Tres canciones, asalto once

La Inercia Micronación
La Inercia
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3 min readApr 16, 2010

La irrupción de Canogarfunkel (o Enrique) en estos espacios sigue planteando un ajuste mayor: ¿tres o cuatro canciones? Por lo pronto, y pese al relevo de la semana pasada, nos seguimos quedando con la tríada, aunque no descartamos cambios. ¡Qué intriga, verdad?

La elección de Raúl

MECANO — CRUZ DE NAVAJAS

Y un día José Mari le dijo a Nacho que ya estaba bien de sombra aquí, sombra allá, coca-cola para todos y algo de comer. Así que el hermano mayor le dio rienda suelta a la veta madura de la banda, con un éxito tremendo que fomentó aún más ese odio fraterno en el seno de los Cano que casi se carga al grupo, según cuenta la intrahistoria. Y Mecano transitó la senda frívola pero abrió miras. Hasta hablaron de Sartre, Dalí, la ecología y los viajes lisérgicos.

Parte del resultado es esta canción más hermosa que buena, clara, temáticamente sabinesca y tan narrativa que hasta hay que andarse con ojo con los ‘spoilers’. Un drama, más allá de que los arreglos a lo mejor son de Luis Cobos, que no lo he comprobado; en todo caso, una historia trágica, plagada de mediocridades, desgastes, tedio, convivencia e impulsos miserables pero turbadoramente humanos. Telecinco se frotaría las manos con ese triángulo amoroso de final infausto.

La imagen del duelo al amanecer, teñido de malva, y las metáforas desperdigadas tienen, aunque pequen de fáciles, cierta poética. Para mí, ‘Cruz de navajas’ es un techo de Mecano que confirma a José Mari Cano como un buen compositor. Ya tendría tiempo después de pegarse batacazos con su ópera hasta bordear la ruina.

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La elección de Withor

FORMULA V — LA FIESTA DE BLAS

‘Vengan todos a ver, vengan todos a ver, esto no es un portero que es una puta de cabaret’. Eso le cantaban a César, portero del Valencia, el otro día en el Calderón. Hacía años que no escuchaba este cántico. Y, sobre todo, hacía años que no escuchaba esa melodía, ese perfecto estribillo, el de la fiesta de Blas.

Letra rancia y digna del franquismo light, ritmo machacón e, insisto, una letra rancia y que por momentos da algo de vergüenza ajena. Pero señores, que quieren que les diga. Me encanta esta canción. No acabo de entender los motivos. Quizás porque Formula V era una de los pocos grupos que le gustan a mis padres y que a mi no me producen repugnancia. Otra opción: canción corta, pegadiza, se deja escuchar, el estribillo está bien, pues vale, mola, compro. O a lo mejor porque evoca a una época de saraos, con ponche y cigarros, chicos con medias melenas y chicas supuestamente estiradas, de las cuales, como mucho, podías esperar un beso (falso mito, supongo). Una época muy diferente a la actual, y que también hubiera tenido gracia vivir. Mola lo desconocido.

En fin, sea cual sea el motivo, la cuestión es que la fiesta de Blas me gusta. De hecho, me gusta muchísimo. Pensándolo bien, podría pasar por una de las canciones de los primerísimos beatles, los de ‘i wanna hold your hand’. Pero claro, los beatles eran ingleses y guays. Formula V eran un grupo español de los 60. Maldito país.

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La elección de V the Wanderer

LYNYRD SKYNYRD — FREE BIRD

El precio de la libertad es esa despedida serena, esa justificación y admisión abierta de las limitaciones que la misma libertad impone. Tener que estar en movimiento, de la forma más imperativa posible, como exigencia ineludible, como fuerza incluso superior a la propia voluntad. Soy un pájaro libre, nena, y si me quedase las cosas no podrían ser lo mismo.

Porque la voluntad, no se engañen, tiene escaso concurso en la libertad. Uno nace libre o no, y todo lo demás poco lo puede cambiar. El libre ha de entregarse a su camino, y el que no, bueno, siempre tendrá su casa, su sofá, su irracional añoranza a poco que se aleje de ellos, sus miedos a lo nuevo. Para eso está el rebaño, la masa, que acoge y esconde y protege y asfixia.

Los libres emprenderán su marcha y vivirán alejados (y despreocupados) de la masa, y volarán libres aunque estén entre paredes, y se entregarán a un rock enérgico y desligado de dinosaurios y leyendas, a un solo de guitarra que tal vez sea el mejor de la historia (o tal vez no; no necesita medallas), y como mucho pedirán a los que dejan atrás que les recuerden de vez en cuando, mientras ellos pagan, gustosos, el precio de la libertad.

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