14 “time travel romances”, o amores fuera de tiempo
A nada que cometan el error de hacerme un poco de caso ya sabrán de mi obsesión con el tiempo. Como concepto abstracto, materia manipulable en la ficción y espacio en el que nos toca vivir o del que estamos hechos. De ahí, como es lógico, surge una adicción compulsiva por los relatos de viajes en el tiempo, por sus triquiñuelas lógicas y sus poliedros metafísicos. Si a eso le suman mi querencia absoluta por las buenas historias de amor (y, muchas veces, hasta por las malas), no es difícil entender mi devoción por el sub-subgénero que podríamos llamar time travel romance, que se explica por sí solito. Para que se unan a este club que a lo mejor ni siquiera sabían que existía, les he seleccionado 14 historiazas de quererse que no tienen horario ni fecha en el calendario. Porque sólo hay tres temas importantes en este mundo: el amor, el tiempo y las moscas, y de las últimas ya se encargó Monterroso.
· ‘The Time Traveler’s Wife’ (‘La mujer del viajero en el tiempo’). El máximo exponente de la categoría, la oba que mejor encarna sus tics y sus virtudes. Esta novela de Audrey Niffeneger me cautivó hace más de una década y todavía vuelvo a ella de vez en cuando. La parte de time travel es razonada, compleja y muy triste, la parte de romance es de las que se clavan y hacen daño. La comparaba su autora con la relación entre un marinero y la esposa que se queda esperando, aunque habría que añadir que aquí el marinero zarpa sin aviso y sin destino. Es una bellísima historia de amor y no sólo de enamoramiento: cubre toda la historia de la pareja y utiliza el componente fantástico para llevar la idea de una vida juntos hasta sus últimas consecuencias. No puedo exagerarles mi amor por este libro. Su adaptación a cine, por otra parte, se limita a ser correcta, con un menospreciado Eric Bana y la pavisosa Rachel McAdams.
· ‘The Terminator’. Que sí, que no sólo es una maravillosa película de terror, también tiene un romance trágico y creíble. Los viajes en el tiempo sirven muchas veces para añadir drama a las relaciones (¿qué distancia hay más insalvable que la de pertenecer a diferentes épocas?), y ¿qué mayor drama hay que vivir a lados diferentes de un apocalipsis?
· ‘Donnie Darko’. Una película ambigua, poética, en la que es mejor huir de explicaciones y compartir saberes con su desorientado protagonista (vamos, que huyan de la versión del director), a quien se le escapan las anomalías temporales en las que vive atrapado, las trampas del primer amor y los entresijos de la realidad misma. El romance entre Donnie y Gretchen Ross es todo lo tierno, sincero y arrogante que son los despertares amorosos y culmina en uno de los finales más emotivos que se recuerdan.
· ‘About Time’ (‘Una cuestión de tiempo’). Richard Curtis, la mano detrás de ‘Love Actually’ y de la muy reseñable ‘The Boat That Rocked’, usa aquí el time travel para darle chispilla a un romance ramploncete con, otra vez, la pavisosa Rachel McAdams. El concepto se explota poco y se pierde entre frases de muro de Facebook (“hay una canción de Baz Luhrmann”, empieza el prota, desinformado y bochornoso), aunque el time travel brilla en la subtrama de la relación paternofilial, una de las mejores del cine reciente.
· ‘Bid Time Return’ (más tarde reeditado como ‘Somewhere in Time’, ‘En algún lugar del tiempo’, a raíz de la adaptación a cine). Miren, Richard Matheson es una de las piezas claves de mi formación narrativa y emocional y este libro es uno de los puntales de su obra. Un guionista en horas bajas se refugia en un hotel, se enamora de un retrato antiguo y acaba viajando al pasado para conocer (y cortejar) a la moza retratada. Tierna, inteligente y sin un ápice de cinismo, esta novela es, junto a ‘The Time Traveler’s Wife’, la madrina del tropo. La adaptación cinematográfica con Christopher Reeve y Jane Seymour ha envejecido pero mantiene su fuerza.
· ‘The Constant’ (‘La constante’), o el mejor capítulo de ‘Lost’, uno en que la serie consiguió sacar provecho a sus eternas promesas y trascender su propia propuesta. Vale que ‘Perdidos’ ha quedado como una reliquia y un exponente de la serialidad tramposa, pero la historia de Desmond navegando el tiempo en busca de su Penelope (no eran muy sutiles con las referencias) merece ser recordada, aplaudida y hasta llorada.
· ‘The Fountain’ (‘La fuente de la vida’). De nuevo, una de mis historias favoritas, aunque defenderla quede de modernillo y atacarla dé pedigrí en ciertos círculos del morro fino. A mí la historia del astronauta Tom, el último hombre, viajando hacia una estrella moribunda para resucitar a su amada, me conmueve hasta dejarme sin habla. Bravo por esos tres tiempos cruzados, esas tres vidas repetidas con ecos poéticos, ese amor transparente construido a base de cuidar del otro. ¿No es acaso la aspiración de toda pareja bienamante aquello de “together we will live forever”?
Tres canciones, 268. La elección de V
CLINT MANSELL — TOGETHER WE WILL LIVE FOREVER
Después de pasar toda la cinta con un score tenso y con pulso fuerte y constante, Mansell nos da un colchón para los créditos que es una lección de narrativa y de emotividad. Así suena, en mi cabeza, un amor ideal, reposado y asentado, así suenan los lugares más allá del tiempo. No viviremos para siempre pero esto es lo más que nos acercaremos, y ya vale de algo.
· ‘Lola Rennt’ (‘Corre, Lola, corre’). Lola quiere tanto a Manni que correrá contrarreloj para conseguir, en menos de veinte minutos, la pasta que le salvará la vida, y si no le sale a la primera rebobinará el tiempo para intentarlo una y otra vez. La Fuerza del Amor (TM) puede con todo, hasta con el sentido de las agujas del reloj. La peli parece muy punkie y underground toda ella, pero me dirán que no es bonito.
· ‘Groundhog Day’ (‘Atrapado en el tiempo’, pero vamos, ¿alguien la llama así?). Otra de mis pelis favoritas, y van. Bill Murray es la presencia cinematográfica suprema y esta cinta explota sus talentos encerrándolo en un eterno retorno literal. Una densidad metafísica muy alta que sólo se podía conseguir con la forma más refinada de discurso, la comedia. Es verdad que el romance en sí es la parte más flojita del conjunto, por culpa de la blandurria Andy McDowell y de su personaje de tía perfecta, impecable y sin aristas (¿alguien se puede enamorar de una tipa así?), pero Murray consigue salvarlo porque él puede con todo. Me gusta también la idea del final, sorprendentemente vago: el amor es lo único que puede sacarnos de los círculos sobre nosotros mismos a los que a veces nos entregamos.
· ‘The Late Philip J. Fry’, en ‘Futurama’. Miren, si hablamos de ciencia ficción de concepto, de la de darle a la sesera y jugar con ideas duras y lógicas narrativas, siempre hay que ir a parar a ‘Futurama’. La serie de Groening es una de las cimas de la cultura contemporánea (fíjense en que no me ha hecho falta añadir “pop”) y este capítulo demuestra bien el porqué: cuando el profesor Farnsworth inventa una máquina del tiempo que sólo puede ir hacia adelante, Fry la usa y llega tarde a su cita con Leela. De ahí a un viaje por el universo tan macroscópico como ‘La guía del autoestopista galáctico’ y con un final tan tierno y honesto como la mejor de las historias de esta lista.
· ‘Midnight in Paris’. Woody Allen dejó de mirarse el ombligo (un poco) para hacer una de sus últimas películas destacables. Aquí el amor por una persona es metonimia del amor por el pasado y a partir de él se da una lectura realista y relativa de la nostalgia. Hay swing, algún golpe de efecto obvio pero resultón (Hemmingway, Dalí) y hasta algún chascarrillo que nos recuerda que Allen antes hacía bien las comedias. Por suerte, no se quema la peor bala del time travel romance: la de las diferentes épocas como excusa para el choque de culturas. Venga, Woody, te la compro. (Fun fact: aquí también sale la pavisosa Rachel McAdams, y van tres time travel romances. En ninguno de los tres es ella la que viaja en el tiempo.)
· ‘Tres minutos’. Una peliculita argentina menor que le saca bastante brillo a una idea mínima: la de dos amantes atrapados en un tiempo congelado. Dos personas que se obligan a vivir a toda velocidad prueban nosequé experimental para ralentizar el tiempo y acaban dilatando tres minutos hasta convertirlos en décadas. En esa suerte de oasis (o de limbo) temporal, no les quedará otra que quererse. La vimos en Sitges hace ya unos años y salimos bastante contentos.
· ‘Voices of a Distant Star’, o ‘Hoshi no Koe’. Ya he declarado alguna vez mi admiración por el cine de Makoto Shinkai, nuevo figurón de la animación japonesa que se define por combinar con soltura intimismo y ciencia ficción y por ser cursi y relamido sin perder emoción (más bien al revés). En su primer corto, ‘Hoshi no Koe’, remite a la ‘Forever War’ de Haldeman y a un uso de la relatividad del tiempo como fuente de drama que se adelantó 13 años a ‘Interstellar’. Ella, Mikako, es enviada a luchar en galaxias lejanas, él, Noburu, se queda estudiando en la Tierra. Los mensajes que se envían por móvil (toma cobertura) tardan cada vez más en llegar a nuestro planeta, hasta que al final entre cada intercambio median ocho años. La obra magna de Shinkai, ‘A 5 centímetros por segundo’, recuperaría el tiempo y el espacio como altavoces del romance imposible de forma mucho más abstracta y simbólica y, por tanto, más estimulante. Ya les he dicho que la cursilería anime no me molesta en absoluto.
· ‘Toki wo Kakeru Shôjo’ (‘La chica que saltaba a través del tiempo’). Acaso la única peli de Hosoda (‘Summer Wars’, ‘Wolf Children’) que puedo ver sin molestarme, aunque al final la cosa desbarra. Hay mucho de ese ritmo reposado y agradable de la animación japonesa más cercana a Ghibli, con mucho costumbrismo y familiaridad, y la protagonista es creíble y adorable. Contemplativa y ligera a un mismo tiempo, esquemática y compleja, catalítica y nuclear, ‘La chica que saltaba a través del tiempo’ es una obra madura con aspecto de nadería animada. Sin ser perfecta, es un time travel romance con buen time travel y buen romance, y ya han visto que con eso me basta.
(Y si el concepto les atrae, pueden acercarse a cosas como ‘The Butterfly Effect’, pueril y tramposa pero con buenos mimbres, a las dos versiones de ‘La casa del lago’ -la coreana para bien, la americana por pura anécdota apática-, a ‘Source Code’ o mejor, a ‘Live. Die. Repeat: Edge of Tomorrow’, ambas con vueltas a ‘Groundhog’ con acción y misión videojueguil, la segunda además con un romance socarrón, que le da la vuelta a los roles de género y además se lo pasa bomba, a la última versión de ‘La máquina del tiempo’, que es más bien plana pero usa bien lo del romance o a ‘Predestination’, tan compleja que escapaba un poco a los límites de este artículo. Y si juegan, pueden darle a ‘Save the Date’, una cosa bien bonita y metatextual. Destinos a los que viajar no les van a faltar, tampoco historias de las que enamorarse.)