La tiranía naïf de Mr. Wonderful

La Inercia Micronación
La Inercia
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3 min readDec 1, 2015

Lacan decía en el Seminario V Las formaciones del inconsciente (1957–1958) que lo importante no es la inteligencia sino la inteligencia de qué, el pensamiento, es decir, el relato sobre lo que falta. Para pensar es necesario que algo se sienta como una falta y que en ese sentir se despliegue una incógnita y su consecuente deseo de saber. El miedo a saber y la pasión por la ignorancia hoy son los puntales del éxito de la marca Mr. Wonderful. Ésta es una marca “para gente molona” que imprime eslóganes en objetos cotidianos. Estos eslóganes se proponen como consejos y pautas para tener buenos días («pasea después de trabajar, sé amable, da las gracias y sonríe», «melenas al viento y a vivir el momento») y animan a la completud y al éxito («hoy voy a darlo todo»). También cobijan la ideología neoliberalista de la felicidad (hay kits «para ser feliz como una perdiz») en un mundo donde todo es posible («como no sabía que era imposible lo hizo»). Este optimismo de estética naïf y aniñada huye de ese objeto a que impregna el arte. Funciona como una de tantas habladurías que nos distraen de nuestra fragilidad, de nuestra falta de fundamento. Pero el interés no sólo está en percatarse de lo ideológico de sus eslóganes en tiempos de crisis sino también en dónde esos eslóganes se escriben: marcos y vinilos para paredes, cojines de cama, tazas de desayuno, chocolates e imanes de nevera. Estas frases se escriben en aquellos objetos que nos rodean y endulzan nuestro despertar precisamente para invitarnos a seguir durmiendo: lo maravilloso de Mr. Wonderful está, por tanto, en el lado opuesto de lo maravilloso que hay tras el espejo de Alicia.

mrwonderfulmagritte

Las nubes de Mr. Wonderful (www.mrwonderfulshop.es) nos invitan nada más despertar a seguir durmiendo. Las nubes de Magritte (Il telescopio, 1963) son trampas que nos despiertan en un mundo inconsistente.

Las frases también están enmarcadas en agendas, mapas y calendarios; es decir, en objetos para planificar, para orientarse y contar el paso del tiempo. De este modo el decir light de Mr. Wonderful evita el riesgo y la gravedad del saber, pues «todo lo grave da que pensar», como anota Heidegger en ¿Qué significa pensar? (1951–1952). Y, sobre todo, busca instalar la subjetividad en el confort haciéndonos sentir en casa. Mr. Wonderful trata de evitar así la angustia, ese no-estar-en-casa tal y como la define Heidegger en Ser y tiempo (1927), o ese afecto siniestro radical que nos despierta como se ve en la clínica psicoanalítica. El éxito de Mr. Wonderful es casi equiparable a la importancia que tiene el refranero popular para la psicosis, da al sujeto contemporáneo frases aparentemente incontestables (por su supuesta bondad) y, así, construye un sentido común que le da al sujeto un bastón para transitar el mundo. Si «la angustia es el retrato que domina el recibidor de nuestro ser, de nuestro estar-ahí» (Rodríguez Serrano, Arquitecturas de la angustia: 2015) Mr. Wonderful coloca un velo lo más opaco posible para tapar ese incómodo y doloroso retrato de la falta en ser que se experimenta en el habitar. Este es el modo que tiene la marca comercial de ayudarnos a ignorar (no sublimar, sino ignorar) nuestra fisura. La trampa está clara: si un sujeto no se siente dividido o mínimamente problematizado en su estar-ahí, no podrá ponerse a pensar la realidad que sueña ni los sueños que vive.

Shaila

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