La sombra del sectarismo en el druidismo contemporáneo

En un mundo donde la identidad grupal a menudo supera la importancia de los principios fundamentales y el propósito compartido, las divisiones dentro del druidismo adquieren una resonancia especial que me perturba.

DvbhDair
Laguna Serpiente
Published in
8 min readJan 31, 2024

--

En lugar de ser un refugio donde la unidad debería prevalecer, algunas órdenes druídicas en su afán de diferenciarse caen presa de un sectarismo que podría poner en peligro el tejido mismo de la práctica espiritual que buscan preservar o reconstruir.

¿Cómo pueden aquellos que comparten un llamado como druidas caer presa de divisiones tan contraproducentes? Es esencial recordar que la fuerza del druidismo radica en su diversidad. La multiplicidad de enfoques dentro de las distintas órdenes debería ser celebrada como una riqueza que enriquece la tradición celta. Sin embargo, cuando estas diferencias se magnifican y se convierten en divisiones insalvables, se corre el riesgo de perder de vista la esencia misma de lo que significa ser druida. En mi tribu, por ejemplo, tenemos claro que dentro de la amplia tradición celta hay cabida para prácticas y acercamientos diversos y esto es importante reconocerlo porque el druidismo no es solo uno y la espiritualidad — fuera de los que lo consideran negocio — es un proceso interno personal de instropección, autoconocimiento y autoconfrontación, obviamente siempre y cuando se mantenga en una lógica razonable en cuanto a las bases sólidas que el druidismo enseña y posee.

Lamentablemente he sido testigo de un fenómeno que de manera no tan inesperada, erosiona los cimientos de esta tradición: el surgimiento de tensiones entre diversos colectivos “druídicos” y la cacería mediática de aquellos que no participan de las mismas pero que siguen el druidismo por su propia cuenta. En distintas partes del mundo han surgido diversas ‘órdenes druídicas’, cada una con enfoques y filosofías ligeramente distintas que en lugar de celebrar esta diversidad, han adoptado por posturas sectarias que generan tensiones y divisiones en la comunidad de druidas de todo el planeta, principalmente entre Europa y América, lo que me ha llevado a mantenerme al margen al momento de relacionarme con ellos.

En los círculos hispanohablantes de Facebook, por mencionar un ejemplo destacado, parece imperar una atención desmedida en torno a quién ostenta el derecho de autodenominarse druida.

El criterio para tal determinación a menudo se reduce al uso del “registro público” o la obtención de la “personería jurídica”, dependiendo de la terminología específica en cada país para referirse al reconocimiento estatal de una religión. Este proceso, lejos de ser una mera formalidad, se ha convertido en una suerte de “caza de brujas” virtual, donde aquellos que no han obtenido este sello de aprobación son segregados y marginados en las redes sociales.

Recuerdo claramente una ocasión en la que una Séanoir de un colectivo español se puso en contacto conmigo hace varios años a través de mis redes sociales. Su único propósito era “validar” mi linaje druídico ya que no tenía conocimiento de ningún grupo en Colombia. Esta interacción estuvo impregnada de una magnificencia druídica que en lugar de fomentar un intercambio respetuoso asumía una postura de superioridad. La Séanoir, con una exigencia desproporcionada, parecía considerar que le debía una explicación detallada sobre mi linaje, como si mi conexión con la tradición druídica estuviera sujeta a su aprobación personal.

Este enfoque restrictivo y excluyente, centrado en formalidades legales más que en la esencia espiritual, subvierte la esencia misma del druidismo. La verdadera riqueza de esta tradición no radica en la posesión de un sello burocrático. La “caza de brujas” virtual basada en criterios legales en lugar de la exploración filosófica y espiritual, parece desvirtuar la esencia misma del druidismo convirtiéndolo en un campo de batalla superficial.

El sectarismo como obstáculo

Según la definición de la Real Academia Española, el sectarismo es “fanatismo e intransigencia en la defensa de una idea o una ideología”, por ello es imperativo reconocer que el sectarismo, en este contexto, no es un mero accidente, sino un reflejo de unas dinámicas más amplias y complejas en juego en la sociedad occidental.

Las disparidades en interpretaciones de textos antiguos, el uso de conceptos y palabras específicas, el modo en que se desarrollan las prácticas rituales, o incluso la adopción de elementos contemporáneos — hay ‘druidas’ que ni siquiera conocen el concepto de Catma y caen en un dogmatismo arrogante e inescrupuloso — han llevado a fricciones entre distintas órdenes druídicas. Esto ha generado conflictos, competencia y a menudo, una falta de colaboración constructiva entre estas comunidades.

El sectarismo dentro del druidismo no solo divide a las órdenes, groves, nemeta, túatha, como ha sucedido con otras religiones, sino que también afecta a la comunidad más amplia de practicantes o de personas que hasta ahora se están acercando a la tradición dado que: limita el intercambio de conocimientos, la creación de redes y la posibilidad de unificar esfuerzos en proyectos de conservación medioambiental, educación o espiritualidad compartida.

¿Podría el sectarismo imperante en el druidismo ser un eco de las prácticas perniciosas heredadas de las religiones más ampliamente difundidas, como el cristianismo? Esta pregunta que frecuentemente se agita en mi reflexión no permite afirmaciones categóricas, pero los indicios observados sugieren una vinculación intrigante. Es plausible considerar que existe una relación entre cómo las religiones mayoritarias, principalmente las monoteístas, han evolucionado a lo largo de la historia y la manifestación contemporánea del sectarismo en el druidismo.

Al explorar esta conexión, resulta crucial desentrañar la forma en que las religiones dominantes, a menudo de naturaleza monoteísta, han forjado su camino a través de la historia. Estas tradiciones religiosas, al encontrarse con otras creencias y filosofías, han demostrado históricamente una tendencia a establecer medidas encaminadas hacia la imposición y la hegemonía. La relación con las creencias divergentes ha sido marcada por episodios de intolerancia, persecución y, en algunos casos, la anulación completa de otras expresiones espirituales.

La pregunta que surge es si estas prácticas coercitivas y excluyentes han dejado una impronta en la psique colectiva, incluso permeando las comunidades espirituales más eclécticas y abiertas, como el druidismo. La tendencia a establecer límites rígidos en la definición de la ortodoxia y a excluir a quienes no se adhieren a una interpretación específica podría ser interpretada como una reverberación de las estrategias empleadas por las religiones dominantes en el pasado.

La historia nos enseña que las religiones monoteístas, al expandirse y consolidarse, han buscado afirmar su supremacía, a menudo desplazando o erradicando sistemas de creencias alternativos. Esta dinámica ha llevado a la creación de jerarquías religiosas, la formulación de dogmas inflexibles y, en última instancia, a la exclusión de aquellos que no se sometían a la doctrina oficial.

Al considerar la posibilidad de que estas dinámicas históricas hayan dejado una marca en la forma en que las comunidades druídicas se relacionan entre sí, se abre la puerta a una reflexión sobre cómo las estructuras de poder y la intolerancia religiosa han influido en la evolución del druidismo moderno. Aunque no se puede establecer una correlación directa sin más evidencia, esta línea de indagación proporciona un terreno fértil para la exploración filosófica y la comprensión más profunda de las dinámicas espirituales contemporáneas.

Desenmascarando a los falsos druidas

Hay una proliferación de lo que se conoce como “depredadores de tradiciones”, término acuñado por Alana Dulac para denunciar a esos individuos que lejos de abrazar la autenticidad del druidismo, manipulan y usurpan los principios fundamentales de esta tradición para satisfacer sus propios intereses personales.

Casos como el de Rafael Severino, originario de Panamá, que ha sido señalado de plagiar contenidos de diversas órdenes y grupos druídicos que presenta como obra propia; o la autodenominada “Hada celta” al autoproclamarse “máxima autoridad de las deidades de los druidas” de toda Europa e impartir cursos bastante cuestionables, son casos concretos con los que estoy de acuerdo que deben darse a conocer porque se tratan de personajes nefastos que únicamente propagan desinformación con el firme propósito de centrar atención sobre ellos.

Este fenómeno alarmante de los “depredadores de tradiciones” plantea la necesidad de implementar estrategias decididamente contundentes, aunque personalmente abogo por enfoques que se fundamenten más en el diálogo y el razonamiento sólido que en el despliegue ostentoso de títulos y amenazas legales. La preferencia por la confrontación intelectual sobre métodos más infantiles, como la intimidación legal, se erige como una postura más madura y respetuosa.

En el meollo de esta problemática, emerge una cuestión profunda sobre la esencia del druidismo cuando se lo separa del contexto religioso o espiritual y se inserta en el ámbito social. La interrogante central radica en cómo alguien puede autodenominarse un druida genuino sin respaldo alguno por parte de una comunidad druídica. La noción de autenticidad en el druidismo cuando se desprende de las estructuras religiosas tradicionales adquiere una complejidad que va más allá de meras etiquetas o autoproclamaciones.

Explorar la autenticidad druídica sin la validación de un colectivo druídico plantea una serie de dilemas y desafíos. ¿Puede alguien ser considerado un verdadero druida basándose únicamente en su propia interpretación y práctica individual? ¿O es esencial el respaldo y reconocimiento de una comunidad druídica para conferir autenticidad a estas afirmaciones? La respuesta a estas preguntas no solo afecta la integridad del druidismo como tradición, sino que también incide en cómo esta práctica ancestral se integra en el tejido social contemporáneo.

La apertura a un debate reflexivo permite explorar estas cuestiones más profundamente. Invita a examinar la conexión intrínseca entre la autenticidad druídica y la participación activa en comunidades específicas. Este enfoque fomenta la construcción de puentes y la comprensión mutua, creando un espacio para la evolución y adaptación del druidismo en una sociedad en constante cambio.

Reflexiones finales

En la actualidad, el druidismo moderno se despliega en un fascinante abanico de prácticas que van desde las más arraigadas en la tradición hasta enfoques más eclécticos y personales. En este contexto de diversidad es imperativo abordar las divisiones existentes con una mentalidad de apertura, respeto y cooperación. En lugar de convertirse en fuentes de conflicto, estas diferencias deben considerarse oportunidades para un diálogo enriquecedor y la exploración de la riqueza de perspectivas dentro del druidismo.

La promoción de una mentalidad de “unidad en la diversidad” no solo puede reconciliar estas variaciones, sino que también tiene el potencial de revitalizar el espíritu druídico. La colaboración entre colectivos, la celebración conjunta de festivales y rituales, así como la creación de plataformas para el intercambio de conocimientos y experiencias, emergen como poderosos medios para tejer lazos más fuertes y fomentar una comunidad druídica más cohesionada.

Al adoptar esta visión inclusiva, podemos cultivar un druidismo que no solo abarque su rica herencia ancestral, sino que también se proyecte hacia el futuro como una tradición viva y dinámica. En última instancia, al unirnos en la diversidad, fortalecemos la base sobre la cual florece la esencia del druidismo, enriqueciendo nuestras vidas individuales y la comunidad druídica en su conjunto.

--

--

DvbhDair
Laguna Serpiente

Druida, Artista e ilustrador. Ardmháistir de LAFRION