en el universo, nuestro norte somos nosotros mismos, pero nuestro sur también, todo aquello hacía donde nos podemos dirigir simplemente nos acerca o nos aleja de nosotros mismos, todos los lugares son tan importantes como nosotros, pues no hay lo uno sin lo otro.

Si todos los lugares donde estamos son importantes, todo aquello que contienen también lo es, pues a falta de algo todo perdería sentido, eso me enseñó a respetar y entender que reconocerme a mí mismo también proviene de reconocer todo lo demás, ya sea que lo vemos, lo sentimos, lo sabemos, alguien más lo hizo o nada de lo anterior, pues no podemos ser sin todo lo que existe y la existencia no puede ser ella sin todo lo que representamos, solamente nosotros podemos dar tanto orden como caos a nuestra propia vida, todo aquello representa lo que percibimos de ella y de nosotros.

La gran diferencia entre lo que creemos y lo que ocurre, se encuentra en las acciones, y ellas están influenciadas por todo aquello que creemos que somos o que es la realidad, pues todo aquello que pensamos o creemos es lo que duerme o despierta potencial para crear.

Pero alejémonos del misticismo, pues crear no corresponde a sentirnos como un genio de la lámpara y sacar entre chispas todo aquello que deseamos. Crear no se aleja de ser un hecho mágico, pues en el momento en que la creatividad inicia del propio reconocimiento, nuestras manos, pies, cabeza, cuerpo entero e inspiración, pueden comenzar a hacer cosas que más que le agraden a otros o no, te llenan a ti de vigor, aquel vigor es el que verdaderamente hace que todo sea tan mágico sin caer en esa espiritualidad desesperada por hacernos creer que todo debe ser especial para ser importante, ese momento de creatividad representa la tan refrescante magia de actuar bajo nuestros propios propósitos.

Ese desierto, frío y desolado, seco y vacío, lleno de engaños y espejismos, cruel y rudo, seguía vibrando en mí, hasta llevarme a entender que también era yo, y que cada grano de arena, era un pedazo de sufrimiento que elegía vivir a diario, que los espejismos eran mis expectativas, que esa resequedad era mi sentimiento de frustración y que mis pies nunca estuvieron en la arena, solamente estaba de pie encima de mis propios ideales, aquella arena que tanto temía por perder entre mis manos era esa tristeza quemándome por dentro, haciéndome sentir tan carente de vida que la arena era lo último que me quedaba, que sin darme cuenta, a falta de sol estaba la luna, y a falta de luna nunca falto el sol, solamente unas cuantas creencias entre mis manos evitó que yo pudiera ver hacia arriba.

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Con los últimos granos de arena aún entre mis manos, y mirándolos fijamente pude regresar a ese desierto y permaneciendo en silencio los dejé caer, y ese fue mi propio obsequio, silencio que guardé con cariño para alzar mi rostro y ver el sol, y el sol se unió con mi rostro, eso no me hacía nada mágico, mi cara no cambió, mi barba no se cortó sola y ese peso de sobra que tenía no desapareció, como tampoco la tristeza, seguir sintiendo en mi corazón esa fuerza que ejercía desde algún punto y quién sabe hacia qué otro, seguía constante y vibrando, al unirme con el sol, entendí que estaba separado de mí, así como estuve creando fantasías, también había creado pesadillas.

Nadie me indicó cómo eran las emociones, si eso era tristeza, o cómo se sentiría la alegría, o si había algo que podía ser correcto, tal vez de pronto si estaba mal, resultó ser otra creencia de las muchas más que había elegido pensar, pues si había algo en mi cuerpo que podía sentir siempre era mi corazón, y mi corazón no dejaría de ser el sin importar lo que yo piense que debería de ser, el sol, era mi propio corazón, mi vigor, mi fuerza vital, vibrando intensamente dentro de mí, queriendo enseñarme sin palabras, que sólo yo le di un concepto a mi propia sensación, y no dejaría de estar por dejar de querer sentirlo, pues de no ser así, ¿Sería solo un cuerpo vacío? y fue así como convertí en una horrible pesadilla aquello que me daba el vínculo a la vida, fue entonces que me permití escuchar mi corazón, integrarlo de nuevo a todo lo que sentía y era, acogerlo y abrazarlo, hice un salto de fé, hasta sumergirme, y ese vibrante sentimiento Comenzó a recorrer todo mi cuerpo, ya no sólo estaba en todo mi pecho, sino también en mi abdomen, después en mis piernas, y por último en mi cabeza, y todo aquello que con tanta fuerza estaba contenido en un sólo punto se desató por todo mi cuerpo. Fue tanta la sorpresa de sentir, que eso a lo que le llamaba tristeza se estaba transformando en exaltación, y ese frío contundente comenzó a convertirse en placer, irónicamente un placer helado y mientras se me escapaba una lágrima, no dejaba de sentir tanta paz y felicidad, que casi me abrumaba, en mi vida no creí que fuera posible sentir algo como eso, un momento indescriptible donde ni siquiera me permitía conservar consciencia, mi mente, ya fuera de todo sentido, que, no sé si mi cuerpo dejó de ser todo, o el todo comenzó a ser mi cuerpo, ni siquiera ya necesitaba preguntas o respuestas, solamente me dejaba llevar por tan intensa sensación de frescura.

Terminé tan lleno de sorpresa, al descubrir que cada parte de mí que señalaba de melancolía, tristeza, frustración, resultaba ser mi propio vínculo a la realidad, mi potencial, Cuántas palabras que podía definir esa emoción en la que estaba sumergido, no dejaban de ser una construcción de mis propias expectativas o fantasías, y más allá de esas creencias no podían salir, siempre había escuchado o leído que uno es el que elige el sufrimiento.

Pero dentro de mi decía, ¡¡patrañas!!, esa gente que sabe, ¿Que se inventan?… hasta que vi que la misma palabra “elección” la estaba convirtiendo en una simbología. Más allá del propio significado de la misma palabra, como lo es simplemente tomar decisiones y actuar sobre ellas, y es que cuando nos encontramos frente a situaciones como esas nos convencemos de que nuestra vida sólo está influenciada por las ideas o creencias y que mágicamente al pronunciar o pensar en unas palabras diferentes y obligarnos a auto convencernos de que estamos bien, somos ricos y nos estamos reventando de risa, no las harían volverse realidad, la ley de la atracción no se legitima por sí sola, si no va acompañada de decisiones, acciones y disciplina, pues nuestras acciones son las que verdaderamente nos definen y por eso debemos volvernos conscientes de todas y cada una de ellas, desde el pensamiento, la palabra más corta hasta el mayor de nuestros esfuerzos, es ahí donde cambia nuestra realidad, en ese momento en donde por nuestra propia voluntad obedeces lo que te digan y quedarte sentado, hacer lo que los demás esperan de ti o por el contrario decidirte a comenzar a hacer las cosas que te llenan de vigor, sin importar ni pensar que tan elevado pueda ser el éxito o profundo en el fracaso, ni compararse con otras personas, que tan perfectos somos en ello, ni que tan aceptable es algo o no a nivel social o familiar, lo que define nuestro éxito es la pasión, pues es ahí donde el tiempo toma una relevancia diferente y nuestra energía deja de convertirse en un obstáculo, como la expectativa del qué tan bien o no lo hacemos, simplemente se construye con práctica y atención; la disciplina, la constancia y la paciencia construyen al maestro; también debemos comenzar a reconocer si parte o todos los conceptos que nosotros integramos en nuestra vida, los usamos correctamente o si les estamos agregando más significados del que sencillamente tienen, por ejemplo, cuando escuchamos la palabra acción, por lo menos en mí, me llevaba a pensar que necesitaba hacer de cosas perfectas y grandes obras importantes para que tuvieran un significado, cuántos conceptos mal entendidos están creando en nosotros un abrumador resultado de frustraciones y miedos.

Debemos ser atentos y contemplar nuestra existencia.

Si nos detenemos a observar, todo aquello que nos rodea, vive, y todo aquello que vive, circula, ¿Eso qué significa? Que el movimiento es vida, y el movimiento crea ciclos, espacios donde existe un inicio, se vive un proceso y se concluye en un final, cada cosa que existe cumple una función, desde el mas pequeño, hermoso y delicado pajarito, pastando, tomando semillas y limpiando los suelos, hasta el mas grande árbol que sostiene el equilibrio de nuestro entorno, nos brinda sombra, nos regala oxígeno y limpia nuestro aire. Cuántas cosas que entendemos de aquel proceso natural y muchas más que ignoramos.

Photo by Greg Rakozy on Unsplash

Nuestros pasos al propio reconocimiento involucran aquello por lo cual somos capaces, sin caer en enormes expectativas, sin pensar en que sólo queremos alcanzar un final y sin creer que debemos llegar a la altura de alguien. Entre lo más sincera y realista sea nuestra mirada, más concretas y determinantes van a ser nuestras decisiones, comenzamos a entender que todo aquello que elegimos, ya no es por nadie, sino por nosotros, que eso que implica esfuerzo no necesita ser perfecto, sino estar en movimiento, que no necesitamos aletear como gallinas en nuestro primer intento por crear maravillas, sino que tenemos una mirada al aprendizaje, por mucho que podemos ansiar el futuro, la realidad es nuestro presente y nuestro objetivo es el proceso por el que transitamos, es en ese momento en donde nuestras pequeñas pero determinantes acciones, nos van construyendo a nosotros mismos a eso que nos motiva tanto, debemos entender que aquello que perseguimos requiere de nuestro movimiento, pero también requiere del movimiento de todo lo demás, la paciencia debe ser nuestra compañera, pues por muy fuertes que sean nuestras intenciones, toma tiempo llegar al orden, que cada cosa tome su nuevo lugar, pues así como sembramos la semilla en la tierra, sus raíces deben prenderse de las profundidades, darle la fortaleza al tallo hacia lo alto de su existencia, abrirse un lugar entre los cielos para poder tener la oportunidad de darnos sus frutos, y como el árbol, nosotros mismos también debemos nutrirnos, abonar nuestra mente con conocimientos que nos dan una mirada hacia la creatividad, nuestro cuerpo que nos da la fiereza para ejecutar nuestros propósitos y él espíritu que nos brinda el equilibrio de establecernos en nuestra propia voluntad para no perder el norte. No necesitamos pensar en que nos urge un propósito para sentir que avanzamos, sólo requerimos de nuestras propias capacidades para resolver todo lo que necesitan nuestras metas, por eso es tan importante convertirnos en nuestro propio norte, sin importar cuáles sean los obstáculos, al tener el cuerpo, la mente y espíritu nutridos, tendremos el valor, las capacidades y la actitud para resolverlo, a medida que transformamos nuestros centros y objetivos, y el movimiento que creamos transforma los hábitos, comenzamos a encontrar nuestra naturaleza fortalecida y esto nos lleva a acciones más contundentes y claras.

En una conclusión amplia, la felicidad, el éxito y la realización, no están compuestos por ideologías o expectativas, no van más allá de nuestras propias manos y debemos aterrizar cada parte de nosotros y nuestras ideas.

La sociedad, las comunicaciones y las religiones han agregado tantas ideas a nuestros pensamientos, palabras y creencias, que lo único que logramos es apartarnos de lo que naturalmente son las cosas y lo que significan en verdad, todo ello nos aleja de nuestro propio reconocimiento y de todas las cosas, por lo tanto dejamos las cosas a un lado sólo por el hecho de pensar en que son tan complicadas que ni vale la pena intentarlo.

Nuestras pequeñas acciones, son como granos de arena, y debemos reunir las suficientes para tomar entre nuestras manos realmente lo que somos y lo que nos proponemos; cada grano de arena real que vayas sumando en tus manos, será como un grano de oro, un grano de ti mismo, que forma parte de eso tan valioso que tienes de ti, son tus granos de oro los que te lleva con fuerza a crear más, inspirarte, enorgullecerte y a reconocerte profundamente, y recuerda que somos nuestro propio desierto, y podemos ser un oasis o un árido espacio vacío, el espejo es un producto que crean al quemar la arena, así que con el fuego de tu inspiración puedes encontrarte a ti mismo, no olvides mirar hacia arriba, el sol siempre estará en nuestro rostro y la luna en nuestra mente.

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