Tres canciones, 108: C/ Cristo de la Repolla
“El Pura Raza Española ‘Ungido IV’ ha muerto en Mallorca a los 21 años. Este soberbio ejemplar español, criado por la prestigiosa ganadería sevillana de Miguel Ángel Cárdenas era hijo de ‘Gastador VIII’ y de ‘Lobata II’. El palmarés de ‘Ungido IV’ era fabulosamente incuestionable: campeón de España en 1995, tres veces campeón de Andalucía y Campeón de Campeones. Este ejemplar tordo de gran belleza se convirtió en una de las líneas más influyentes de la raza en las Islas Baleares. Deja 143 hijos. Hijo y nieto de campeones, era el estandarte de la raza y la nobleza del caballo español”.
Extraído de la página de obituarios de la revista ‘Trofeo Caballo’
La elección de V the Wanderer
RICHARD ASHCROFT — A SONG FOR THE LOVERS
Andaba aquí el compadre Ashcroft hasta la quijada de ‘Bittersweet Symphony’ y se dio el piro para coger aire. Fuera encasillamiento, fuera onehits, pero no… La aventura en solitario le salió igual que con la banda: bombazo ubicuo que le sabría tararear cualquier escuchante de m80. The Verve y Ashcroft tienen su grapat de temas chulos, pero sí usted o yo les conocemos es por estos dos himnos quemados y desangrados. Sus buenos dividendos darán, así que no me dramaticen.
A mí me parece un buen tema para el mujereo, para ir camino de una cita que promete, para esos amores recién nacidos e intercambiables que se pueden llenar de futuro sin precio alguno. Para ir por la calle con el mp3 soltando en nuestras orejas esta mezcla de optimismo, épica desaforada y melancolía, mientras uno piensa que va a pillar y no se acuerda de la última ruptura o la última traición. Una canción para los amantes que en realidad encierra la soledad de un cuarto vacío o de un montón de promesas que nunca se cumplirán.
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La elección de Raúl
BELLE AND SEBASTIAN — STAY LOOSE
El Tres Canciones vive como agarrado al cerebelo toda la semana, como agarrotándose, muy arácnidas ellas, en las entrañas de la glándula pineal. Le da vueltas uno en el café del lunes por la mañana, en el enésimo viaje en bus, mientras veo los Manolos en Cuatro o en el trifásico de los miércoles a media tarde. A veces pienso que es lo más serio, lo más solemne que hago en toda la semana; y a años luz de lo demás, nimiedades, vana rutina. Mi ratito de Tres Canciones los jueves por la noche, en un ritual sagrado y de ademanes nobles, y que arda Constantinopla si hace falta. La cosa es ésta: que no puedo dejar de pensar en ti, Tres Canciones, convertido la mayor parte de las veces en esta suerte de arqueología, de rescate actualizador de lo que escuchábamos hace no tanto tiempo.
Desempolvamos de un soplido nuestro disco duro externo y entre esas ranuras, con la presión diaria de saber que me la juego, he encontrado esta semana un discazo, ‘Dear Catastrophe Waitress’, lo único que conozco de estos indies de Glasgow, modernillos, literarios y multitudinarios (parecen la Kelly Family: son siete y a veces van de gira con un quinteto de cuerdas). Carnaza de Razzmatazz y de entrevista en ‘Silenci?’ con caras de resaca. Festivaleros, ligeros, rubios, cándidos y familiares. Mucha letra, mucha melodía, energía políticamente correcta y limpísima producción de intachable pop. Canciones tristes que suenan alegres, que progresan, como ésta, y que acaban muy arriba, enredadas en solos de guitarra vertiginosos pero cálidos. La agridulzura no es mal concepto.
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La elección de Withor
ELVIS PRESLEY — VIVA LAS VEGAS
Leo Eurovegas y creo erróneamente que ha vuelto la campaña para llevar a Nacho Vegas a Eurovisión. No es así, lástima, ahora que con ‘Dos bandos’ había conseguido una canción pegadiza, coreable y pésima, es decir, clara favorita al primer premio. En todo caso, Eurovegas es algo mucho mejor, una futura ciudad de malos vicios, fumarbeberfollar y no estrictamente por ese orden, un minicomplejo turístico al que puedes acceder con carnet de mafioso y si es con pistola, mucho mejor. Un microsite de ensueño en el que poder jugar a ser ganster como Joe Pesci. Un poco de rebeldía entre la abundancia de cosas político-correctas a la que estamos sometidos. Y legal. Y a una hora de casa.
Y yo, tan contento, que como Homer Simpson, y después de muchos años lo confieso, siempre he soñado con ser un croupier. Traje impoluto, pelo engominado a la perfección, rebosando elegancia por doquier. Poderoso, indiscutible, si alguien quiere algo de mí, que antes pase por el gorila que me protege. El puto amo, que diría aquel. Meando colonia, y de marca. Y lo mejor de todo, la posibilidad de responder una palabra tan fascinante como croupier y ver los vivos de envidia cuando alguien me preguntase ‘oye, ¿y tú de que trabajas?
Y si de croupier no sirvo, acepto vestirme de Elvis y pasar horas y horas moviendo las caderas y cantando el ‘Viva las Vegas’. O mejor aún, el ‘Visca les Vegues’. No sea que entre que ponemos un casino con pirámides y jefes indios, y que parece que queremos ser americanos, vayamos a dañar todavía un poco más la identitat catalana de este país. Esa identitat que a veces, sólo a veces, les importa a algunos. Casualmente, cuando más les conviene.
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