Mwepu Ilunga, el futbolista de Zaire que nos hizo reír (y llorar)
Poco a poco se ha ido mitificando a la esperpéntica (aunque carismática) selección de Zaire que compitió con más pena que gloria en el Mundial de Alemania de 1974. Hace unos años estuve buscando información en Internet sobre su participación y apenas encontré nada reseñable. Actualmente tienen hasta una entrada en la Wikipedia. No es para menos. Zaire perdió los tres partidos que disputó con un balance global de -14 (no metieron ningún gol y encajaron 14). El partido en el que perdieron por 9–0 contra Yugoslavia es además la segunda peor goleada de la historia de los mundiales (después del Hungría 10 — El Salvador 1 del Mundial de España en 1982). Pero más allá de los fríos números, aquel equipo de Zaire pasó a la historia por el carisma que desprendían sus jugadores y cuerpo técnico (la cara del entrenador yugoslavo Blagoje Vidinic cuando encajaban un gol era tan digna de estudio como su chándal verde), así como por algunas acciones difíciles de ver en un terreno de juego.
Yo descubrí a la selección de Zaire gracias a ‘Tuercebotas’ (de la que ya hablamos aquí), una de aquellas cintas de vídeo en VHS de los años noventa cuyo origen es hoy en día imposible de averiguar. ‘Tuercebotas’ era un repaso cómico a la historia de los mundiales, con todo lo que ello conlleva: pifias inimaginables, anécdotas descacharrantes, jugadores con un punto de locura (pienso por ejemplo en los porteros René Higuita o Ramón ‘el loco’ Quiroga), etc. Como el ávido lector podrá imaginar, la selección de Zaire (país, por cierto, que desde el año 1997 se denomina República Democrática del Congo) era una de las grandes protagonistas de la película.
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Mwepu Ilunga también hizo historia en los mundiales[/caption]
Y es que todo lo relacionado con aquel equipo era para echarse a reír. Viendo los resúmenes, era obvio que su nivel táctico era insuficiente para disputar una competición internacional. Los jugadores le echaban muchas ganas; su calidad, en cambio, era limitada. De ahí la falta de goles. Y de ahí también algunas locuras, como que el entrenador decidiera sustituir a su portero titular y teóricamente estrella del equipo, Mwamba Kazadi, cuando a los 20 minutos de juego los yugoslavos ya le habían clavado tres. En su lugar entró el suplente, Tubilandu Ndimbi, que al poco de ponerse bajo los palos tocó su primer balón: lo recogió del fondo de las mallas. Recuerdo que Raúl y yo mitificamos al pobre Tubilandu, que acabó encajando seis goles en el rato que jugó. Otra acción mítica que nos proporcionó ingentes carcajadas era la de un defensor que se dejaba la vida para evitar un tanto mediante una chilena violenta y exageradísima, con el pequeño problema de que la pelota había traspasado la línea de gol. Tanta potencia desperdiciada para nada.
Pero si hay una acción por la que se recordará a este equipo es la protagonizada por Mwepu Ilunga. En el partido contra Brasil (el cual, por cierto, tan solo perdieron por 3–0) se produce una falta cercana al área y se pone en marcha la rutina habitual. Los zaireños construyen su barrera mientras que el brasileño Rivelino (un especialista en la noble materia de la ejecución de faltas) barrunta dónde iba a colocar el esférico. El árbitro pita y de repente el caos: cuando Rivelino todavía no se había ni movido, Mwepu Ilunga sale de la barrera a toda velocidad y patea el balón enviándolo al otro extremo del estadio (lo podéis ver aquí). Tanto los brasileños como sus compañeros de equipo no acababan de entender qué había pasado. El público estaba conmocionado, pero pronto empezó a reír por la ocurrencia del zaguero africano. Aquellos que vimos ‘Tuercebotas’ tampoco pudimos reprimir las carcajadas, y se nos grabó en la cabeza el apunte con sorna del narrador exculpando al jugador: “El defensa no pudo reprimir la tensión del momento…”. Mwepu Ilunga, sin pretenderlo, se había convertido en el bufón de los mundiales.
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Ojo que en Taringa he encontrado el nombre de los jugadores. Arriba (de izquierda a derecha): Tubilandu, Mwepu, Lobilo, Kibonge, Ngote, Tshimemu Bwanga, Mavuba, Mukombo, Kazadi; Abajo: M´Bungu, Kembo Kembo, Mana, Kidumu, N´Daye, Mayanga y Kakoko[/caption]
Aquella jugada dio mucho que hablar. La prensa internacional convino (y aquí se puede detectar una clara superioridad moral y algunas gotas de racismo) que los jugadores del equipo africano no se sabían el reglamento. Un grave error, teniendo en cuenta que habían sido los europeos los que habían importado el fútbol a Zaire cuando el país era una colonia belga. Y es que había algo más: una intrahistoria que convertía este sainete en un auténtico drama.
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Mwepu Ilunga, convertido en un icono pop[/caption]
Paradojas de la vida, el narrador de ‘Tuercebotas’ no iba nada desencaminado. Sí, Mwepu Ilunga salió de la barrera y reventó el balón con un certero puntapié porque estaba preso de los nervios y la tensión. Pero no por jugar contra Brasil o porque no estuviera preparado anímicamente para envites de este calibre. La verdadera razón era la delicada situación que vivía la plantilla de Zaire, cuyo sueño se había convertido (y perdón por el topicazo) en una pesadilla. El país centroafricano estaba bajo el control del dictador Mobutu Sese Seko, un tirano bastardo que se dedicó a ‘gobernar’ mientras iba llenando sus bolsillos (cuando murió, su fortuna personal ascendía a 4.000 millones de dólares, mientras que la deuda del estado sobrepasaba los 13.0000 millones).
A Mobutu no le hizo nada de gracia que sus pupilos encajaran nueve goles de los yugoslavos. Después del partido, les comunicó que había decidido retirarles todas las primas prometidas por haberse clasificado para el Mundial (terrenos, una casa y la posibilidad de abandonar el país si conseguían un contrato por un club extranjero). Y así fue: ningún miembro de la plantilla, que fue considerada heroica en su momento, recibió nada pese a la hazaña lograda antes del Mundial. Eso, para empezar. De postre, el dictador les dio a entender que su país no podía permitirse sufrir otro ridículo ante Brasil como el que habían vivido contra los yugoslavos. Muchos años después, ya con Mobutu muerto, algunos de los jugadores reconocieron que el dirigente les había amenazado tanto a ellos como a sus familias. Afortunadamente, el 3–0 contra Brasil no fue considerado como una humillación, por lo que la plantilla de Zaire se quedó sin casa, sin tierras y sin contratos, pero al menos pudieron seguir con sus vidas.
Mwepu Ilunga no cometió esa locura por desconocimiento. Lo hizo, según reconoció él mismo en el año 2010 (aunque por desgracia muchos medios lo rehúyan, de ahí que haya querido escribir sobre ello) porque quería llamar la atención al mundo, porque esa cómica jugada era su forma de expresar que mientras los europeos se mofaban de los pobres zaireños, ellos estaban inmersos en una dictadura y jugaban amenazados. El puntapié de Mwepu no impactó contra la pelota, sino contra la cabeza de Mobutu. Y no era un lance del juego, sino un mensaje que no supimos codificar. Pensamos que era para reír, pero en realidad aquella jugada era para llorar.
El pasado 8 de mayo, a los 66 años, Mwepu Ilunga murió en Kinshasa, después de una larga enfermedad. Su historia y su jugada, en cambio, vivirán para siempre.
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